Hechos horrorosos cambian hábitos vida dominicanos

Por Elba García

La sociedad dominicana es estremecida en los últimos años por un tipo de crimen que el país no conocía, el cual es una consecuencia de la espiral de violencia que lo afecta, donde la decapitación, la incineración de personas, la mutilación, violaciones, secuestros, asesinatos por encargos y otras formas de violencia ha convertido estas tierras en una presa de un tipo de hechos bochornosos que lastima la conciencia nacional.

Este tipo de violencia y crímenes son propios de aquellos países donde el crimen organizado, como el lavado de activos y el narcotráfico ganan terrenos, cuyo proceso de mexicanicación crea temores y grandes preocupaciones en los diversos sectores que conforman la vida nacional.

La comisión de este tipo de crímenes evidencian que los carteles de las drogas han penetrado a la sociedad  de la mano de algunos grupos económicos y políticos, lo cual podría llevar a la República Dominicana a la tenencia de un narco- Estado, promoviendo un tipo de tolerancia que hace prácticamente imposible la convivencia nacional.

Un hecho reciente fue el deleznable rapto y posterior violación y asesinato de una niña de apenas 2 años de edad en la comunidad de Juma Adentro, municipio de la provincia monseñor Noel.

De igual modo, tres hombres fueron encontrados asesinados y uno de ellos calcinado en el municipio de Gaspar Hernández, La Vega y Loma de Castañuelas, cuyos crímenes han sido atribuidos por la Policía Nacional al crimen organizado.

Otro hecho que consternó la conciencia nacional fue el encuentro cerca del río Ozama del cadáver decapitado de un joven de 15 años de edad, cuyo supuesto responsable es un pescador.

Todos estos hechos de violencia y otros tantos ocurridos en el territorio nacional proyecta a la República Dominicana inmersa en un proceso de mexicanización que podría constituirse en un verdadero peligro para una nación que ya su gente entra en una especie de paranoia con el problema de la violencia y la delincuencia.

La pregunta que se impone frente al problema es si las autoridades que tienen la sagrada misión de dirigir el Estado cuentan con las herramientas para detener este flagelo, pero existe la certeza de que en el país el monopolio de la violencia lo tienen los delincuentes, cuya realidad amenaza la gobernabilidad y el sosiego de la población.