Los accidentes cerebro-vasculares: Una epidemia que está fuera del foco de las políticas públicas.

Por Elba García.

Los cuestionamientos al sistema sanitario nacional han sido recurrentes, históricos, pero este problema es parte de las debilidades institucionales de la República Dominicana.

Aunque no existen estadísticas certeras del impacto de esta patología en la sociedad, hay estudios que dicen que alrededor de unos 19 mil dominicanos fallecen o quedan inhabilitados por esta enfermedad, constituyéndose en la segunda causa de muertes y la primera de invalidez en todo el territorio nacional.

Lo poco que se hace para combatir los ACV desde el Estado es parte de un problema integral que sufre el país, es decir, que la deficiencia alcanza a otros asuntos también de una gran importancia para la salud física, mental y social de la población.

Sin embargo, en lo que respecta a los accidentes cerebro-vasculares en la República Dominicana se desarrollan iniciativas que lucen, no como una panacea a una enfermedad que requiere de mucho esfuerzo y recursos para disminuir su impacto, pero que por lo menos puede conseguirse que la misma disminuya a niveles realmente más controlables.

La fundación Japan International Cooperation Agency y la plataforma Join y Join Triague ha traído al país una lucecita al final del túnel, cuya marabillosa iniciativa pone los ACV a fallar en sus efectos para quitar vidas con la puesta de la ciencia médica a aumentar su eficiencia a través de la tecnología.

Esta gente de buena voluntad habla el lenguaje de la telemedicina, la cual sirve para hacer una detección temprana desde lugares distantes de todo aquel que esté amenazado por un accidente cerebro-vascular, pero que para que este plan surta su efecto más eficientemente se deben mejorar los instrumentos de movilidad de los pacientes que lamentablemente pueden perder su vida por la deficiencia del sistema.

Pero por el momento un plan piloto que se desarrolla con cinco hospitales periféricos del José María Cabral y Báez de la provincia de Santiago, comienza a crear esperanzas de que el cuadro de desamparo de los dominicanos que pueden quedar atrapados en el sistema por la deficiencia que hoy caracteriza al tema de la  movilidad  y la mala información sobre los riesgos que implica para un paciente que puede ser victima de esta enfermedad y que no sea atendido por lo menos cuatro horas antes después de haber desarrollado algunos síntomas.

Es esperanzador que ya se tengan estadísticas que permitan proyectar a futuro lo que puede ocurrir con los miles de dominicanos que no cuentan con una atención especial cuando han sufrido o presentan síntomas de caer victimas de una enfermedad tan severa como el accidente cerebro-vascular.

Sería de un gran valor que el Estado pueda reforzar este esfuerzo con políticas públicas focalizadas a disminuir el impacto de esta enfermedad que causa tanto dolor en pacientes que cuando quedan vivos son excluidos del aparato productivo y dependen totalmente de sus parientes más cercanos, lo cual también genera dolor y angustia muy profundas en el núcleo familiar.

Es de primer orden pensar a la mayor brevedad posible en la articulación de una intensa campaña nacional para crear conciencia en el personal médico, los miembros de la familia y la sociedad en general de los primeros síntomas que presenta la persona que podría ser victima de un derrame cerebral

En este plan piloto participan médicos especialistas en neurología que han desarrollado su carrera en reputados centros médicos del mundo, como los doctores Carlos Williams, cuyo ejercicio en estos momentos se produce en Virginia de los Estados Unidos de América, pero no se puede dejar de mencionar a galenos con un extraordinario don de gente y calidad profesional como son los neurólogos Bruno Rosario e Iván Mercader, entre otros.

La batalla en contra de los ACV ya está decidida y sólo falta unir voluntades y sensibilizar al sector oficial para que ofrezca el apoyo que demanda una enfermedad que tiene tendencia de convertirse en una verdadera epidemia en la República Dominicana.