La reforma sanitaria y el espionaje masivo han puesto en valor parcialmente a su predecesor
WASHINGTON.- Los recientes problemas del presidente de EE.UU., Barack Obama, con la reforma sanitaria y el espionaje masivo han puesto en valor parcialmente a su predecesor George W. Bush quien, sin embargo, se muestra decidido a mantenerse fuera de la escena política y evita criticar públicamente a su sucesor.
Los años de Bush en la Casa Blanca, considerado uno de los presidentes más polarizadores de EE.UU., comienzan a verse ahora con ojos más benevolentes a la luz de las recientes polémicas de Obama, al cumplirse un año desde que éste fue reelegido.
Cuando Bush lanzó un paquete de medidas para fortalecer los sistemas de espionaje tras los atentados de Nueva York de septiembre de 2001 y la llamada Ley Patriota, que permitía extender las labores de inteligencia, fue objeto de multitud de críticas por su mano dura a la hora de dar prioridad a la seguridad nacional sobre los derechos individuales.
Paradójicamente, el actual presidente, que llegó a la Casa Blanca con propuestas de cambio, se ha visto envuelto en recientes escándalos que han puesto en tela de juicio su inicial llamado a la moderación y la transparencia.
«Obama no sólo ha adoptado el excesivo secretismo de la Administración Bush, su extralimitada vigilancia interna en nombre de la lucha contra el terrorismo ha ido de hecho más lejos», afirmó Andrew Rosenthal, jefe de opinión de The New York Times en un reciente artículo.
El tan exitoso como polémico programa de drones, aviones no tripulados para atacar objetivos terroristas, fue concebido bajo la Administración Bush pero ha sido Obama quien ha ampliado sus misiones y lo ha puesto en pleno funcionamiento.
Edward Snowden, el exanalista de la CIA responsable de la filtración de miles de documentos que revelan la escala masiva del espionaje estadounidense, citó su frustración con las políticas adoptadas por el actual presidente desde su llegada a la Casa Blanca como uno de los motivos de su actuación.
«Las promesas de campaña me dieron fe de que podría guiarnos hacia el arreglo de los problemas. Muchos estadounidenses se sintieron igual», afirmó Snowden, actualmente asilado en Moscú y que en EE.UU. está acusado de divulgación de información clasificada.
«Desgraciadamente», precisó en una de sus primeras entrevistas con el periodista de The Guardian Glenn Greenwald, «poco después de asumir el poder, cerró la puerta a la prevención de las violaciones sitemáticas de la ley, y profundizó y expandió varios programas abusivos».
Por otro lado, los conflictos de Obama con el Congreso de EE.UU. para sacar adelante la reforma sanitaria contrastan con el logro de Bush en 2003 al expandir el programa Medicare, que permitió a muchas personas mayores acceder a subsidios públicos para numerosos fármacos. Y el actual presidente no deja de mencionar el respaldo de su predecesor a la reforma migratoria integral a la hora de resaltar la importancia de dejar de lado los intereses partidistas y enfocarse en los intereses generales.
«Esta reforma es algo que tiene un fuerte apoyo bipartidista. Tengan en cuenta que mi predecesor, George W. Bush, fue un gran defensor (de la idea)», repitió Obama esta semana en un acto con empresarios en la Casa Blanca para vender las ventajas económicas de la reforma.
Desde dentro del Partido Republicano también resurgen las voces que ponen a Bush como modelo de líder republicano que logró concitar el apoyo de minorías como la hispana, la cual dio la espalda al movimiento conservador en las últimas dos elecciones para apoyar de manera mayoritaria a Obama.
La radicalización dentro del Partido Republicano con la irrupción del Tea Party ha hecho que numerosos analistas conservadores ansíen un rumbo más centrista en política interior, algo que ven representado en las políticas durante la presidencia de George W. Bush.
Por su parte, Bush se mantiene en un segundo plano alejado de la primera línea, retirado en su casa de Dallas (Texas) y concentrado en labores humanitarias, principalmente con los veteranos de guerra. «Estoy fuera de la política.
La única manera con la que puedo generar noticias es o bien criticando al presidente, algo que no quiero hacer, criticando a mi partido o entrometiéndome en un tema delicado», afirmó el exmandatario en una de sus pocas entrevistas recientes hace unos meses a la cadena ABC.
Asimismo, los sondeos también reflejan una cierta similitud en la aprobación popular de Bush y Obama tras el primer año de su segundo mandato.
Según la última encuesta del Centro de Investigaciones Pew, el 41 % de los ciudadanos está a favor del trabajo del actual presidente al frente del Ejecutivo, un porcentaje que en diciembre de 2012 se situaba en el 55 %.
La trayectoria de Obama ha seguido una tendencia similar a la de Bush, que tras el primer año de su segundo mandato solamente obtuvo el 36 % de aprobación ciudadana, mientras que un año antes, en diciembre de 2004, obtenía el 48 %.
No obstante, los analistas demócratas remarcan las distancias entre ambos mandatarios y recuerdan las diferentes circunstancias. «Las guerras en Irak y Afganistán y la crisis financiera corresponden a la presidencia de Bush. Es pronto aún para establecer comparativas», indicó a Efe Carolyn M. Dudek, profesora de política de la Universidad de Hofstra en Nueva York.
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