Muerte de Johnny renovó sensibilidad humana, que, si bien no había desaparecido, por lo menos estaba dormida.

Son muy pocos los que no han llorado en estos días con la muerte de este ícono de la música, de un ídolo latinoamericano, cuya carta de presentación era  el merengue, que es la bandera de la dominicanidad.

Es impresionante ver como la gente ha llorado a Johnny Ventura, aun aquel que nunca lo vio físicamente, pero que escuchó y bailó la música del principal exponente del merengue, del más alegre y de un hombre que amó profundamente a la República Dominicana.

Hacía muchos años que no se veía al pueblo dominicano llorar desconsoladamente a un ídolo, tal vez comparable o por encima del amor y el reconocimiento recibido por los más grandes líderes del país.

Personas de todos los estratos sociales, desde el presidente de la República, hasta el más humilde de los dominicanos, han llorado cada uno desde su nido, desde sus hogares, desde su hábitat, a ese gigante de la música que hoy se va, pero que también se queda en los corazones y el alma de todos los que le agradecen la alegría y los aportes hechos.

Lo ocurrido con Johnny Ventura trasciende las cosas comunes y corrientes, para convertirse en algo extraordinario, imperecedero, pero además merecido, porque fueron muchas décadas de entrega y sacrificio por lo que ¨amaste¨ y  ¨defendiste¨.

Johnny Ventura ya hizo su fila en una vida de sufrimientos, alegrías y tristezas, de éxitos y de fracasos, pero ha triunfado el orgullo y la dignidad del  dominicano, porque no era que esta estrella de la música no cometió errores como todos, empero  su obra fue tan grande que eclipsa cualquier debilidad humana.

Johnny cosechó una gratitud de los dominicanos que pocos han tenido el privilegio de recibirla, pero no era para menos, porque lo dio todo por su gente, por su patria.

Difícilmente la vida de Johnny Ventura es  para recordarse durante  toda la eternidad, porque este icono de la música no hay forma de que muera en la memoria de la gente, porque su obra no hay manera de que pueda ser olvidada o soslayada.

Johnny Ventura no hay dudas de que jugó su papel como hombre artista, político y como ser humano, que dio más que lo que recibió.

Las lágrimas fueron muchas cuando llegó el momento de su sepultura, porque se trata del momento más doloroso del velatorio de un ser de la dimensión de Johnny Ventura.

A partir de la desaparición física de Johnny Ventura se impone que en el país se retome la sensibilidad humana perdida, no dejar de llorar, de sentir y de amar a los demás como una forma de mejorar la calidad de vida de los dominicanos.

No se ha ido y sé que se queda con nosotros porque su repertorio es inagotable y para todos los gustos, lo cual garantiza que no perezca la versión musical que identifica la dominicanidad, la esencia de la razón de la existencia de un país llamado República Dominicana, el merengue.