Todo el mundo en la República Dominicana está claro que la política ha llegado a niveles muy bajos de degradación, falta de vergüenza y de inmorabilidad.
Ello como consecuencia de que los politiqueros que van a la administración pública no tienen la más mínima posibilidad de ir a la cárcel.
Son innumerables los casos de politiqueros que se han robado a la luz del día el patrimonio público sin que le importe a nadie.
Esta falta de un régimen de consecuencias es el resultado de la impunidad que prevalece en el sistema de justicia.
La República Dominicana es un país donde nada avergüenza a los protagonistas de la sustracción del patrimonio público y por esa razón tienen el descaro de negar lo que está a la vista de todos.
Esta reflexión tiene su razón de ser en el hecho de que un politiquero, quizás el mejor ejemplo del descaro y la desvergüenza de la clase política nacional, se haya atrevido a salir por los barrios de Santiago para solicitar su apoyo para regresar a la administración municipal a través del Partido Revolucionario Dominicano (PRD).
Hablamos de Gilberto Serulle, un hombre sin escrúpulo, quizás lo peor que se ha visto en las últimas décadas, quien incluso creó una cultura de lo mal hecho cuando fue alcalde de Santiago, donde los cheques sin fondo eran como el pan de cada día.
Esta crápula, porque no merece otro calificativo, es muy osada en aparecer como candidato a dirigir los destinos de la segunda ciudad en importancia del país tras arrasar con ella y bañarla de lodo y basura.
Este hombre, que con su conducta no sólo se autodestruyó, sino que también manchó el nombre de su familia, particularmente de sus hermanos que también son o han pretendidos ser políticos, reaparece ahora con unas aspiraciones sin legitimidad porque en el lugar que debía estar es en la cárcel.
Sin embargo, así son las cosas en una sociedad cansada y gravemente enferma, donde cualquier cosa puede pasar.
Ello así, porque aunque se sabe de más que él no cuenta con el apoyo para volver a dirigir a Santiago como se demostró cuando intentó la reelección siendo todavía alcalde, lo cierto es que nisiquiera debía de tener el derecho de aparecer frente a una cámara para hablar de cosas iguales.
Gilberto Serulle, que cree en lo mal hecho y que su conducta daña a Santiago, debía desistir de sus aspiraciones, porque con su audacia nos hace sentir mal a todos y nos llena de vergüenza su sólo atrevimiento de decir que quiere regresar al ayuntamiento de Santiago.