Las culturas, sean buenas o malas, constituyen una forma de vida que podrían ser auto destructivas o una garantía para un futuro promisorio.
En otras ocasiones este periódico ha abordado cómo los pueblos que heredaron como parte de su cultura la religión católica, apostólica y romana se comportan y también aquellos que se adhirieron a la anglo-protestante.
Cuando Martín Lutero decide crear el protestantismo en el año 1517 no fue más que una respuesta a las tantas riquezas materiales que tenía España en América y ello provocó incluso una declaración de guerra, en la que no hubo otro motivo que el económico.
Exactamente, esa guerra que fue el resultado de una alta planificación de aquellas potencias europeas se adueñaron de la mayoría de las riquezas de España en el continente americano.
Esa es la cultura que arrastran los pueblos latinoamericanos hasta estos días, lo cual aún constituye una seria amenaza para su crecimiento y desarrollo.
Es como si se tratara de una cultura auto-destructiva, porque ¿cómo se puede entender que un país no pueda tomar medidas para evitar su destrucción, ya sea por un fenómeno social o natural?
Por esta razón la corrupción en los pueblos que fueron colonias españolas es un tema consustancial a su propia vida, sin querer decir que en el país anglo protestantes no se da el fenómeno, pero en mucho menor medida, es decir, que no se trata de un problema general.
Este detalle viene a la memoria en virtud de que en la República Dominicana los expertos llevan años con la advertencia del peligro que implica el manejo poco idóneo de los recursos naturales, como el agua.
De igual modo, son innumerables los llamados para que en el país se obligue a que las edificaciones, sobre todo ante el crecimiento vertical desordenado, a que se rijan por un código anti-sísmico, que respondan al reglamento sobre la materia.
Lo que pasa es que la corrupción pesa más que cualquier disposición que busque regular la vida de los dominicanos, cuya impunidad termina imponiéndose y reglamentado la sociedad en función de esos intereses.
Y todo termina hecho pedazos.
Ahora el tema es la irresponsabilidad con que las autoridades han manejado la amenaza que implica la ocurrencia de un gran terremoto en el país, pero ayer fue la escasez de agua que envía el mensaje de que la nación podría sufrir una sequía que arranque muchas vidas humanas, animal y vegetal.
Este drama y otros que están ahí pendientes, son una muestra del daño que nos ha hecho la cultura de la falta de planificación y de la improvisación, acompañada de la corrupción y la impunidad, dos fenómenos realmente destructivos de cualquier sociedad.
A Dios que reparte suerte!