CABEZA DE TORO. MONTECRISTI.- Descubrir que la tierra de este apartado poblado de la Línea Noroeste es la más adecuada para cosechar alcaparras, está a punto de cambiar la vida de los residentes aquí y zonas vecinas.
Y es que aquel experimento que hace dos años inició el parcelero Héctor Jiménez Pimentel proyecta que rápidamente se puede ganar un buen dinero con la menor inversión posible, tanto de recursos como de tiempo.
El éxito que ha logrado en tan poco tiempo este hombre, que recién la semana pasada cumplió 68 años, ha servido de acicate a todas las comarcas, hasta el extremo de que ahora solo se piensa en sembrar dicho producto, incluso echando a un lado la reproducción ganadera, principal fuente de ingreso de aquí.
Tan abrumador ha sido el “contagio” de los campesinos de la zona por sembrar alcaparras, que ya se piensa formar una asociación que los agrupe, mientras que alrededor de 500 pequeños parceleros se aprestan a sustituir la siembra de yuca, tabaco negro, gandules y la ganadería, para destinar sus pequeños predios a la siembra de este arbusto semileñoso.
Para tal fin ya comenzó a captarse la inscripción de los primeros socios que habrá de tener la referida entidad, provenientes tanto de este poblado, ubicado a 22 kilómetros del municipio de Guayubín, como de comunidades vecinas como Guayubincito, Martín García, Machete Arriba, El Rincón, Guayabito y Aminilla.
“Todos por aquí se han dado cuenta que con el menor esfuerzo e inversión económica se pueden cosechar las alcaparras, por lo que están resueltos a imitar la iniciativa que tuve y solo esperan que el gobierno les provea los insumos y el dinero a título de préstamo para integrarse a esta novedad”, relató Jiménez Pimentel.
De las 30 tareas que sirven para esa novedosa labor agrícola en este lugar, 18 son propiedad suya, ubicadas en la parte trasera de su humilde vivienda, donde reside con varios de sus hijos y nietos. Las 12 restante pertenecen a su sobrino Vinicio Arias Pimentel, residente en los Estados Unidos.
Al ser entrevistado mientras supervisaba las miles de matas sembradas en su propiedad, el parcelero que de la noche a la mañana se ha convertido en la esperanza de la comarca, comienza a visualizar un futuro inmediato en esa dirección.
“No tengo la menor duda que con las alcaparras ha llegado a este poblado y lugares vecinos un factible despegue económico entre nosotros porque está demostrando que con las cosechas de alcaparras ellos pueden cambiar económicamente su forma de vivir”, precisó.
A pesar de los tantos años que tiene fundada esta comunidad, donde don Héctor ha vivido sus 68 años, pocos habían tenido en sus manos alcaparras, por lo que no estaba en sus mentes conocerlas y muchos menos que existiera la posibilidad de que con ese producto pudieran cambiar sus vidas.
Con esa posibilidad a la vuelta de la vereda, hoy don Humberto evoca aquel momento del 2012 cuando su yerno Jesús Álvarez, empleado de la empresa santiaguera Baldom quien, conociendo de los terrenos más aptos donde se pueden cosechar las alcaparras, entendió que las áridas tierras de la Línea Noroeste son las más óptimas.
Hasta la zona llegó con 4 mil, 500 matitas, 69 de las cuales fueron sembradas en el municipio de Montecristi y las restantes en las 30 tareas de este pueblo, comprobándose días después que solo las de aquí florecieron, hasta el extremo de que de ellas se pueden recoger hasta dos cosechas semanales.
Otro aspecto de lo beneficioso que resulta la siembra de alcaparras es que, según don Héctor, se precisa de poco personal para esa tarea y la posterior recolección del fruto. En sus 18 tareas solo dos personas participan en la distribución de las semillas al momento de sembrarlas, mientras que 10 mujeres son utilizadas en la recolección del fruto.
A esto se suma la rapidez con que se comienzan a cosechar las alcaparras, pues apenas menos de dos meses después de sembradas, se comienza a recoger los frutos del arbusto que normalmente no sobrepasa los 50 centímetros de altura.
El lote sembrado aquí provino de Argentina y lo ubicaron provisionalmente en un invernadero ubicado en el municipio de Villa González, perteneciente a la provincia de Santiago, de acuerdo a los datos aportados por Jiménez Pimentel.
Si las cosas resultan como se ha proyectado el país podría ahorrarse hasta 20 millones de dólares al año que se utilizan en la importación de alcaparras y, además de cubrir la demanda nacional, ya el gobierno ha iniciado la exportación hacia Argentina, Brasil y Venezuela.
La producción de alcaparras recibió un gran impulso con un financiamiento otorgado por el Fondo Especializado de Desarrollo Agropecuario (FEDA) a la Cooperativa Unión Agropecuaria de Zafarraya.
El financiamiento a los productores, a una tasa de interés fija de un 5.0 por ciento y 18 meses de gracia, fue otorgado tras una de las usuales “visitas sorpresas” del presidente Danilo Medina a organizaciones de productores. Previo al inicio de las exportaciones de alcaparras los productores iniciaron el abasteciendo del mercado dominicano a un precio muy favorable a los consumidores.
La historia de la producción de alcaparras en Montecristi comenzó en la provincia Espaillat, donde Manuel Rodríguez y los demás integrantes de la Cooperativa Unión Agropecuaria de Zafarraya, decidieron iniciar ese proyecto aquí, donde las tierras son áridas y sin agua, condiciones fundamentales para obtener buenas cosechas. A esta iniciativa se unió la política del presidente Danilo Medina de democratizar el crédito solidario en el sector agropecuario.
EL NACIONAL