Por Alex Amaro
A diferencia de otros colectivos, el de los dominicanos de ascendencia haitiana se enfrenta, en su propio país, a terribles desigualdades sociales, culturales, económicas, políticas y jurídicas que agravan las condiciones de exclusión y marginalidad en que se encuentran, dificultando enormemente las posibilidades de rebasar el circulo de la pobreza y de poder construir su vida en condiciones dignas, o al menos en las mismas condiciones en que lo hace el resto de la población dominicana.
El peso de la cultura y la política anti-haitiana impuesta por la maquinaria racista, xenófoba y pro-hispánica del trujillismo se ha perpetuado hasta nuestros días, teniendo en Joaquín Balaguer y Vincho Castillo su principal soporte discursivo, y sus partidos políticos, el PRSC y la FNP, las estructuras ideológicas y organizativas que educan, forman y preparan a los rabiosos cachorros, xenófobos, racistas y anti-haitianos encargados de ladrar permanentemente contra la justicia y la democracia.
De manera sorprendente éste discurso antisocial y que niega los derechos de un importante segmento de la población dominicana nacida en la pobreza extrema, ha logrado encontrar espacio dentro del Partido de la Liberación Dominicana, el que ha cedido ante el PRSC y la FNP aspectos políticos y constitucionales claves para garantizar o negar los derechos de los dominicanos de ascendencia haitiana.
El 26 de enero de 2010 se proclama la reforma ultraconservadora de la constitución y se hiere de muerte a la justica y a la democracia de la República Dominicana. Leonel Fernández y el PLD, llevados de la mano de la derecha reformista y de los ultraconservadores de la FNP, aniquilan la posibilidad de que los dominicanos de ascendencia haitiana adquieran, ejerzan y disfruten plenamente la nacionalidad dominicana sin mayores contratiempos.
Desde entonces el racismo institucional pasa a tener rango constitucional, oxigena a los radicales anti-haitianos y dispara las manifestaciones racistas y xenófobas en gran parte del país, sin que éstas encuentren una respuesta social y política contundente en los llamados sectores democráticos y progresistas. Parte de la izquierda política y social ha respondido con suma tibieza ante los hechos o sencillamente algunos no se han pronunciado.
Sin embargo la lucha de los dominicanos de ascendencia haitiana está cobrando unas dimensiones políticas y sociales sin ningún precedente desde que éste colectivo empezara a gestarse y a organizarse como sujeto político a principios de los años 70s. Al parecer el cambio generacional, el desarrollo organizativo, la mejora de la instrucción académica y política, pero sobre todo el desarrollo de su sentido de pertenencia al país están perfilando la potencialidad de los nuevos actores de éste movimiento.
La determinación mostrada por parte de los dominicanos de ascendencia haitiana para enfrentarse a las injusticias que se les imponen amparadas en el poder del Estado dominicano evidencia el carácter democrático y progresista de su lucha. Por lo que deben contar con el respaldo de todos los sectores que así mismos se definen como democráticos, progresistas y de izquierda.
La lucha de los dominicanos de ascendencia haitiana, reivindicando su pleno derecho a la nacionalidad dominicana, evidencia el carácter inconcluso de nuestra democracia y la vigencia de las luchas sociales a favor de las libertades y los derechos civiles. Pero sobre todo expresa su irrenunciable sentido de pertenencia al país.
Conseguir el reconocimiento de la nacionalidad y de la ciudadanía plena para los dominicanos de ascendencia haitiana quebraría uno de los pilares de la marginalidad y la exclusión en la República Dominicana, significaría un punto de inflexión favorable en el combate contra la pobreza y, en la superación de la cultura de la pobreza y la derrota asimilada por los sectores populares, con terribles consecuencias para el progreso de la luchas sociales y la regeneración de la democracia en el país.