La crisis ética ha arrastrado consigo a muchos dirigentes de la izquierda latinoamericana, cuya visión de amplios sectores de la comunidad internacional les atribuían una conducta apegada a una serie de principios morales.
Luís Ignacio Lula Da Silva es el mejor exponente del deterioro y el abandono de la ética de muchos de los políticos de izquierda de nuestra querida América Morena.
La convicción de muchos de que los políticos de izquierda son más éticos que los que pertenecen a la derecha, tiene mucha lógica desde nuestro punto de vista, en virtud de que el que pertenece a la derecha generalmente está estrechamiento vinculado a unos intereses muy dañinos para los pueblos latinoamericanos y de otros lugares del mundo.
Generalmente la derecha promueve un tipo de pensamiento político, social y económico que se constituye en una verdadera retranca para el avance de nuestras naciones de economía subdesarrollada.
Para sólo citar un ejemplo, está lo que muy bien se podría llamar una estocada para la felicidad de la gente y ésto no es más ni menos que el neoliberalismo, una fórmula que busca despojar al Estado de administrar recursos públicos para el bienestar de sus pueblos.
Pero otras propuestas y programas de la derecha que constituyen una negación de que los mercados están constituidos por seres humanos, pero los que preconizan esta corriente sólo valoran el peso o la moneda y para cuyo propósito promueven la imposición de una serie de anti-valores que daña a la gente en su instinto natural de practicar la solidaridad, la reciprocidad y la hermandad.
Sin embargo, muchos de los cuadros de la izquierda de latinoamericana han escogido el camino equivocado luego de llegar al poder y cambian su trayectoria de vida de defensa del bien general por conductas que lesionan gravemente los intereses de las grandes mayorías nacionales.
Por eso podemos observar que el caso Lula Da Silva no es el único de los cuadros de las izquierdas, porque ésta corriente del pensamiento político ha entrado en la práctica de una conducta ética y moral que ya no los distancia del mal proceder de la derecha.
Tanto es así, que en el caso de la República Dominicana la izquierda forma parte de una cadena corrupta y de complicidad que se expresa en las instancias más bajas, medias y altas del Estado dominicano.
Los representantes de la izquierda dominicana llegan a ocupar regidurías, diputaciones y otras posiciones públicas a la sombra de partidos que están estrechamente vinculados a los peores intereses del país.
Lula Da Silva es un referente muy importante de la izquierda mundial y al propio tiempo de la degeneración que sufre esta corriente del pensamiento político por sus vínculos a uno de los peores flagelos que padece el universo, como lo es la corrupción.
Lula Da Silva está atrapado entre su pasado de obrero metalúrgico y buen presidente y su presente de protagonista de uno de los escándalos de corrupción que más ha afectado el patrimonio público en América Latina.
Se impone una nueva forma de hacer política, sin que necesariamente se tenga que ser abanderado de la derecha o de la izquierda, sino de un pensamiento social y político que tenga como bandera el restablecimiento de valores, de la ética y la moral, hoy secuestradas por los que controlan el Estado y aquellos que buscan sustituirlos a través de unos partidos políticos corrompidos hasta más no poder.