La República Dominicana es un país con perfiles muy similares o iguales a aquellas naciones con un Estado prácticamente colapsado o inviable.
Esta afirmación no es el resultado por lo ocurrido ahora con el sabotaje o el acto vandálico en el Aeropuerto Internacional de las Américas, sino por el fracaso que ha significado para el pueblo dominicano el manejo por parte de los partidos políticos de todos los poderes del Estado.
En un país donde no hay planes para nada y en el que mucho menos existe la conciencia social para contrarrestar los males que impiden su buen desempeño, no se puede esperar otra cosa que su fracaso.
La República Dominicana está llena de gente que sólo persigue fortuna, los más encumbrados a través del lavado de activos, el contrabando y la corrupción en contubernio con el sector oficial y los de abajo con la persecución de un sueño que descansa en el juego de azar.
Por esta razón se impone restablecer en el país la cultura del trabajo, porque la persecución de fortunas por prácticamente todos ha hecho que la mayoría se incline por la vida fácil a partir de los ejemplos que tienen a la vista.
La corrupción de cuello blanco como la que se produce en la parte más baja de la pirámide social cada día toma cuerpo y estimula a que la gente no quiera hacer las cosas bien hechas y trabajar en favor del país.
Todos los antivalores que promueven y refuerzan estas distorsiones provienen del comportamiento de los partidos políticos y naturalmente de la herencia histórico-cultural que se fundamenta en el machismo, el patriarcado, el jefismo, el caudillismo y otros tantos que constituyen una verdadera desgracia nacional.
Estos problemas, agregados a la falta de planificación y a la construcción de un Estado que trabaje a futuro envía un mensaje peligroso cada día, amenazante incluso de la estabilidad económica y emocional de la población.
Lo ocurrido en el Aeropuerto Internacional de las Américas es sólo una muestra de los peligros que amenazan la nación con el predominio de la cultura de la improvisación que impide que se tomen las medidas pertinentes, no bien se detecta una irregularidad o debilidad del Estado.
Las autoridades dominicanas deben descontinuar dar palos a ciegas en asuntos que tienen que ver con la seguridad nacional, porque podrían buscar lo que no se les ha perdido.
Hay que reconfigurar el Estado y dotarle de mayores herramientas de planificación y prevención para evitar que la República Dominicana se convierta en un peligro para la seguridad, ya no sólo de la sociedad, sino incluso para todos los extranjeros que nos visitan por ser un país eminentemente turístico
Corrijamos los entuertos si queremos garantizar el futuro de las presentes y futuras generaciones de dominicanos.