Llevan hábito y viven en comunidad a las afueras de un pueblo del centro de México. Se hacen llamar monjas, pero realmente no pertenecen a ninguna congregación religiosa. Las Hermanas del Valle son un grupo de activistas que difunden el evangelio de los poderes curativos del cannabis.
Desde el año 2014, elaboran productos medicinales a partir de la planta de la marihuana. En Estados Unidos, donde un veintena de estados han legalizado la marihuana recreativa, el grupo vende esos productos y recauda cientos de miles de dólares al año. También imparte talleres y asiste a eventos relacionados con el cannabis.
«Queremos recuperar el cultivo de los narcos«, aseguró la ‘Hermana Bernardet’ a Reuters. En México, gran parte de la producción de cannabis está vinculada a organizaciones criminales, y las Hermanas del Valle están preocupadas porque los narcotraficantes puedan amenazarlas o extorsionarlas.
Ellas defienden la legalización de la marihuana y su consumo por parte de la población, y sostienen que la lucha contra las drogas en América Latina ha sido un fracaso. Para otra monja apodada como ‘Hermana Kika’, la misión es clara: «Es hora de poner fin a esta estupidez«, legalizar el cannabis y acabar con el mercado negro que controlan las organizaciones criminales.
Otra de las hermanas, en declaraciones a Telemundo, aseguró que buscan «hacer un activismo con la planta y quitar el estigma«. «Lo que yo siempre he querido, y a lo que le voy apostando es a sacarla del mercado negro, a que sea legal, porque en el momento en que sea legal se va a acabar el problema, va dejar de ser sangrienta», explicó.
«Y también por eso queremos que no se prohíba el autocultivo para consumir. O sea, nosotros consumimos lo que sembramos, no compramos hierba de los narcos, y con lo que sembramos hacemos nuestras medicinas», agregó.
El hábito no hace al monje
Tal y como las ‘monjas’ explican en un reportaje publicado por Reuters, el grupo se inspira en un movimiento religioso laico que se remonta a la Edad Media: las Beguinas. Eran comunidades formadas por mujeres solteras dedicadas a la espiritualidad, la erudición y la caridad, aunque sus miembros no hacían votos religiosos formales.
El hábito no hace el monje, y nunca mejor dicho. Según ellas mismas aseguran, se visten de esa manera para proyectar uniformidad y respeto por la planta. Trabajan bajo la dirección de una química e investigadora de marihuana para cultivar y después elaborar sus aceites, jabones y pomadas.
En algunas ocasiones, estas mujeres también han reivindicado la falta de religiosos en las luchas sociales.
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