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Protesta violenta en Brasil es modelo de lucha política que es réplica de intolerancia política de la ultraderecha norteamericana. – La Republica Online

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Protesta violenta en Brasil es modelo de lucha política que es réplica de intolerancia política de la ultraderecha norteamericana.

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Miles de seguidores del derrotado presidente de ultraderecha Jair Bolsonoro de Brasil ocuparon los tres poderes del Estado en una reproducción al pie de la letra de lo ocurrido en los Estados Unidos por los partidarios de un personaje siniestro como Donald Trump.

Los radicales de ultraderecha buscaron crear los mismos daños a instituciones que deben ser sagradas de las naciones, como son el Congreso, la justicia y la casa presidencial, pero que los destrozos causados hablan muy claro de la vocación y la radicalización de sectores que perdieron las elecciones en buena lid primero en Estados Unidos y ahora en el Brasil.

Este modelo de lucha se constituye en una negación de los sistemas medularmente democráticos, ya que la vía para determinar el gobierno que el ciudadano de cualquier país se busca dar tiene que ser primero a través de un debate de las ideas y segundo mediante la votación, la cual descansa en el derecho constitucional de elegir y ser elegible.

 Sin embargo, los seguidores de Donald Trump y de Bolsonaro entienden que a la contienda electoral sólo se va a ganar y no a perder y en consecuencia para esas atrasadas y antidemocráticas ideas se busca no sólo disentir de los que ganaron, sino también de impedir que ascienden al poder en contraposición de los mandatos y las reglas de la democracia.

Lo grave de esta conducta y comportamiento es que además esas acciones se constituyen en una grave y peligrosa amenaza de la poca o mucha institucionalidad que haya logrado un país, las cuales se circunscriben por el momento a los Estados Unidos y ahora con la réplica de Brasil, cuyos manifestantes abiertamente han pedido a las Fuerzas Armadas que impida el ejercicio del poder a los que legítimamente fueron elegidos para dirigir los destinos nacionales.

El no enfrentar con la dureza que demanda el caso las referidas protestas e incluso las que se puedan producir a partir de ahora se podría estar hablando de un modelo de disentir que se podría extender a prácticamente todos los países del mundo, pero principalmente hacia las naciones del llamado tercer mundo, las cuales tienen una larga tradición de gobiernos dictatoriales y de ultraderecha.

El asunto es que este comportamiento podría generalizarse y representar una amenaza para todas las democracias del planeta, cuyo sistema político es el más preconizado y recomendado en lugares donde hay una marcada debilidad e incluso falta de credibilidad de este modelo político.

La conducta de estos ultraderechistas no se trata de un juego, sino de una desviación de lo que se podría llamar como la legitima lucha política de todos los sectores que conforman la vida del conglomerado de naciones de la comunidad internacional.

Desde hace ya mucho tiempo que este periódico advirtió del peligro que encierra la forma equivocada de canalizar las ideas políticas por parte de la ultraderecha, porque es que para ella las elecciones sólo tienen sentido cuando permite que tenga ganancia de causa, cuyo método de no estar de acuerdo con el contrario, constituye una aberración que lesiona el estado de derecho y la democracia.

Lo mejor que ha sucedido ante la amenazante desviación  de los seguidores de Bolsonaro y Donald Trump es que amplios sectores de la comunidad  internacional les han salido al frente a estos negadores de los principios que rigen la democracia, en la que no sólo tienen derecho a participar  y gobernar  las mayorías, sino también las minorías, lo cual ocurre regularmente con alternabilidad como se ha producido ahora en Brasil y como se concretó en los Estados Unidos.

Detener estas conductas antidemocráticas, que envían el mensaje de que es la única que tiene el derecho de ganar elecciones y gobernar las naciones es la ultraderecha, es de primer orden por lo que  representa  ponerle una camisa de fuerza a los ciudadanos  y eliminar las opciones que deben existir en todo proceso electoral.

Si la institucionalidad no se impone al caos promovido por la ultraderecha se puede asegurar que la violencia, la intolerancia y la ingobernabilidad prevalecerán en todas las naciones del mundo y sólo el rechazo unánime del que ama la paz y el orden podrá evitar que estas cosas tomen fuerza y que el mundo se vuelva invivible.

Se impone que la sanción para la ultraderecha y los antisociales que promueven estos eventos intranquilizadores sea lo suficientemente severa para salvar los principios democráticos que rigen la mayoría de las naciones, cuyo sustento descansa en sus derechos constitucionales y todos los convenios firmados por los Estados que refuerzan el derecho a disentir políticamente de los demás, lo cual es un aspecto muy importante del estado de derecho.

Se debe advertir que tanto Donald Trump como Jair  Bolsonaro  son dos malos, muy malos ejemplos, para los sistemas políticos que operan en el marco de la pluralidad que actualmente prevalece en  todas las naciones  y entonces es vital que haya una respuesta que detenga estas desviaciones que ponen en peligro el sistema democrático.

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