La escogencia de los cinco nuevos jueces del Tribunal Constitucional, incluido su nuevo presidente, representa una nueva amenaza al peligro que constituye la falta de institucionalidad de que adolece el Estado dominicano.
El Tribunal Constitucional es un órgano vital para fortalecer la seguridad jurídica que debe prevalecer en la nación, de la cual depende incluso el futuro de la inversión extranjera, elemento vital para el crecimiento económico.
El hecho de que ya surjan tantas dudas de los jueces que pasan a formar parte del Tribunal Constitucional, se convierte en una debilidad muy grande para una nación que no sale de la incertidumbre que crean los partidos políticos, causantes de todos los males nacionales.
Y la verdad es que la elección de los cinco jueces del T.C. parece acercarse mucho a la búsqueda de una justicia complaciente o por lo menos que para su escogencia no ayude el proceso de institucionalidad que debe vivir el país para consolidar la democracia nacional.
Por qué no decirlo que la elección que ha hecho el Consejo Nacional de la Magistratura deja mucho que desear y que si se parte de algunos de los elegidos se puede colegir que algo falló o fue manejado para fortalecer los antivalores nacionales.
De cualquier modo, los nuevos jueces del Tribunal Constitucional tendrán que hablar por sentencias y si no se manejan apegado al principio de razonabilidad sus resultados impactarán su hoja de vida y el legado que dejarán a la sociedad y a sus familias.
En el país no hay un solo escenario que genere la certeza de que por lo menos existe el interés de pensar en el futuro de la nación, sino que donde quiera aparecen los intereses más perversos y dañinos para una nación que sólo sabe de sufrimientos y de acciones equivocadas y distorsionadas.
Sólo uno de los seleccionados basta para darse cuenta que no ha habido el suficiente cuidado para evitar que la gente no confíe en un tribunal tan vital para el respeto de los derechos constitucionales y fundamentales y en consecuencia todo indica que se retrocede en un sistema como el de justicia que se supone que es una garantía para preservar el estado de derecho y la democracia.
No luce que la sociedad dominicana haya salido gananciosa del proceso de elección de los nuevos jueces del Tribunal Constitucional, lo cual es deducible por algunos de los escogidos, quienes han estado más vinculados a la politiquería que a la trayectoria a tomar en cuenta para ser juez de un Tribunal tan importante como el Constitucional.
La cuestión estriba en que los protagonistas de la escogencia de los cinco nuevos jueces del Tribunal Constitucional no se dan cuenta del daño que le infringen a la sociedad dominicana, porque esa es una forma de poner a depender las ancias de justicia de personajes seriamente comprometidos con la partidocracia, principal distorsión del sistema democrático nacional.
Y no es que sea algo exclusivo de los que ahora tienen el control del Estado, sino que es lo mismo de otros que antes han tenido el mismo privilegio y que no hay forma de que rectifiquen sus errores, porque ellos viven más de la politiquería que de defender los mejores intereses de República Dominicana.