De portada
Salen a la superficie problemas que comprometen la ética y la moral de jueces del sistema de justicia nacional.
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Por Elba García
La investigación que se desarrolla en contra de un juez del Distrito Nacional debe ser extensiva a otras instancias del sistema de justicia nacional en virtud de que el asunto no parece que se trate de un hecho aislado, sino general.
Posteriormente el titular de la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción (PEPCA), Wilson Camacho, reveló que hay indicios de que la estructura de que es parte este magistrado incluiría a otras personas, sin dar mayores detalles.
También el de la paliza que, junto a varios hombres, dio la ucraniana Natalya Kasianova a un joven dominicano, quien era su novio.
Hace casi cinco meses que este juez de instrucción descargó de responsabilidad a todos los acusados en la venta irregular de los terrenos del barrio Los Tres Brazos, el cual llevaba casi cinco años en la justicia sin enviarlo a juicio de fondo.
Este caso, que de acuerdo al Consejo del Poder Judicial y del Ministerio Público se trata de un asunto muy grave que empaña la imagen de la justicia, demuestra la gravedad de la corrupción en el sistema de justicia, ya que es importante que se tome en cuenta que el problema de este instrumento del Estado es mucho más grave de lo que cualquiera se pueda imaginar.
No es verdad que se trata de una casualidad o sólo de la negligencia de muchos jueces, sobre todo de primera y segunda instancia, que emiten regularmente sentencias que no tienen una explicación lógica, ya que violentan las leyes sobre la materia, sin que nadie se interese en desarrollar una investigación al respecto.
Esta descomposición no sólo afecta a una jurisdicción, sino a todas, como la civil ordinaria, la laboral, la inmobiliaria y todas las demás y en muchos casos queda lo suficientemente claro de que se trata de un problema que tiene que ver no sólo con negligencia, sino con ignorancia y complicidad.
Sin lugar a dudas, que la justicia es una de las principales amenazas que se cierne sobre el estado de derecho y la democracia dominicana, porque la violación de derechos y principios constitucionales, así como la vulneración y suplantación del legislador cuando de la aplicación de las normas jurídicas se trata, ocurre como el pan nuestro de cada día.
La cuestión descansa en que la descomposición del sistema de justicia nacional es parte del problema integral que impacta a la sociedad dominicana, donde el mal es encontrado en los principales, por decir todos, los órganos y entes que conforman el Estado.
Sin embargo, lo que espera la sociedad es que a partir de este caso se puedan investigar otros que necesariamente no están en el contexto del Distrito Nacional, sino de otros lugares del territorio nacional, como por ejemplo Santiago, donde el Estado prácticamente ha desaparecido.
En ocasiones anteriores igual se llegó a descubrir, suspender y tramitar a la justicia ordinaria a jueces que eran parte de una mafia que se dedicaba a vender sentencias y a negociar incluso con narcotraficantes, pero las cosas no pasaron de una simple investigación que no tuvo un final satisfactorio.
Ojalá que ahora no pase lo mismo con una investigación que reviste una gran importancia para la preservación del Estado de derecho en la sociedad dominicana y por lo menos iniciar un proceso de saneamiento que arroje resultados beneficiosos para un país que tanto lo necesita.