Opinión
La pasión por cargos públicos
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Por Miguel Guerrero
Balaguer solía designar en posiciones técnicas a personas sin el debido conocimiento de los asuntos relacionados con el cargo y casi siempre se las aceptaban. Lo que importa es estar arriba, aunque implique un sacrificio. Nos gusta sabernos importantes, con chofer y guardaespaldas, a sabiendas muchas veces de que son los lleva y trae. El desempeño de un alto cargo público implica la posibilidad, casi segura, de quedar expuestos a vejámenes y alusiones insidiosas cuando algo no funciona, ya del Águila desde la altura donde vuela y no le alcanzan las maldiciones a sus decisiones, o de aquellos que en las redes dejan verter sus miserias interiores.
Gente que tiene de qué vivir mendiga posiciones y renuncia incluso a la tranquilidad del trabajo y del hogar, en la creencia de que la fama y el reconocimiento vienen con un puesto. Y la admiración que genera una silla importante en la administración, en el Congreso o la municipalidad, fomenta y abre resquicios al ingreso de dinero sucio en las campañas, y hace posible un gasto electoral hasta cuatro veces lo que se ganaría en un periodo en la posición alcanzada.
Y esa debilidad nacional por estar arriba, cueste lo que costare, es lo que nos ha hecho tan difícil el tránsito hacia una democracia real de auténtico valor social.