El nacimiento de la Marcha Verde ha llenado de esperanza a los dominicanos, sobre todo a los que lucen muy preocupados por la epidemia de corrupción que parte desde el Palacio Nacional, entra a un amplio sector del empresariado, se extiende hacia una buena parte de los medios de comunicación y luego se convierte en un cometa, porque nadie sabe dónde termina.
La Marcha Verde, sin lugar a dudas, controlada por una clase media, que se expresa a través de un nuevo rostro nacional, debe cuidarse de no contaminarse con la politiquería que promueven muchos de los partidos de la oposición, tanto de izquierda como derecha, lo cual podría aprovechar el gobierno de turno para desautorizar tan importante mecanismo de expresión popular.
Los dirigentes o cabeza de la Marcha Verde no pueden impedirle a nadie que se integre a la misma porque haya sospecha de una conducta inmoral o cuestionable, porque ésta no puede convertirse en fiscal ni juez.
La Marcha Verde debe y tiene que ser lo suficientemente abierta a todas las corrientes del pensamiento y la única condición es que el que se integra a la misma participe libremente en cada una de sus actividades, pero reiteramos que debe cuidarse de que los dirigentes o líderes de los partidos la aprovechen en favor de su causa, dado que ahí podría comenzar la pérdida de su parte más atractiva que tiene que ver con su sabor a pueblo al margen de intereses partidaristas.
En más de una ocasión se ha hablado del proceso de transición que debe darse en la Marcha Verde con su conversión en partido político, la cual no debe trascender la frontera de lo que debe ser un movimiento social que se crea sobre la base de combatir el peor flagelo que hoy golpea a la República Dominicana como lo es la corrupción y la impunidad.
Quién puede negar que la Marcha Verde no tiene un filtro para excluir aquellos rostros que dañan el movimiento y que tienen algún compromiso con la corrupción y la delincuencia, pero de lo que sí puede estar seguro el pueblo dominicano que esos cuestionables no constituyen el elemento principal de la Marcha Verde.
Nadie puede negar que hay muchos infiltrados en la Marcha Verde, pero éstos, reiteramos, no juegan un papel principal, sino de simple participantes, lo cual también habría que decir de los políticos profesionales, que viven de esa actividad, que se han integrado porque buscan beneficiarse con el carácter masivo de la misma, a fin de que en términos de popularidad se les pegue algo.
Que nadie tenga la menor duda de que los corruptos y los funcionarios del Gobierno buscarán una y mil razones para atacar, desacreditar y desautorizar la Marcha Verde, porque la misma hoy día constituye el principal dolor de cabeza de los promotores de la corrupción y la impunidad.
Los dirigentes de la Marcha Verde deben mantener a raya a los principales dirigentes de los partidos de la oposición y a personas comprometidas con la delincuencia organizada y con conductas que dañan mucho una expresión popular tan auténtica y de una amplia cobertura social.
Cuidado con los malos que están por doquier, tanto en el Gobierno como en la oposición, porque nadie que tenga la más mínima duda de que los males del país son integrales y que la lucha política y social, muchas veces, no trasciende el interés de “quítate tu pa ponerme yo”, expresión popular que es aplicable a todos, absolutamente a todos, hasta prueba en contrario.
Ojalá se mantenga el color de la esperanza, el verde, en este movimiento social que es definitivamente esperanzador y que augura un futuro por lo menos de una fuerte presión en contra del flagelo que ha impedido que el pueblo dominicano tenga derecho al trabajo, a la comida, a la salud y a una buena educación.
Ojalá el cambio moral y ético en la sociedad dominicano no sea un asunto de un largo plazo, sino de un proceso relativamente corto para que de esa manera se reconstruya la República Dominicana sobre una base que implique la erradicación de la corrupción y la impunidad.