Opinión
Fulgurazos
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Por Andrés L. Mateo
UNO
DOS
En un discurso que pronunciaba en el sur del país, Danilo Medina proclamaba airado que quería “Mis diputados”, “Mis senadores” “Mis alcaldes”. Él no es un hombre que conceptualice mucho, y estoy seguro que ignora por completo que hay un conjunto de palabras y nexos gramaticales a cuya mágica ambigüedad confiamos las más brutales o sutiles de nuestras intenciones. El dativo posesivo, por ejemplo, deja desnudo al hablante. “Mis diputados”, “Mis senadores”, “Mis alcaldes”, son los plurales de sí mismo que despliega en forma inconsciente el yo autoritario.La retórica lo traiciona y no puede cumplir con la cobertura de la realidad, y el posesivo lo obliga a revelar la alternativa de mentira o verdad. Ese discurso dejó en pelotas al Mesías. En el fondo inexpresado de su pensamiento Danilo Medina no cree en el juego democrático. Las instituciones son de su propiedad, y en esos posesivos se condensan todos sus apetitos, todos sus anhelos de poder absoluto.A las puertas de Santiago de los Caballeros, Ulises Heureaux, Lilís; amenazó con sus dativos posesivos: “Mi ejército, mis diputados, mis partidarios, mi país; sabrán a quien escoger”. Y el pobre Pedro Francisco Bonó dejó el vacío lleno de miedo al sátrapa. ¿Se puede ser un líder en el siglo veintiunoy estar más cerca de Lilís que de Bonó?¡Oh, Dios!
TRES
Con todos los hilos de la manipulación en sus manos, con la casi totalidad del presupuesto público, con el conjunto de las instituciones del Estado providencial que lo sostiene, con el poder judicial, con los órganos arbitrales de las elecciones bajo su dominio, con el DNI, con un partido oficial financiado íntegramente con fondos públicos, con los programas asistenciales del Estado convertidos en maquinaria de control de la pobreza, con un impresionante dominio de los medios de comunicación, con los senadores y diputados re-postulados en su totalidad y atrincherados con doce años de barrilitos y cofrecitos, con la corrupción entronizada en las prácticas de gobierno como algo natural y legítimo; en fin, con un candidato a punto de convertirse en Dios; aun así nos apabullan, nos ocupan el espacio privado, nos desalojan de la intimidad del reposo, con una propaganda que es abuso, y parte de la corrupción.