CANNES, Francia.- Vestida de blanco, con su larga melena recogida solo por una sencilla horquilla, tez pálida y labios rojos, Nicole Kidman se mostró hoy encantada de estar en Cannes, donde presentó el filme «Grace de Monaco» y aseguró muy sonriente que ella también está casada con un príncipe, pero del «country».
«Ha sido maravillosa la experiencia de vivir su vida durante seis meses», explicó Kidman en la presentación a la prensa de la película que narra unos meses de la vida de Grace Kelly, ya convertida en Grace de Mónaco.
Pausada en sus respuestas, riendo ante las ocurrencias de algunos periodistas y muy cómoda en el Festival de Cannes, del que se ha convertido en una de sus habituales, la actriz australiana, aunque nacida en Honolulu, donde vivió cuatro años hasta que regresó a Australia con sus padres, se mostró satisfecha con el papel de Grace.
«Tengo similitudes con la vida de Grace, pero claramente no estoy casada con un príncipe», dijo la actriz para rectificar inmediatamente entre risas: «Bueno, sí, estoy casada con un príncipe, un príncipe del ‘country'», dijo en referencia a su marido, el cantante Keith Urban.
Desde su ajustado vestido cruzado y con altas sandalias de tacón también blancas, Kidman puso el glamur a la primera jornada del Festival, que abre, fuera de competición, la película que ella protagoniza y que dirige el francés Olivier Dahan.
Un filme en el que Kidman aparece sofisticada y elegante para recrear el particular estilo de Grace de Mónaco, una apariencia que le ayudó a meterse en el papel.
La actriz destacó especialmente la labor de Gigi Lepage, diseñador de un vestuario «extraordinario».
«El mundo de la interpretación está marcado por los trajes», reconoció Kidman, que también alabó las joyas que Cartier ha diseñado para el filme y que son copias de las reales que portaba la princesa de Mónaco.
En concreto, se refirió a un impresionante collar que luce en la película, durante un baile, y que está valorado en 5 millones de dólares (3,6 millones de euros).
«La última película que hice en la que se prestó tanta atención a los detalles fue ‘Moulin Rouge’. Había olvidado lo importante que son todos esos detalles para algunos papeles», explicó.
Un glamur que refleja perfectamente la cuidada imagen pública de la actriz, aunque no tiene ningún reparo en reconocer que su vida no siempre es perfecta.
Por ejemplo, asegura que, cuando ganó el Óscar por «The Hours» («Las horas») en 2003, estaba en lo más alto en su vida profesional, pero muy sola en el lado personal. «Fue el período más intenso y solitario de mi vida».
«Espero que algún día pueda estar en lo más alto tanto de mi vida profesional como personal al mismo tiempo», afirmó Kidman, que aseguró que el amor es el motor de su vida.
Especialmente, el de los hijos: «Cuando tienes hijos (…), tienes la emoción de ser capaz de morir por alguien. Cuando tienes esa ausencia de egoísmo, todo se pone en perspectiva».
Y ese amor fraternal fue la razón que la actriz usó para justificar el rechazo a la película por parte de la familia Grimaldi y, en concreto, de los hijos de Grace de Mónaco y Rainiero, Alberto, Carolina y Estefanía.
«Entiendo que son su padre y su madre y entiendo la protección hacia sus figuras», dijo Kidman, que aseguró que su interpretación se hizo desde el respeto «y con amor».