Los dominicanos están prácticamente traumatizados por lo que nadie puede dudar que se convertido en una cultural nacional, que no es otra cosa que la sustracción de los recursos públicos.
Todo ello a pesar de que teóricamente el Estado ha creado los mecanismos para contrarrestar este flagelo, el cual lleva como nombre Cámara de Cuentas, la cual debe velar a través de las figuras de las auditorias de medir el desempeño del funcionario público.
Sin embargo, como la componenda también tiene una presencia predominante en la vida nacional, la Cámara de Cuentas ha terminado al servicio de la sustracción del dinero del erario nacional.
La Cámara de Cuentas en vez de velar para que estas cosas no ocurren, lo que ha hecho es ponerse al servicio de la cadena de complicidad que ha existido en el país durante los diferentes gobiernos que se han sucedido históricamente.
Ahora más que nunca se ha ventilado públicamente las complicidades que involucran a la Cámara de Cuentas, lo cual ha dejado claro que en la actualidad ese órgano tan vital para una mejor sociedad ha sido convertido en un nido de delincuentes avalados por los partidos políticos.
Todo trae consigo que la sociedad se haya parado firmemente para decir basta ya y ha exigido que los que vayan a ser escogidos por el Congreso Nacional respondan a las expectativas que tiene el pueblo dominicano en torno una mejoría sustancial de la administración pública y en consecuencia de la democracia.
Este martes los miembros del Senado tienen la seria responsabilidad de escoger lo mejor, al margen del partidarismo corrupto y corruptor, para que la República Dominicana cuente en sus órganos constitucionales por lo menos con personas que piensen más en el país que en los intereses de grupos.
La Cámara de Diputados ya jugó su papel de someter al Senado las ternas para la escogencia de la nueva Cámara de Cuentas, pero será ese hemiciclo el que tendrá la ineludible responsabilidad de que la democracia y la sociedad salgan beneficiadas de su decisión al respecto.
De manera, que hoy el país podría estar frente a un día histórico de beneficio para la democracia o sencillamente ante una ratificación de una conducta reprochable y anti patria de los legisladores.
Naturalmente, los dominicanos están esperanzados en la sensatez y la prudencia de los senadores de la Republica, cuyas disposiciones generalmente no son muy esperanzadoras.
Ojalá que hoy hagan la diferencia de una historia de traumas y decisiones aberrantes de lo que debe ser una buena administración pública.