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La crisis de valores que ya impacta a la R.D. deja la impresión de que es prácticamente imposible eliminar estos flagelos – La Republica Online

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La crisis de valores que ya impacta a la R.D. deja la impresión de que es prácticamente imposible eliminar estos flagelos

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Por Elba García

La crisis de valores y de credibilidad de cualquier sociedad trae consigo la cualquierización con el surgimiento de propuestas políticas insensatas y con apariencia de buenas intenciones, pero que en realidad se trata de oportunistas que carecen de vocación democrática e institucional.

Nadie en la República Dominicana puede poner en dudas de que los partidos políticos tradicionales han perdido su credibilidad, pero que mantienen el control del Estado porque no hay ninguna propuesta que pueda conectar con los intereses y los anhelos de cambios que prevalecen en la sociedad.

Este tipo de crisis debe ser manejada con mucho ciudadano, sobre todo cuando una sociedad como la dominicana ha sido arropada por el individualismo que propician la aparición de algunos pretendidos mecías, pero que su amor por la patria y la democracia no es más que una simulación para lograr un protagonismo personal.

Este fenómeno hace su aparición en el escenario electoral, pero que debe ser puesto a prueba con contrapuestas que persigan el liderazgo colegiado fundamentado en lo colectivo, no en lo individual.

En esta época no son pocos los países que han entrado en este tipo de crisis y han logrado llevar a la cima del poder a individuo que lidera un partidos que sólo está constituido por ellos y algunos amigos y familiares.

Hay otros casos de algunos políticos que buscan comprar una franquicia para presentar alguna candidatura sobre la base de un discurso de bajo nivel, insultante y carente de la articulación de ideas que esté fundamentada en un verdadero proyecto de nación.

Todavía la República Dominicana, a pesar de algunos ensayos, no da muy buena impresión, ya que ha entrado en el camino de que la ciudadanía le dé más valor a figuras que no tienen ninguna tradición de lucha ético-moral y democrática y que nadie está seguro de sus reales intenciones.

Pero de lo que sí se puede estar seguro es de que buscan insertarse en las redes sociales, que es la moda de ahora, para promover unas aspiraciones que no tienen mucha legitimidad, ya que incluso en algún momento fueron puestos a prueba en lo que respecta a su vocación de inclinarse por lo colectivo y  preparar un proyecto que persiga crear una propuesta a corto, mediano y largo plazo para transformar verdaderamente la sociedad.

Entre estos hay algunos que buscan posicionarse en el escenario electoral a partir de lo que ha ocurrido en otras naciones, como por ejemplo El Salvador, lo cual resulta de muy mal gusto en virtud de que cada realidad históricamente determinada tiene sus particularidades y que las recetas tienen que variar unas de otras.

El problema estriba en que los que actúan dogmáticamente no tienen esa dinámica social y en consecuencia política, lo cual lo hace errar y plantear cosas fuera de contexto.

Sin embargo, nadie puede poner en tela de juicio que más temprano que tarde los llamados partidos tradicionales serán sustituidos por sus vicios y las distorsiones que crean en los sistemas democráticos, pero que ello no puede ocurrir sobre la base de la mentira y el engaño de los que buscan convertirse en mecías.

Podría decirse que por razones culturales no es tan fácil que el fenómeno que ha ocurrido en muchas naciones latinoamericanas llegue a la República Dominicana, porque la corrupción y la impunidad son parte de la herencia nacional y del ADN de los dominicanos, por lo que el clientelismo no es tan fácil de erradicar.

Hay quienes sostienen de que el país no ha sido impactado por un gran cambio  porque la mayor parte de sus políticos partidistas, por no decir todos, recurren a la mentira y al engaño, apoyándose en cualquier recurso por inmoral que sea para justificarse.

No obstante, hay que tener la esperanza de que nuevos tiempos llegarán para que el país pueda administrar idóneamente sus potencialidades y transformarse a una nación que sufra una sustancial mejoría en los niveles de institucionalidad y de respeto a la ética y la moral que deben exhibir sus ciudadanos.

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