Opinión

Leer prácticas, no discursos

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Por Andrés L. Mateo

Un contrato leonino que entrega la riqueza nacional a una empresa

Hay un libro de Beatriz Sarlo sobre los gobiernos kirchneristas en la Argentina que se llama “La audacia y el cálculo”, y yo lo he estado leyendo en las últimas semanas porque me ha parecido una radiografía de  los gobiernos de Leonel Fernández, salvando la distancia; y un retrato minucioso del  papel del dinero en la estructuración de su liderazgo. Beatriz Sarlo  es  una gran intelectual, analista de discursos y prácticas políticas, cuya pertinencia gnoseológica es enormemente celebrada en la prensa argentina. Por eso cuando un gran amigo me hizo llegar el ejemplar y le eché una primera ojeada supe de inmediato que me arrojaría luz para describir esa constelación  de acontecimientos que han hecho de la figura de Leonel Fernández una figura gravitante en la política nacional.

De lo que voy a escribir, sin embargo, es de la Barrick Gold, del contrato leonino que entrega irresponsablemente la riqueza nacional a una empresa, y de la “Audacia y  el cálculo” que significó  la enmienda al contrato  mecánicamente  impuesta por el poder legislativo tras una petición expresa del entonces presidente Fernández.

Cuando  Leonel Fernández “dejó el poder” acumuló una deuda externa histórica, ascendente a más de treinta mil millones de dólares, que sobrepasa dos veces la deuda  de toda la historia republicana; y acopió un déficit fiscal insólito, casi demencial, que bordea los doscientos mil millones de pesos. Ese déficit fiscal tiene un componente enteramente personalista, y es la pesadilla realizada de su gestión, que ahora todos estamos pagando.

Además,  era el más corrupto del globo terráqueo, uno de los de peor sistema educativo del mundo (medido por sus resultados), entre los tres de mayor índice de inequidad, con un sistema hospitalario dantesco y perverso, número dos en falta de transparencia en el manejo de los fondos públicos, y el manto de impunidad más impenetrable para la persecución del delito. Una verdadera jungla de infamia y corrupción.

El país estalló, era una nación sacudida, y en medio de esa barahúnda Kenneth N. Frankel, un funcionario de la Barrick en Canadá,  le entregó el título de “Estadista del año” a Leonel Fernández, a través de un organismo llamado “Consejo Canadiense de las Américas”, conformado por accionistas y directivos de la Barrick Gold. ¿Por qué Leonel Fernández era el “Estadista del año” para esta empresa minera?  Porque ese hombre que había desguañangado el país, había modificado el contrato original de explotación de la mina de oro y favorecido en forma lacayuna  a la Barrick Gold.

Eliminó la totalidad de los impuestos y llevó a cero los beneficios que el Estado dominicano recibiría por las utilidades de la explotación, hasta que la empresa recupere la inversión inicial de instalación de la planta, sin que nadie supiera cuál es el monto verdadero de esa inversión. Sólo después que esa compañía se resarciera en más del 10% del capital invertido, los dominicanos obtendrían algún beneficio.  Leonel Fernández le transfería más de 25 mil millones de dólares a la Barrick Gold, enviando una enmienda al Congreso con la conminación de que fuera aprobada sin modificación alguna, tal y como ocurrió.

Como ahora se discute tanto sobre la Barrick Gold, es bueno leer prácticas y no discursos. Fue Leonel Fernández quien entregó a la Barrick Gold la riqueza nacional sin ningún escrúpulo. Y es por eso que, cuando el pueblo se manifestaba contra él, lo proclamaron “Estadista del año”.

   Ese hombre está convencido de que él es la grandeza sin límite de un poder, y tiene secuestrado a toda esta nación y sus instituciones. La aprobación de ese contrato que es incluso una aberración del sentido común, tuvo también el apoyo de Miguel Vargas Maldonado, y de casi todos los diputados del PRD, y del resto de los ventorrillos de la fauna política. Y fue Leonel quién lo consensuó con Miguel Vargas, y con las rémoras que tienen votos prestados en el Congreso. Ahora no tenemos oro, pero sí un “Estadista del año”.

Vuelvo a mi lectura. Después les cuento sobre el libro de Isabel Sarlo  y los gobiernos kirchneristas en la Argentina, tan parecido a los gobiernos leonelistas,  en la madeja de la corrupcióny en el valor del dinero que se mueve en el telón de fondo de su legitimación. ¡Qué viva el Estadista del año! ¡Qué viva la Barrick Gold!

Artículo publicado originalmente en el periódico HOY.

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