Las meditaciones que acompañan a las catorce estaciones del Vía Crucis, que discurrirá por el Coliseo y la colina del Palatino de Roma, han sido escritas bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje que realizó a Líbano el pasado año.
En la estación “Jesús es condenado a muerte”, los jóvenes denuncian que en el mundo actual muchos son los “pilatos” que tienen en las manos los resortes del poder y los usan “al servicio de los más fuertes” y muchos los que, “débiles y viles ante estas corrientes de poder, ponen su autoridad al servicio de la injusticia y pisotean la dignidad del hombre y su derecho a la vida”.
“Señor, no permitas que nos incluyen entre los injustos. No permitas que los fuertes se complazcan en el mal, en la injusticia y en el despotismo. No permitas que la injusticia lleve a los inocentes a la desesperación y a la muerte. Ilumina la conciencia de aquellos que tienen autoridad en este mundo, de modo que gobiernen con justicia”, escribieron.
También denuncian que en todas las épocas el hombre ha creído poder sustituir a Dios y se ha sentido omnipotente, capaz de excluir a Dios de su propia vida y de la de sus semejantes, en nombre de la razón, el poder o el dinero.
También hoy -subrayaron- “se pretende expulsar a Dios de la vida del mundo” y pusieron como ejemplo “el laicismo ciego que sofoca los valores de la fe y de la moral en nombre de una presunta defensa del hombre; o el fundamentalismo violento que toma como pretexto la defensa de los valores religiosos”.
Los jóvenes libaneses piden a Dios por los pueblos “humillados y que sufren”, especialmente los de Oriente Medio, y en esa línea exigen libertad religiosa e imploraron la unidad de los cristianos para anunciar juntos el Evangelio.
En una región donde los cristianos son una exigua minoría, frente al Islam mayoritario, imploraron al Señor en el texto que les dé fuerza para permanecer en sus países, a pesar, incluso, de las persecuciones que sufren.
Los jóvenes también analizan el terrorismo, el homicidio y el odio y señalan que “parece como si nada pudiera suprimir el mal en el mundo”.
“Oremos por las víctimas de las guerras y la violencia que devastan en nuestro tiempo varios países de Oriente Medio, así como otras partes del mundo. Oremos para que los refugiados y los emigrantes forzosos puedan volver lo antes posible a sus casas y sus tierras”, pidieron.
En esa línea abogan por un Oriente Medio más fraterno, pacífico y justo, que recupere el esplendor de su vocación de ser “cuna de la civilización y de los valores espirituales y humanos”.
En las meditaciones piden que se proteja a las familias y se dignifique a los que sufren.
“Señor, tú nos enseñas que una persona herida y olvidada no pierde ni su valor ni su dignidad. Ayúdanos a lavar de su rostro las marcas de la pobreza y la injusticia, de modo que tu imagen se revele y resplandezca en ella”, imploraron.
También tiene palabras de conforto para las mujeres heridas en su dignidad, “violentadas por las discriminaciones, la injusticia y el sufrimiento y piden a Cristo que sea el bálsamo de sus heridas.
Los jóvenes no olvidan a los muchachos que son víctimas de la droga, las sectas y las perversiones y piden, asimismo, “a los que promueven el aborto, que tomen conciencia de que el amor sólo puede ser fuente de vida”.
Todos los años el papa encarga las meditaciones del Vía Crucis a personalidades de la Iglesia católica e, incluso, de otras religiones, entre ellos el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I.
El Vía Crucis fue instaurado en 1741. En 1964 Pablo VI fue al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el pontífice.
Como es tradición, varias familias, religiosos y jóvenes portarán la cruz durante el rito. Este año serán dos muchachos de Brasil, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud en julio próximo.