De portada
La empresa de mayor rentabilidad económica es convertirse en candidato presidencial con vocación de poder.
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Por Elba García
Los ejemplos en la República Dominicana son numerosos, sobre todo porque la mayoría, por no decir prácticamente todos, los candidatos presidenciales provienen de la clase media, es decir, personas que no tienen grandes fortunas y que lo más que han tenido es un ejercicio profesional relativamente exitoso.
Sin embargo, en esta regla hay dos candidatos que lograron la meta de alcanzar la presidencia de la República, pero que nadie les puede atribuir que obtuvieron grandes fortunas personales a través de la política.
Otro presidente que no se le conocía fortuna económica, pero que era un experto en generar recursos por su condición de aspirante presidencial con una real vocación de poder, fue el licenciado Jacobo Majluta, quien nunca ganó unas elecciones presidenciales, pero participó de forma muy destacada en el propósito de alcanzar la llamada silla de alfileres.
Sin embargo, el asunto da un giro en el país cuando se intensifica la corrupción administrativa y que el dinero del narcotráfico y de otras actividades del bajo mundo entra a la actividad política y que de alguna manera contamina el Estado, sobre todo después del país pasar de además de un puente a un mercado importante de estupefacientes.
De manera, que el dinero del bajo mundo entra a la actividad política a nivel no sólo de la candidatura presidencial, sino de los que buscan llegar al Congreso Nacional y los ayuntamientos, tanto es así que ha sido poco lo que se ha disimulado en esta materia en el país.
La explosión en términos de los aspirantes presidenciales que aprovecharon la campaña electoral para acumular riquezas, se inicia con mayor notabilidad durante las aspiraciones de Leonel Fernández, quien de ser un profesional del derecho sin mucho éxito en esta materia anuncia al país en el 1996 que era millonario en los devaluados pesitos dominicanos.
Empero, el caso que tal vez más llama a la atención es el del presidente Luis Abinader, quien durante una entrevista con Jorge Ramos de la cadena Univisión, fue llevado a revelar que su fortuna personal alcanzaba a algo más de un millón de dólares y en cuestión de un tiempo relativamente corto aparece como el presidente más rico de Latinoamérica.
Vistos estos casos hay que concluir que las grandes fortunas de algunos candidatos presidenciales tienen su explicación en dinero que proviene de los grupos económicos, el bajo mundo y de todas las distorsiones que se producen en un país como la República Dominicana, donde no hay controles de nada y cuyo nivel de institucionalidad se presta para vender lo que no existe y ser exitoso con sólo acogerse a la cultura de la apariencia que arropa a toda la nación.