De portada
Doble moral, sofismas y el discurso aparentemente eficiente, pero sin una solución real y efectiva.
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La doble moral, los sofismas y el discurso aparentemente muy eficiente para explicar los fenómenos sociales, económicos y políticos, pero sin aportar ninguna solución real y práctica.
El expresidente Leonel Fernández desde hace años se proyecta como un experto hasta para explicar de dónde viene y como se puede combatir el coronavirus, pero durante los años que gobernó el país no tuvo soluciones reales y palpables a la mayoría de los problemas nacionales.
El Covid-19 ha creado un ambiente muy propicio para que el exjefe de Estado se la luzca con una serie de teorías que en realidad no valen de mucho, porque si él no pudo darles salida a problemas tan graves como el de la corrupción administrativa desde el poder, mucho menos podrá lograrlo desde fuera de él, a menos que sea para plantear sólo teorías para exhibir conocimientos.
El exmandatario ahora se planta con la demanda de que los cancelados del Instituto Nacional de Atención Integral a la Primera Infancia (INAIPI) sean procesados por los tribunales ordinarios, pero nunca pidió lo mismo para los que desde su entorno se enriquecieron descarada y vulgarmente con millones y millones de pesos, pese que ello tampoco justifica la conducta delincuencial de los expulsados de la mencionada institución oficial.
En su afán de vender lo que no puede dar el expresidente Fernández hace un recorrido por los programas de televisión para hablar del coronavirus y de todo lo que se inscribe en asuntos de la ciencia, pero recurre a la misma conducta a que tiene acostumbrados a los dominicanos.
Se trata de esgrimir un discurso que el doctor Fernández nunca ha podido aplicar desde la Presidencia de la República, desde cuya posición siempre se convirtió en un experto para irse a una cumbre de no aliados en Cuba y desde ahí volar hacia Washington para entonces tomar la bandera de los alineados, es decir, adoptar una posición diametralmente opuesta.
Siempre ha sido como una contradicción permanente, que se enmarca en un discurso ideal, pero con una práctica irreal y desacertada y lo mismo podría decirse de lo que ha sido un comportamiento de promotor de primer orden del neoliberalismo, pero alrededor de los enemigos de esta corriente del pensamiento económico.
En República Dominicana aplicó políticas neoliberales cuando estuvo en la presidencia, pero cuando pisaba tierras de Venezuela entonces era opuesto a esta corriente del pensamiento que tanto daños causa a los pueblos y se exhibía como un aliado natural del líder de esa nación sudamericana, Hugo Chávez.
Desde el discurso de la contradicción, la invención y de los argumentos contraproducentes el doctor Leonel Fernández apela a cualquier mentira para hablar de las suspendidas elecciones del pasado 16 de febrero, durante cuyo proceso esgrimió como argumento unos supuestos algoritmos y unos hackes indios y de otras nacionalidades que parece que fueron partes de una buen estructurada historia propia de un buen cuentista en el marco de una novela sobre la base de un desastre nacional.
Ese argumento del doctor Fernández acaba de ser desmentido por la Organización de Estados Americanos (OEA), cuya investigación arrojó como resultado que el desastre fue una consecuencia de un manejo equivocado de los equipos usados para el voto automatizado.
Sin embargo, el descaro político de dirigentes de la Fuerza del Pueblo es solicitar que el Gobierno le pida una disculpa, pese a que todo el mundo se ha convencido de que tanto el sector oficial y los que se inventaron los hackes han quedado muy mal parados frente al pueblo dominicano.
Si fueran por las teorías del expresidente Fernández, la República Dominicana fuera el país con prácticamente todos su problemas resueltos, incluida la corrupción administrativa, a pesar de que sus elucubraciones son reflexiones de uno de los más grandes promotores de lo mal hecho.
El doctor Leonel Fernández ahora busca hacer el papel del maestro y el más autorizado para hablar de todo, pero al propio tiempo el que no tiene las herramientas para llevar a la práctica y a la realidad sus teorías, porque a pesar de que las mismas puedan tener lógicas desde la perspectiva del político sus argumentos no son más que un entretenimiento mediante un ejercicio del sabelotodo, pero que cuando de la solución se trata todo se queda en el campo de la utopía y del sueño irrealizable