Los partidos que hoy controlan el escenario político nacional están seriamente cuestionados por los personajes que son sus cartas de presentación frente a la sociedad mil veces burlada, golpeada y atropellada por políticos, que aunque de litorales diferentes, pero con una misma concepción de lo que debe ser la agenda nacional.
Nadie pone en duda el descrédito en que ha caído el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), sobre todo por los altos niveles de corrupción y los escándalos de los mismos.
Es una degradación realmente perturbable para cualquier sociedad.
Sin embargo, ello no parece convertirse en un dique de contención para que los peledeístas sigan en el poder, porque el principal partido de oposición tiene una serie de caras visibles, algunas sin categoría ni nivel para construir la credibilidad que demandan los diferentes sectores que conforman la vida nacional, máxime para aquellos que provienen de la clase media y alta, que son los que, de alguna manera, motorizan los cambios en las democracias.
Así habría que analizar al día de hoy de un Partido Revolucionario Moderno, el cual tiene en la palestra en el ámbito nacional y municipal a personajes que encajan más en el mundo del tigueraje con poco vuelo político que para preconizar cambios en una sociedad lacerada por la conducta inescrupulosa de sus voceros.
En el ámbito nacional está el caso de su presidente, Andrés Bautista y de otros personajes involucrados en el caso Odebrecht, pero a nivel municipal son numerosos los ejemplos que le restan credibilidad al PRM, como el regidor Nelson Abreu, vinculado a la emisión de cheques sin fondos y a una conducta de simulación y hasta de chantaje de todo aquel que en el marco del derecho a principios constitucionales informa sobre sus inconductas y estilo mafioso de hacer política.
Ese personaje de baja monta es uno de los flamantes aspirantes a dirigir el Comité Municipal de una ciudad tan importante como Santiago, donde convergen decisivos intereses económicos, políticos y sociales.
Este Nelson Abreu no es capaz de articular un discurso coherente y acorde con el interés nacional, porque sólo sabe jugar a la política de la mentira, la simulación y el peseteo, ya que nisiquiera cuenta con los recursos necesarios para esgrimir una propuesta creíble y que se convierta en un valor agregado para su parcela política.
Pero es que ese personaje de décima categoría política viene de un estilo de incidir en la administración pública fundamentado en lo mafioso y deshonesto y por eso no tiene otra forma de querer tapar sus errores en la mentira y la simulación con el propósito de quitarle mérito a los procesos legales que se desarrollan en su contra.
Ha esgrimido el desacreditado clichet de que el enjuiciamiento a su conducta al margen de la ley y de la moral y la ética, obedece a una campaña de descrédito de sectores desde adentro y desde fuera del Partido Revolucionario Moderno, lo cual no es más que ciencia ficción de un personaje de la mentira, la oscuridad y la negación de cualquier discurso que busque verdaderamente adecentar el país, como el que enarbola el principal partido de la oposición política de la República Dominicana.