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La vida en el país se torna más compleja y difícil por el costo de la vida y por la ruina de los valores que dan sentido a la existencia humana. – La Republica Online

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La vida en el país se torna más compleja y difícil por el costo de la vida y por la ruina de los valores que dan sentido a la existencia humana.

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Por Elba García

Definitivamente hay que saber convivir con la desgracia y con los hechos que nadie puede negar que tienen un efecto depresivo aun en aquellos muy flemáticos y que han aprendido a sobrellevar su existencia con lo peor que nos otorga la vida.

La República Dominicana es un país abatido por muchas dificultades económicas, sociales y políticas porque son muy pocos los que quieren que las cosas caminen de una manera correcta, porque la gran mayoría de los dominicanos aprendió a sólo luchar por su propio bienestar, olvidándose del prójimo.

Esta conducta del dominicano que cambió profundamente durante las últimas décadas por el bombardeo sistemático de corrientes del pensamiento económico, como el neoliberalismo, que son expertas en vender sueños individuales sin ningún miramiento hacia lo colectivo.

En la actualidad los dominicanos tienen que observar hasta con tristeza los senadores y diputados que nos gastamos, quienes exhiben como su mejor aprendizaje legislar para su propio beneficio y también en favor de lo más bajo que pare la sociedad como lo es el crimen organizado.

Cada mañana el dominicano se levanta de su lecho lleno de incertidumbre porque cuando las puertas de sus casas se abren no sabe cuál es la sorpresa, si el alza de los combustibles, si más apagones, si alguna alza en los artículos de la dieta diaria o si sencillamente va a quedar atrapado en medio de una actividad delincuencial en la que puede perder hasta su vida.

La cuestión es que el ciudadano dominicano sólo tiene suerte para encontrar en su camino situaciones muy desagradables y sobrellevar los sufrimientos que generan las equivocadas políticas públicas de los gobiernos que se han sucedido en el país, las cuales no rebasan la corrupción y las deficiencias en la salud y la educación, entre otras.

Una de las últimas sorpresas para los dominicanos es la aprobación en segunda lectura de un nuevo Código Penal que ya cansa, porque los artículos que se le han agregado no constituyen una proyección de que la nación toma el sendero de la sensatez y la razonabilidad, lo cual no augura un futuro que pueda llenar de optimismo a la gente.

Sin embargo, los problemas de los dominicanos no se detienen ahí, sino que en estos momentos se ventila en los tribunales nacionales y los medios de comunicación casos que dicen que tanto se tambalea la propia economía nacional con los saqueos de dinero público por parte de civiles y militares como si el fin fuera arruinar las arcas nacionales para que el criollo se vea en la necesidad, como ya ocurre, de deambular por el mundo para garantizar la comida de su familia.

De igual modo, en el camino se encuentra además un Poder Ejecutivo que prefiere satisfacer las apetencias de los grupos económicos de acumular mayores fortunas sobre la base de la protección oficial, sin importar las consecuencias que se deriven de esa mala acción.

Todo tiene una razón poderosa para que así ocurra y no es otra cosa de que mucha gente ha perdido la sensibilidad social y que la lucha por la superación individual ha llevado a un plano terciario el bienestar colectivo, el cual es el único que podría llevar armonía y tranquilidad a los que menos tienen.

El sistema de justicia no anda menos de ahí, el cual es una caja de resonancia de la politiquería y en cierto modo un soporte de la corrupción que destruye toda la base ética y moral de la sociedad.

En los tribunales del país los jueces, sobre todo de primera y segunda instancia, están sublevados en contra de la seguridad jurídica y en consecuencia de una serie de principios legales que son desacatados y que las victimas de esa conducta no tienen otra opción que acogerse a los procesos burocráticos y a las moras que proporciona de forma generalizada el sistema de justicia nacional.

En realidad, se trata de una sociedad entrampada en la deficiencia, la corrupción, los intereses particulares y la complicidad de los que tienen la sagrada misión de aplicar las normas jurídicas, quienes en la generalidad de los casos se consideran emperadores con una gran vocación trujillista.

Lo difícil del cuadro descrito es que no parecen existir las condiciones para cambiar ese panorama, porque incluso la propia gente luce cansada y enferma que prefiere asumir la actitud de que el asunto no tiene nada que ver con ella y dejar hacer, dejar hacer.

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