El individualismo no es más que sobreponer los intereses personales a los que beneficiarían a las grandes mayorías nacionales.
Esta distorsión de la lucha social y política es encontrada en cualquier conglomerado humano, sobre todo en el que ha perdido la perspectiva de que hay mecanismos que su único sentido es servir a los demás, defender los intereses de todas las personas.
Esa es precisamente la lógica de la política partidista, porque se supone que este tipo de entidades buscan tener el control del Estado, cuyos recursos deben ser para beneficiar a todos y cada uno de sus habitantes.
Sin embargo, esa no es la realidad, porque en el caso de la República Dominicana la gente no sólo quiere utilizar para beneficios propios las riquezas públicas, sino también las privadas, las cuales muchas veces se apoyan en el trafico de influencia y en otras desviaciones que se producen cuando se ha perdido el sentido ético de cualquier labor social o política.
Un buen ejemplo de esta distorsión está representada por el comportamiento de la clase política nacional, la cual ha impuesto una partidocracia, que no es otra cosa que una falsa democracia que sólo beneficia a las organizaciones que por cualquier razón tienen el privilegio del acceso al patrimonio público.
Lo más grave de este fenómeno es que el mismo no puede existir sin que esté acompañado del lastre más pesado en contra del Estado como lo es la corrupción pública y privada, la cual golpea de una forma muy severa al que menos puede, al más pobre.
Pero otro fenómeno que también se le suma al individualismo, es la doble moral, ya que cuando se está abajo o en la oposición la gente es crítica de todo lo mal hecho, pero cuando asciende al control del Estado cambia esta percepción y ni siquiera se ve lo que antes estaba ante la vista de todo.
Lo preocupante del fenómeno del individualismo es que si bien su razón de ser proviene de una herencia histórico-cultural, lo cierto es que la distorsión ha sido reforzada por el neoliberalismo salvaje, el cual tiene su explicación en los intereses que le sirven de soporte.
No se necesita de muchas más demostraciones de que este paradigma podría arruinar la democracia dominicana, el cual socava todos los cimientos de una sociedad en la que la lucha colectiva nunca debe estar por debajo del individualismo, el cual estimula la corrupción y las conductas antiéticas, cuyos resultados siempre van en detrimento de los niveles de institucionalidad que se requieren para transitar de un tercer a un segundo o primer mundo, donde predomine el desarrollo humano, integral y transversal, a todos los sectores que conforman la vida nacional.
De la gente depende que la sociedad dominicana derribe la barrera del individualismo para alcanzar metas necesarias para tener un país con un estadio de progreso y bienestar general y para ello es de vital importancia cambiar el paradigma del individualismo por la conducta de la defensa de los intereses de todos y cada uno de los dominicanos.