Utilizando diversas maniobras, 337 internos o reclusos han conseguido vulnerar la vigilancia de los recintos para evadir las condenas que les impusieron por los delitos en que incurrieron.
De los 22 Centros de Corrección y Rehabilitación que corresponden al Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria se han escapado 117 reclusos en 12 años.
Mientras, 220 han evadido la prisión de 19 cárceles del sistema tradicional en 10 años.
Aunque 76% de los presos fugados ha sido reapresado, unos han burlado la persecución, quedando 50 aún prófugos, 33 que estaban recluidos en recintos tradicionales y 17 en centros modelos.
Otros no tuvieron éxito, murieron al ser perseguidos por los agentes de vigilancia, siendo ese el caso de al menos 22 de centros modelos.
La mayoría de los que se fugan o tratan de hacerlo están condenados por homicidio y robo agravado.
Las fugas son más frecuentes de noche y en la madrugada, cuando los reos entienden que puede haber un descuido de la seguridad.
Período crítico
Pese al esfuerzo de las autoridades para evitar las fugas a través de mejorías en las estructuras de los recintos, acciones preventivas y de inteligencia y un control más estricto de los internos, todavía no han logrado erradicar esa práctica, pues solo este año se han escapado al menos 11, mientras que en el 2016 lo hicieron 25. De todas formas, el país se mantiene con los más bajos índices de fuga de la región, según precisó Ysmael Paniagua, coordinador de ese sistema.
Los más jóvenes y los condenados a penas elevadas son los que han tratado de evadir la condena, al menos en los centros del Nuevo Modelo.
Paniagua evalúa que 2013 fue el año más crítico, porque aumentó de 4,000 a 9,000 el número de internos, por el funcionamiento de nuevos centros que pasaron a ese sistema.
Resalta que ninguno de los que han intentado fugarse o que se han fugado lo ha hecho cuando sale a trabajar o a realizar labores sociales, facilidades que se otorgan dentro del programa de medio libre.
Reconoce que la seguridad no es perfecta, pero enfatiza que no se aceptan las fugas, asumiendo que cuando un interno se escapa es responsabilidad de los agentes penitenciarios.
Aunque dice que no han detectado complicidad, han suspendido y cancelado a cerca de 50 agentes de vigilancia, porque han detectado debilidad extrema e irresponsabilidad del personal.
La regla en los centros del nuevo modelo es que cuando un privado de libertad se fuga es responsabilidad del personal. “Es responsabilidad de nosotros mantenerlo en el lugar que la autoridad judicial ordenó.
Hemos establecido que cuando uno se fuga es por responsabilidad de nosotros”, precisa Paniagua.
Una vez son reapresados, la norma es no emplear métodos violentos contra los internos, a menos que sea proporcional. El maltrato es sancionado.
Ningún agente ha sido sometido a la justicia por muerte de reos en el intento de fuga, porque, según sostiene Paniagua, han ejecutado esos hechos en el marco de los procedimientos y de la ley.
Situación bajo control
El director de Prisiones, Tomás Holguín La Paz, afirma que las fugas están controladas en los recintos penitenciarios bajo el cuidado de esa entidad, porque diferente a otros tiempos, cuando eran comunes, han ido mermando desde hace unos dos años.
Enumera entre las razones de la disminución de los escapes de reos las drásticas medidas que han adoptado con el personal de seguridad, tanto civil como militar, cada vez que se ha determinado que en los intentos o en la fuga ha habido complicidad de algún personal del recinto.
“Al ya ser una costumbre el tomar medidas drásticas que va desde cancelación e incriminar (someter a la justicia) a personas, militares o civiles, cuando se determina que hay una complicidad, eso ha llamado la atención y obviamente ha actuado de manera favorable a que no sigan ocurriendo”, apunta.
Destaca que la persecución por parte de la Dirección de Prisiones y de las Fuerzas Armadas ha sido permanente para dar seguimiento a los reclusos que se escapan, a fin de reapresarlos.
“La persecución ayuda, manda un mensaje de que estamos en lo que tenemos que estar, que estamos enfocados en que el que se condenó a una pena por un hecho delictivo tiene que estar trancado”, apuntó.
Señaló que hace tiempo que no ocurren fugas con el uso de seguetas, sino más bien por descuidos, los cuales asemeja a complicidad.
Refuerzan viligancia
En los centros modelos han incrementado los puestos de seguridad y la vigilancia de todas las actividades diarias, con una revisión más rigurosa de las personas que ingresan, de los paquetes y prótesis de los discapacitados. Empero, Paniagua admite que siempre existe debilidad. Después de los primeros escapes, instalaron armas de alto calibre para evitar incursiones como el asalto perpetrado a Najayo hombres, el 24 de octubre del 2014.
Se hacen tres y cuatro conteos nominales diarios. Realizan labores de inteligencia entre los mismos privados de libertad y se revisan los barrotes con más frecuencia.
Han instalado alambres de trinchera electrificados. Otra medida es la rotación de los candados; aumento de la cantidad de rondas de los custodias durante las noches de un puesto de servicio a otro, el aislamiento de internos cuando se dan cuenta que quiere fugarse, y reforzamiento de los protocolos de seguridad para hospitales y clínicas.
Reúnen la mayor cantidad de información sobre los reos y su familia.
Hacen labores de inteligencia entre los privados, entre otras medidas.
Entre las autoridades de la Dirección de Prisiones hay un criterio de que no pueden prestarse a que haya la más mínima brecha de fuga.
El director de Prisiones precisó que siempre están a la expectativa de la baja del índice de seguridad en un penal, trabajando con los alambres de trinchera y los hierros que se puedan ir diluyendo por el tiempo. Han incrementado la seguridad, aunque reconoce algunas deficiencias que no dependen de la Dirección de Prisiones.
Precisa que se hace un conteo después que salen de las diversas áreas, para tener el control de que “están todos los que son”.
Cuando el reo es reapresado, dice, se evalúa su situación y se adoptan medidas que pueden conllevar castigo, traslado a otro penal o restricción de las visitas.
Indica que su conducta queda tachada, e imposibilitado de cualquier prerrogativa a su favor.
MÉTODOS
Seguetear los barrotes; volar las paredes, salir por las puertas, con y sin la intervención de armas de fuego, son algunas de las formas usadas para evadir la prisión. A veces hasta en el camión de la basura, como lo hizo uno que se escapó de la cárcel de Jimaní.
Control con pases de lista
Luis Gabriel Victoria, director del Centro de Corrección El Pinito, de La Vega, dijo que una de las principales medidas que han aplicado para evitar fugas es cumplir con los programas de tratamientos.
Entiende que la principal fortaleza es cuando un interno se siente preparado y entiende que su condena ha sido por una falta de él.
Luego, expone, entra el trabajo de seguridad de la estructura o del edificio, cuidando las áreas perimetrales, con agentes de vigilancia. De esa labor no da muchos detalles, por razones de precaución, aunque precisa que aproximadamente 200 personas laboran en las diferentes áreas, la mayoría de seguridad. “Contamos con un centro que cumpliendo con los protocolos establecidos, podemos dar respuesta a cualquier situación que se quiera presentar”, manifestó.
Como segundo fuerte, señala, el sistema de inteligencia debe estar funcionando cien por ciento dentro del recinto, para detectar cualquier amenaza que pueda surgir y poder tomar las medidas de prevención.
Resalta que en los cuatro meses de su gestión al frente del centro, no se han producido fugas.
“Estamos trabajando, y claro, nunca confiados, siempre tenemos la paranoia altísima, para evitar que se produzca ese tipo de situaciones”, expresó. En ese centro, que opera desde el 2012, se han escapado dos internos, uno fue reapresado, pero el otro está prófugo. Uno falleció en el intento. El último evadido lo hizo hace seis meses. Allí están privados de libertad 857 internos.
Recuentos
El subdirector del centro, José Ángel Aquino, precisó que hacen cuatro recuentos en el día y la noche. Afirma que esa medida garantiza un monitoreo de la distancia.
Los pases de lista se hacen a las siete de la mañana, al mediodía, a las siete y a las diez de la noche. “El último de la noche es estratégico, para determinar si el interno se ha movido a otro lugar”, enfatiza.
Subraya que es un protocolo que garantiza el monitoreo constante de la permanencia del interno en el centro.
“Si hubiese tenido mala intención, no vuelvo más”
“Tuve que salvar mi vida”.
Con esa expresión, el recluso Nelson Fernández justifica su fuga del Centro de Corrección y Rehabilitación de Haras Nacionales, hace dos años, donde estaba recluido por robo agravado, por lo cual fue condenado a 20 años de prisión, de los cuales ya lleva 13.
“Fue por motivo de enfermedad que yo hice lo que hice”, afirma. Ahora se encuentra en el Centro El Pinito, de La Vega, adonde fue enviado luego de violentar las reglas.
Su versión del escape es que tenía una fiebre muy alta, producto de una recaída luego de una cirugía en un riñón a que había sido sometido estando en el recinto de Rafey, Santiago, donde duró ocho años.
“Había dos custodias en recepción, fui y les dije que tenía una fiebre en 60, me dijeron que no había vehículo, que tenía que aguantarme, yo tomé la decisión, salí y abordé un vehículo, me fui al Moscoso Puello (hospital), ahí pedí que llamaran a mi familia”. Aunque muchos en el centro sabían de su plan, según refiere, los custodias se percataron cuando ya él se había marchado.
Una oportunidad
Ahora reflexiona. Reconoce que lo hizo indebidamente, porque nunca debió salir sin permiso, pero insiste que nunca tuvo el propósito de evadir la condena.
“No había ninguna mala intención, si hubiese habido una mala intención no vuelvo más”, comenta el interno, de 54 años.
Se escapó un viernes y aunque le dieron de alta el domingo siguiente, se fue a su casa, y se entregó el lunes. De Haras Nacionales, un centro abierto, fue trasladado a un centro cerrado.
Entiende que se le ha dado una segunda oportunidad.
“Si usted cae y vuelve a levantarse ellos le dan la oportunidad otra vez de que usted continúe y siga en sus labores”, expresa.
Recomienda a los reos no incurrir en el error que él cometió. Exhorta a los jóvenes a no salir a hacer cosas malas en la calle. “No es bueno estar privado de libertad”, afirma.
Técnico en ebanistería, lleva casi dos años en el centro El Pinito, La Vega, donde es el responsable de la fabricación de camas para los recintos penitenciarios.
Admite el hecho
Fue arrestado el 25 de octubre del 2004 por la sustracción de un vehículo en una Plaza Comercial.
El interno admite haber participado en el robo, pero también se lo atribuye a la enfermedad de un hijo, y al engaño de unos “conocidos”, que no le informaron que iban a robar, sino a realizar un embargo judicial.
“Le soy honesto, tenía un niño enfermo, no me dijeron que iban a robar, la persona me dijo que iban para que yo le hiciera unos trabajos en Santiago, cuando llegamos allá me dijo, mira, ese carro me lo quitó una financiera, necesito llevármelo, no se manejar, yo tontamente, necesitaba el dinero, cogí el vehículo y lo manejé, nos llevamos el vehículo y después supe que el carro era robado”, relata.
Recuerda que era un tiempo en que no estaba produciendo mucho y que le ofrecieron darle los 10,000 pesos que necesitaba para atender a su niño, de cuatro años, que estaba interno por bronconeumonía.
“Caí en la tentación”, se lamenta.
Considera injusta la condena.
“No me merecía 20 años de prisión, cuando veo gente que mata y le echan cinco y 10 años, yo inclusive fui honesto, le dije a ella (víctima) y a su familia que yo no sabía, pero ya estaba dado, 20 años”, apunta.
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