Editorial
La Desgracia de los Dominicanos del Exterior.
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12 años agoon
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LA REDACCIÓNA pesar del importante aporte económico de los dominicanos que han huído del país por razones socio-económicas, lo cierto es que no sólo son considerados ciudadanos de segunda categoría, sino también instrumento de manipulación de los medios de comunicación social seriamente corrompidos de la República Dominicana.
Los criollos que viven fuera, principalmente en los Estados Unidos, ahora son presas de unos canales de televisión que envían su señal desde la República Dominicana con la imposición de falsos valores y la defensa de los que prácticamente se han robado el patrimonio público nacional, cuyos propietarios se resisten a colocar programas de opinión por temor a análisis cuestionadores de personas tan oscuras como Leonel Fernández.
Telemicro Internacional, Súpercanal Caribe y Televisión Dominicana llegan vía satélite a las operadoras de cable de los Estados Unidos, los cuales, de alguna manera, con la exclusión de la última de las tres, son canales atados a los intereses del Gobierno del Partido de la Liberación Dominicana, en virtud de que ambos propietarios en el fondo no tienen nada, ya que esas estaciones pertenecen en realidad al Banco Central y al Gobierno, respectivamente.
En el caso concreto de Telemicro Internacional, » propiedad» del señor Juan Ramón Gómez Díaz, fue beneficiado mediante decreto emitido por Leonel Fernández con la asignacion del canal 5, que pertenecía a Radio Televisión Dominicana cuando eran 4,5 y 12, los cuales luego fueron unificados para de esa manera resolver un conflicto que mantenía el dueño de esa estación con el licenciado Hatuey Decamps por la frecuencia del canal seis, conocido como Circuito Independencia, manejado por el susodicho empresario.
Sin lugar a dudas, que Telemicro Internacional a pesar de su programación dañina para la comunidad, mantiene un alto nivel de tele-audiencia, sobre la base de la promoción de una serie de anti-valores que distorsionan la esencia de la dominicanidad.
Pero esa penosa situación no le importa a nadie, absolutamente a nadie, ni siquiera a las organizaciones que dicen defender los mejores intereses de los dominicanos que viven en el exterior, cuyo colmo tiene que ver con la manipulación periodística que se produce desde ese canal en contra de la comunidad, donde su propietario sostiene que prefiere mantener a Telemicro Internacional como un canal de entretenimiento y no de opinión y análisis periodístico.
Lo mismo se produce con Súpercanal Caribe, cuyo supuesto propietario, Frank Jorge Elías, se lo vendió por 15 millones de dólares al quebrado Banco Intercontinental (BANINTER), presidido por el ahora convicto Ramón Buenaventura Báez Figueroa, pero que al final de la crisis esa estación de televisión en vez de pasar a manos del Banco Central se quedó en poder del referido empresario.
Es decir, que Jorge Elías con la complicidad de Leonel Fernández se quedó con los 15 millones y Súpercanal Caribe, lo que le impide ofrecer a los dominicanos que viven en los Estados Unidos la verdad de lo que pasa en el país.
El colmo es que los dominicanos son los que financian la permanencia de esa manipulación en su contra, porque son los que pagan los paquetes en español para la colocación de esos canales en las operadoras de cable de la unión americana.
La desgracia de los dominicanos del exterior es que no sólo tienen que financiar la corrupción que se produce a través de los consulados y las misiones diplomáticas, sino también mediante unos canales de televisión que constituyen una verdadera vergüenza nacional.
Se puede afirmar sin temor a equivocación que Telemicro y Súpercanal Caribe afianzan la negación de los derechos de los dominicanos del exterior, porque les eliminan el derecho constitucional hasta de disfrutar del derecho a la información y la opinión.
En lo que tiene que ver con Televisión Dominicana, éste no pasa de ser un simple negocio con los dominicanos, sin importar mucho el curso del país, dado que los propietarios son españoles que lo único que buscan es hacer dinero a como de lugar.
De manera, que si para ello tienen que utilizar un periodismo crítico o utilizar cualquier otro tipo de contenido, así lo harán, porque su fin es sencillamente ganar dinero.
Y nada más.
Editorial
Las candidaturas independientes es un riesgo que necesita la democracia nacional.
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2 semanas agoon
diciembre 22, 2024La sentencia del Tribunal Constitucional permite que en el panorama político dominicano tenga vigencia la figura de las candidaturas independientes.
Esta decisión sí que impacta de una forma importante la democracia nacional, la cual está agonizante por la conducta de los actores del sistema de partidos tradicionales.
Quién le puede quitar el carácter de depredadora de la partidocracia, la cual se aprovecha de todo y lleva inexorablemente al país a otra Grecia, Argentina o Puerto Rico.
Los robos del patrimonio público no son moderados, lo que de ninguna manera es aceptable, dado que los políticos tradicionales no se conforman con cien millones de dinero del pueblo dominicano, sino que hacen hasta lo imposible para sustraer miles de millones.
Para ilustración al respecto, los ejemplos están a la orden del día, con el agravante de que los que hacen turno desde la oposición sólo persiguen apoyarse en la expresión muy popular que dice: “quítate tú, pa ponerme yo”.
Ahí están los ejemplos de Danilo que se peleó con Leonel por esa causa y ahora la de Abinader que reproduce en muchos aspectos la misma conducta de los dos primeros.
Si bien es cierto, que la crisis de valores de que adolece el país podría llevar al poder a cualquier degenerado que se proyecte como buena gente, lo cierto es que las candidaturas independientes es un mecanismo más democrático y participativo,
Es decir, que aun en el caso de que la figura de las candidaturas independientes conlleve riesgos, pero lo cierto es que es una vía más acorde con el proceso de democratización de la política, sobre todo en Latinoamérica, donde hay profundos antivalores que ponen en peligro la cultura cívica, moral y ética de estos pueblos.
De manera, que La República promueve un apoyo masivo, abierto y sin reservas a la decisión tomada por el Tribunal Constitucional, porque esa sentencia abre un camino importante hacia la democratización, la participación, el adecentamiento y el mejoramiento de los niveles de institucionalidad del Estado dominicano.
El reto está echado. Manos a la obra.
Editorial
Niveles muy preocupantes de educación dominicana.
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2 semanas agoon
diciembre 18, 2024La educación es la puerta al desarrollo, cuya expresión no se trata de un cliché, sino de una realidad que debe ser digerida o comprendida por todas las naciones del planeta.
El fenómeno de una buena educación ha sido aprovechado al máximo por las naciones asiáticas, como Simgapur, Corea del Sur y Japón.
Estas naciones del continente asiático han tomado el toro por los cuernos en lo que respecta a invertir para su desarrollo y de esa manera impactar a todo el planeta.
Pero la pregunta que debe hacerse cualquier persona con un nivel óptimo de inteligencia y por qué a países como la República Dominicana se le hace tan difícil ocupar esos niveles de desarrollo cognitivo y de un mayor coeficiente de inteligencia.
Es común escuchar a cualquier joven decir en este lado del mundo que para tener dinero no se necesita estudiar, lo cual no obedece totalmente a la verdad, porque en cualquier lugar del universo donde se prioriza la educación, la tecnificación y la buena formación le sirve más que toda la riqueza material que se pueda tener, aunque generalmente la primera garantiza la segunda.
Debe entenderse que las naciones de economía informal, del día a día, de poco desarrollo industrial, el trabajo artesanal es lo que predomina y en consecuencia un país al margen del conocimiento no tiene otras formas que sobrevivir mediante el trabajo rustico y poco tecnificado.
Es decir, que para cualquier país del tercer mundo rebasar su pobreza y precariedades tendrá que insertarse en el mundo del conocimiento, de las ciencias y de las tecnologías, no importa que tantos plátanos y mangos exporte.
Si la República Dominicana quiere tener un desarrollo verdadero, no de palabras y de campañas publicitarias, debe, primero, mejorar la calidad de la inversión del 4 por ciento en educación y empeñarse en superar ese nivel, a fin de que al cabo de algunos años se pueda ver en el espejo de las naciones que hoy exhiben un desarrollo envidiable como Uruguay, Argentina y Chile o tal vez mejor decir como Singapur, Corea del Sur y Japón, entre muchos otros.
La educación, sin lugar a dudas, es la puerta hacia el desarrollo inclusivo, imitemos los ejemplos que tenemos a la vista, pero ello debe estar acompañado de planificación estratégica a corto, mediano y largo plazo, sin lugar a dudas, la principal debilidad de los países pobres y subdesarrollados.
Nadie se atreve a negar el poder de los Tribunales Constitucionales en las democracias del siglo 21. Un buen ejemplo, entre muchos otros, es la sentencia TC/0767/24 que anula por inconstitucional la Ley 1-24, que creaba la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI)
En el campo internacional otro buen ejemplo de ese poder inmedible del constitucionalismo es lo que acaba de ocurrir en Rumania, donde el alto tribunal anuló la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en esa nación europea.
De manera, que ese poder extraordinario se repite regularmente en diferentes naciones del mundo, incluida la República Dominicana, donde el Tribunal Constitucional, como legislador negativo, acaba de dar un plazo de un año al Congreso Nacional para que corrija los errores procedimentales en la aprobación de la Ley 10-15 que modifica el Código Procesal Penal por éstos ser violatorios de la normativa procesal que establece sobre la materia la carta magna.
En realidad, se trata de un fenómeno mundial, dado que el constitucionalismo es prácticamente la guía de las nuevas democracias del mundo.
Todo ello demanda que el Tribunal Constitucional dominicano ponga en primer plano la revisión de las acciones de amparo que son sometidas a la alta corte.
Esperar años para fallar los recursos de revisión de acciones de amparo, incluidas las de cumplimiento y electoral, socaba la credibilidad del Tribunal Constitucional que está llamado a corregir las debilidades de que adolece el sistema de justicia, entre ellas la llamada mora judicial.
No hay una explicación lógica de que el Tribunal Constitucional se tarde hasta dos años para fallar una revisión de una acción de amparo cuando el articulo 102 de su propia Ley orgánica habla de 30 días, cuyas decisiones tardías cuando se producen ya no surten ningún efecto.
Cualquiera se podría preguntar si es que se trata de una manipulación o de un condicionamiento, máxime cuando la revisión de las acciones de amparo persigue corregir cualquier distorsión de los derechos fundamentales, no importa que provenga de los partidos políticos cuando se trata de asuntos electorales.
Sólo mediante esa interpretación se podría entender la tardanza del TC para solucionar un problema que está asociado a violaciones graves de un derecho fundamental como es, por ejemplo, el de elegir y ser elegible.
Es imperdonable que el Tribunal Constitucional someta al justiciable al mismo dolor de cabeza que proviene de la Suprema Corte de Justicia, cuyas sentencias son evacuadas cuando las partes ya han muerto.
Necesariamente hay que preguntarse por qué el TC no quiere poner en cintura a los partidos políticos, pese a que son los que más daños hacen con su conducta a la democracia.
Hay recursos de revisión de acciones de amparo que alcanzan hasta los dos años y todavía no hay una forma de que se produzca un fallo. Se impone resolver esa mora porque al final de cuentas esa falla socava la seguridad jurídica, el principio de legalidad, la credibilidad del Tribunal Constitucional y de todo el sistema de justicia nacional.
No hay lugar a dudas que la tardanza del Tribunal Constitucional para fallar los recursos de revisión de las acciones de amparo representa un desequilibrio en la alta corte que debe ser corregido a la mayor brevedad posible.
Se impone que el TC se ajuste al mandato de su ley orgánica, la 137-11, para que preserve su credibilidad, porque no se puede ser estricto para hacer cumplir la Constitución en algunos casos, pero no así para otros. Esa debilidad del TC es comprobable con la celeridad que muchas veces conoce la acción directa de inconstitucionalidad, pero relega a años las revisiones que tienen que ver con el amparo, sobre todo cuando se trata de asuntos electorales que involucran violaciones cometidas por los partidos políticos.