La democracia de los Estados Unidos ya ha dejado un muy mal ejemplo para los pueblos con modelos institucionales débiles y vulnerables, cuya primera réplica ha tenido lugar en el país más grande de Latinoamérica, Brasil.
Lo ocurrido allí tiene los mismos detalles e intolerancia de lo promovido por Trump en contra de la democracia más fuerte de todo el planeta.
Destrozos y agresiones fueron las acciones más importantes de la ocupación por parte de los partidarios de Jair Bolsonaro en detrimento de instituciones de primer orden de la vida democrática de Brasil, como la casa de gobierno, el congreso y la sede de la Suprema Corte de Justicia.
Exactamente una réplica de las acciones de turbas armadas de la ultraderecha, cuya lectura consiste claramente en decir que esta corriente política piensa que no hay resultados que los condene a una derrota electoral y cuando es así los revés al respecto lo sufre la democracia a través de sus simbólicas instituciones.
Es decir, que no hay derrota que electoral que valga para la ultraderecha, ya que el esquema que implicó el desplazamiento de Donald Trump del poder ha sido reproducido con las mismas acciones en Brasil. Se trata de una copia al carbón.
Lo preocupante de esta practica ultraderechista es que la misma podría extenderse a todos los países con niveles de institucionalidad muy débiles para sostener su pobre democracia.
El meta mensaje del comportamiento de los trompistas y los bolsonoristas es que todo tiene que ser a partir del sometimiento de los demás a su intolerancia y la forma indeseable de ver la política y los procesos electorales.
Si el Estado en estas naciones no juega su papel de castigo y sanción de estos comportamientos, podría asegurarse que el destino del mundo sería desgraciado.
La ultraderecha parece haber perdido la cabeza y el raciocinio, porque es importante destacar que en casos como el de los Estados Unidos y de Brasil, los triunfadores constituyen fuerzas politicas mayoritarias que, aunque ello no implique aplastar a las minorías, pero por lo menos debe existir el respeto por la decisión tomada por la parte más numerosa de la sociedad.
La ultraderecha parece jugar con candela, cuyo rechazo de la comunidad internacional es por lo menos un mensaje de que esa conducta está y estará sola en una época en la que democracia florece en la mayoría de las naciones del mundo.