Puerto Principe, Haití.-Aspasie Tanis vive bajo una constante amenaza de desahucio, sobreviviendo a base de espaguetis y galletas en su chabola de concreto en la capital de Haití. Ahora, la muerte de su padre por un derrame cerebral amenaza con dejarle una deuda de por vida.
Esta consternada madre soltera busca desesperadamente préstamos de amigos y pastores para pagar el funeral más barato en el mercado. Funcionarios de la morgue del hospital dicen que el cuerpo de su padre será arrojado a una fosa para pobres a menos que su familia logre reunir una pequeña fortuna de poco más de 1.000 dólares.
«Nunca estaré en paz si su cuerpo no se entierra como es debido», dijo Tanis, más tranquila tras trasladar el cadáver a una morgue privada barata.
Su ansiedad es compartida por muchos en Haití, donde dos de cada tres personas viven con menos de dos dólares al día y enterrar a los muertos es un negocio usurero. Aunque los funerales son costosos en muchos países, los enterradores haitianos cobran tasas que superan el salario anual de la mayoría de la población.
En la calle Rue de l’Enterrement de la capital, funerarias consolidadas y autónomos sin licencia se embarcan en una guerra diaria en busca de nuevos clientes, convenciendo a las desconsoladas familias de que cualquier cosa por debajo de los paquetes que ofrecen puede ser visto como una falta de respeto a los muertos.
Equipos de emprendedores, incluyendo camarógrafos y bandas de música que abren las comitivas funerarias, esperan para incrementar las facturas de los funerales de familias que a menudo no pueden pagar ninguno de esos servicios. Se puede incluso contratar plañideras para aquellos que quieren el prestigio social de una gran despedida.
«Puedo ofrecerle gente que llora, que se tira por el piso, lo que quiera», relató riendo entre dientes Joseph Jacques Simeon, director de la morgue del hospital General, quien reconoció a un periodista de The Associated Press que recibe un porcentaje del precio de los servicios que adquieren las conmocionadas familias cuando llegan a su oficina.
Un reporte de 2012 del Instituto Igarape de Brasil indicó que, de media, un funeral en Haití cuesta 5.000 dólares por familia y prestamistas y funerarias aplican una tasa de interés de hasta el 150%.
«En algunos casos vemos a familias pobres pagando mucho más por servicios funerarios que familias de clase media porque están menos informados sobre las opciones y no creen que se puedan negociar los costos», dijo la investigadora Athena Kolbe, coautora del informe.
La afligida Tanis, que empleó los pocos ahorros que tenía para intentar mantener a su padre con vida, parecía muy influenciable.
Cuando Simeon insistió en que el servicio más barato costaba alrededor de 1.000 dólares, Tanis y su hermano en paro aceptaron sumisos servicios adicionales como un video del funeral y no compararon precios con otras funerarias mientras buscaban el dinero para poder pagar el sepelio.
Aunque muchos haitianos reciben ayudas para pagar los entierros de familiares que viven en el extranjero, no faltan apenadas familias que vendan sus posesiones o tomen préstamos con intereses elevados, en parte por la arraigada tradición de celebrar funerales de féretro abierto y por la presión social para enterrar a sus muertos con pompa.
«Esto es particularmente cierto entre la gente más pobre y para aquellos de zonas rurales, donde la presión social es más fuerte», señaló Carine Roenen, directora de Fonkoze Foundation, una ONG que trabaja con la mayor institución de microfinanzas de Haití.
Los vendedores suelen empezar su trabajo tan pronto como se enteran de un deceso en una familia. Conductores de coches fúnebres, vecinos e incluso médicos de hospitales informan a las empresas, compitiendo por llevarse la comisión del 10% que entregan a los intermediarios.
Las funerarias legales quieren que las autoridades frenen a los sepultureros independientes que merman su negocio. Pero el estado no ha hecho nada para poner orden en el incontrolado mercado, y los negocios con licencia alquilan a regañadientes sus morgues y salas de velorio por una parte de los paquetes ligeramente más baratos que ofrece la competencia.
«Este negocio se ha convertido en una locura. Cada día entran más personas sin licencia con nada que ofrecer», explicó la propietaria de la funeraria y morgue Zenith, Marie Lamercie Louis Dorville. Su costoso catalogo ofrece embalsamamientos, féretros de metal, sepelios y otros servicios que cuestan más de 7.000 dólares. El coste medio de un entierro en Estados Unidos es de 7.180 dólares, según los últimos datos de la National Funeral Directors Association.
La mayoría de los haitianos se resisten a la cremación debido a la tradición religiosa y cultural.
Jean Pierre Mercelien, un joven de 18 años que está aprendiendo a tapizar ataúdes, es una de las últimas incorporaciones al negocio.
«Es un buen modo de vida porque nunca dejará de haber nuevos clientes», dijo mientras otros hombres construían féretros de madera y los decoraban con cojines y asas de aluminio.
El negocio en la Rue de l’Enterrement crece aunque en Puerto Príncipe quede poco espacio para enterrar a los muertos.
Tanta es la demanda en el cementerio de la capital que las familias alquilan el espacio durante dos o tres años, tiempo suficiente para que el cadáver se convierta en esqueleto. Pasado este tiempo, los trabajadores del camposanto suelen arrojar los huesos en una cripta o los dejan temporalmente en una desvencijada esquina para dejar sitio a los nuevos clientes de pago. Pocas familias recogen los restos.
Un paseo por el que en su día fue un bonito lugar revela macabras escenas con esqueletos en féretros abiertos, costillas y vertebras esparcidas en el interior de trajes quemados por el sol, con las corbatas todavía anudadas y los vestidos abrochados. Unos cuantos esqueletos arrojados al piso por los operarios seguían teniendo piel momificada en la calavera.