Rafael Sánchez Astacio y Carlos Guerrero descansan en el cementerio Parque del Prado en San Luis. (Danny Polanco)
A la 1:59 de la tarde de ayer, cinco aviones de combate Súper Tucano surcaron los cielos del parque cementerio Puerta del Prado en un pasaje aéreo en momento en que el corneta, cabo José Castillo, tocaba el toque de atención para dar inicio a la despedida de duelo de los pilotos de la Fuerza Aérea Dominicana, primer y segundo teniente, respectivamente, Rafael Eduardo Sánchez Astacio y Carlos Manuel Guerrero Guerrero.
Quince segundos antes, el primer teniente paracaidista Carlos Reynoso arengaba: “Señores, estamos aquí para llevar a nuestros hermanos de armas hasta su última morada: ¡proceder!”.
Nueve oficiales de la FAD cargaron los dos ataúdes con los cuerpos de los pilotos y al compás de la marcha fúnebre, liderada por el teniente banda de música Osvaldo Osiris Watts Sarmiento, se dirigieron hacia la carpa en la que dos familias se hermanaban en el dolor.
Los ataúdes fueron colocados justo arriba del hueco que los acogería para la eternidad. Nueve oficiales, cinco para el primer teniente Sánchez Astacio y cuatro para el segundo teniente Guerrero y Guerrero, hacían guardia de honor. No había espacio para disimular el dolor y las lágrimas brotaban la pena contenida.
Extrañamente, justo arriba del camposanto, hacia el Noreste, el cielo era nubarrones oscuros que formaban “figuras parecidas a países lejanos”, como coincidieron en observar el mayor Juan José Matos Reyes y el capitán Sánchez Batista, quienes leyeron los panegíricos, mientras que al Sureste, el brillo de un sol candente parecía iluminar el destino final.
Sobre la grama, militares y civiles conversaban. Sonrisas de alegría al ver al amigo, llanto salido del alma, preguntas más, preguntas menos, y una respuesta parecía coincidir entre los jóvenes pilotos que con sus trajes de vuelo, unos, y de galas, otros, estaban ahí para testimoniar afectos a sus hermanos idos: ¿por qué murieron?
El diácono de la parroquia del camposanto, Juan Alba Moro, destacaba la juventud y las cualidades personales de los pilotos. Rafael Eduardo y Carlos Manuel, de 27 y 25 años, respectivamente.
Los cortejos de ambos oficiales se unieron en uno solo a la altura de la avenida Charles de Gaulle con carretera Mella, en el municipio Santo Domingo Este, luego de oficiárseles misas de cuerpo presente en las parroquias de sus respectivas comunidades: Cristo Rey, a Rafael Eduardo, y la de la urbanización Italia, a Carlos Manuel.
A las 2:30 de la tarde, la señora Brenda Astacio, madre de Rafael Eduardo, despedía a su hijo a nombre de su familia. Contó la historia de Elías y Eliseo, señalando que al igual que hizo con ambos, el Señor Dios reclamó a los suyos, porque eran buenos, por porción doble: “Yo lo dejo ir, que siga volando alto; cuando vea un avión o un helicóptero pensaré en mi hijo, cuando no vea un avión miraré las estrellas y ahí lo veré, y si no hay estrellas miraré al centro de mi corazón. Gracias, hijo, por escoger esta familia, gracias por escoger a esta familia grande que son tus hermanos de armas”.
Igual invocación a Dios hicieron Héctor Iván Guerrero y Héctor Manuel Guerrero, hermano y padre de Carlos Manuel. “Yo le decía a mi padre que Carlos era un muchacho especial, que como él no había otro ser humano, y que él era así porque mi padre es igual”, dijo Héctor Iván. “Yo solo le digo a sus hermanos de armas que la casa de mi hijo seguirá siendo la casa de ustedes: dennos vueltas de vez en cuando”, subrayó el padre.
A las 2:45 tres salvas de nueve fusileros quebró el silencio.
La teniente María Alcántara rompió en llanto, las lágrimas nublaron la mirada perdida del piloto Edwin Robles. El oficial Orlando Bonifacio dirigió sus ojos húmedos al cielo y el corazón parecía querer salírsele a Darling B. Taveras con el toque de silencio.
El mayor general paracaidista Ramón Manuel Hernández y Hernández, jefe de estado Mayor de la FAD, se desdibujaba en la ternura, confundiéndose en abrazo con la madre del segundo teniente Sánchez Astacio, durante un minuto de silencio quebrado por el vuelo de los Súper Tucano que honraban así a dos jóvenes pilotos que en ese momento eran bajado siete pies bajo tierra tras perder la vida en una misión que no era de combate, para lo que fueron formados, sino de servir de apoyo en un show aéreo comercialmente cuyo organizador, el oficial de la Marina de Guerra Yan Vargas, nadie recuerda haber visto en los funerales.
No hay fecha para informe accidente
El jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, mayor general piloto Ramón Manuel Hernández y Hernández, dijo que esa institución no tiene fecha para brindar un informe final sobre el accidente que el domingo último le costó la vida a dos de sus pilotos. Observó que la FAD debe hacer una investigación con los máximos niveles de profundidad, ya que los resultados deben quedar en el registro de accidentes de ese tipo. Señaló que se puede presentar el caso de que haya que enviar fuera del país alguna pieza de la aeronave Pillán, a fin de someterla a estudios que no se puedan hacer en el país.
El Caribe