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La empresa de mayor rentabilidad económica es convertirse en candidato presidencial con vocación de poder. – La Republica Online

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La empresa de mayor rentabilidad económica es convertirse en candidato presidencial con vocación de poder.

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Por Elba García

La conversión de cualquier persona en candadita presidencial de un partido político  con  posibilidades de alcanzar el poder,  aunque no llegue a la meta de ocupar la posición política y pública más alta, generalmente se baña de papeletas de dinero de diferentes procedencias.

Los ejemplos en la República Dominicana son numerosos, sobre todo porque la mayoría, por no decir prácticamente todos, los candidatos presidenciales provienen de la clase media, es decir, personas que no tienen grandes fortunas y que lo más que han tenido es un ejercicio profesional relativamente exitoso.

Sin embargo, en esta regla hay dos candidatos que lograron la meta de alcanzar la presidencia de la República, pero que nadie les puede atribuir que obtuvieron grandes fortunas personales a través de la política.

Se trata de Joaquín Balaguer y el profesor Juan Bosch, cuya diferencia entre ambos fue que el primero avaló y sirvió de padrino para que determinados personajes de su gobierno se enriquecieran, entre los que se podían citar a Guaroa Liranzo, entre otros, pero no ocurrió así con el fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), quien fue rabiosamente honesto y celoso en el manejo de los recursos públicos.

A otro que tal vez no se le puede atribuir acciones para acumular fortuna personal fue a Don Antonio Guzmán Fernández, quien era indicado como poseedor de una riqueza que nunca fue realmente comprobada y tampoco parece que recibió grandes donaciones económicas durante su campaña electoral, aunque siempre es así.

Otro presidente que no se le conocía fortuna económica, pero que era un experto en generar recursos por su condición de aspirante presidencial con una real vocación de poder, fue el licenciado Jacobo Majluta, quien nunca ganó unas elecciones presidenciales, pero participó de forma muy destacada en el propósito de alcanzar la llamada silla de alfileres.

El doctor Salvador Jorge Blanco, un ejemplo de acumulación de una alta popularidad como candidato presidencial, quien se había destacado como un excelente profesional del derecho de la ciudad de Santiago, es otro de quien  en realidad no hay constancias de que haya recibido grandes sumas de dinero como aspirante a la jefatura del Estado.

Sin embargo, el asunto da un giro en el país cuando se intensifica la corrupción administrativa y que el dinero del narcotráfico y de otras actividades del bajo mundo entra a la actividad política y que de alguna manera contamina el Estado, sobre todo después del país pasar de además de un puente a un mercado importante de estupefacientes.

De manera, que el dinero del bajo mundo entra a la actividad política a nivel no sólo de la candidatura presidencial, sino de los que buscan llegar al Congreso Nacional y los ayuntamientos, tanto es así que ha sido poco lo que se ha disimulado en esta materia en el país.

Hipólito Mejía es otro candidato  que llega a la presidencia de la República prácticamente desde la nada y que en realidad no se le conocía ninguna fortuna, pero hay quienes sostienen que este político, que inició su carrera  desde la secretaria de Agricultura de la época, exhibe un poder económico que no hay formas convincentes de cómo pudo haber ser adquirido.

La explosión en términos de los aspirantes presidenciales que aprovecharon la campaña electoral para acumular riquezas, se inicia con mayor notabilidad durante las aspiraciones de Leonel Fernández, quien de ser un profesional del derecho sin mucho éxito en esta materia anuncia al país en el 1996 que era millonario en los devaluados pesitos dominicanos.

La acumulación económica de Fernández pareció no detenerse cuando declaró que poseía la suma de algo más de 17 millones de pesos y luego fue seguido por Danilo Medina de su mismo partido, ambos de una procedencia que puede decirse humilde, hasta llegar a cuando el dinero del bajo mundo entra con mucha fuerza en las campañas electorales.

Empero, el caso que tal vez más llama a la atención es el del presidente Luis Abinader, quien durante una entrevista con Jorge Ramos de la cadena Univisión, fue llevado a revelar que su fortuna personal alcanzaba a algo más de un millón de dólares y en cuestión de un tiempo relativamente corto aparece como el presidente más rico de Latinoamérica.

Abinader habla de una fortuna en paraísos fiscales que pocas personas le han dado importancia a ese detalle, pero el mandatario dice tener unos 76 millones de dólares, es decir, unos 4 mil 300 millones de pesos, pero hasta donde se sabe todavía no ha habido ninguna de determinación de herederos del patrimonio de su padre.

El asunto es que los candidatos presidenciales reciben altas sumas de dinero por concepto de contribución a la campaña electoral, cuya comprobación se puede hacer con la revelación hecha por el abogado Angel Lockward de que donó a la campaña de Luis  Abinader la suma de 400 millones de pesos y hasta el momento el actual mandatario no ha negado esa afirmación de uno de los imputados de un fraude en contra del Estado que llega a más de los 19 mil millones de pesos.

El asunto es que quién no sabe en este país que Lockward no ha sido heredero de una gran fortuna económica y que esa donación a Abinader tiene que tener una procedencia como la que se ha develado ahora con el caso de corrupción en que esta involucrado, pero que además ya había sido imputado en otros similares.

Vistos estos casos hay que concluir que las grandes fortunas de algunos candidatos presidenciales tienen su explicación en dinero que proviene de los grupos económicos, el bajo mundo y de todas las distorsiones que se producen en un país como la República Dominicana, donde no hay controles de nada y cuyo nivel de institucionalidad se presta para vender lo que no existe y ser exitoso con sólo acogerse a la cultura de la apariencia que arropa a toda la nación.

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