CIUDAD DEL VATICANO.- Con el nombramiento de sus primeros cardenales, el papa Francisco ha dado el primer paso para la escentralización de la Iglesia católica, donde hasta ahora el predominio de representantes europeos -sobre todo italianos- respecto a otros continentes era abrumador y paradójico.
El papa llegado desde el «fin del mundo» había subrayado en su primer documento como pontífice, la exhortación Evangelii Gaudium, la necesidad de una descentralización y sus primeros nombramientos cardenalicios van en esta dirección, pues este domingo anunció la creación de 16 purpurados con derecho a voto y quiso remarcar que procedían de «doce países diferentes».
En el cónclave que eligió a Francisco el pasado 13 de marzo participaron 115 cardenales, de estos 60 eran europeos respecto a los 19 que procedían de Latinoamérica.
Una gran paradoja si se tiene en cuenta que, según los últimos datos del Anuario Estadístico de la Iglesia, en Europa reside el 24 % de los católicos, mientras que Latinoamérica representa al 42 %.
Los nuevos purpurados que recibirán la birreta y el anillo el 22 de febrero son un primer intento de Francisco de cambiar los equilibrios en el colegio cardenalicio.
A excepción de los cuatro miembros de la Curia, el papa sólo ha elegido a dos europeos, el arzobispo de Perugia (Italia) y el de Westminster (Gran Bretaña). Del resto, cinco proceden de Latinoamérica, dos de Asia y dos de África.
Pero además, Jorge Bergoglio ha puesto su mirada para nombrar a sus cardenales, cuya designación implica ser colaborador y consejero
inmediato del papa, en prelados con una importante implicación en favor de los más necesitados o procedentes de las «periferias del mundo», los países olvidados o acuciados por la pobreza.
Por primera vez en su historia, Haití, golpeada por las catástrofes naturales y la pobreza, tendrá un cardenal, el arzobispo de Les Cayes, Chibly Langlois, de 55 años.
Al arzobispo de Río de Janeiro, Dom Orani Tempesta, la noticia de su designación le sorprendió tras dar una misa en la Cruzada San Sebastiao, un deprimido complejo de edificios de interés social.
El papa ha tenido en cuenta para su decisión este compromiso con los pobres del arzobispo brasileño, que quedó plasmado en su determinación para llevar a Francisco a una de las favelas de Río de Janeiro, durante la Jornada Mundial de la Juventud.
El nuevo cardenal nicaragüense, Leopoldo José Brenes Solórzano (64 años), arzobispo de Managua, escenifica la imagen de pastor humilde y de la «Iglesia pobre para los pobres» que quiere el pontífice en su Iglesia y se le puede ver conduciendo él mismo su camioneta para trasladarse en sus quehaceres cotidianos.
Menos sorprendentes han sido las designaciones del salesiano italo-chileno Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago de Chile y presidente de la Conferencia episcopal nacional, y buen amigo del papa, y del argentino Mario Aurelio Poli, llamado a ser el sustituto de Bergoglio al frente de la archidiócesis de Buenos Aires.
Serán 13 los cardenales electores de la olvidada África, después de que este domingo, Francisco concediese la «púrpura» al arzobispo de Abiyán, Jean-Pierre Kutwa, lo que supone seguir la tradición pues también lo habían sido sus predecesores.
Mientras que con el nombramiento del arzobispo de Uagadugu, Philippe Nakellentuba Ouédraogo, Burkina Faso, uno de los países más pobres del mundo -el 45 % de su población vive con menos de un dólar al día- vuelve a contar con un cardenal después de casi 15 años.
A todos ellos, el papa argentino les ha dejado claro en una carta que ser cardenal no es un premio o una promoción, «simplemente es un servicio que exige ampliar la mirada y agrandar el corazón», y «convertirse en servidores».