De portada
Sueños utópicos fruto de herencia afroantillana que tienen como soporte la avaricia, la ambición y la politiquería.
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La historia de la supuesta herencia de la familia Rosario, no sólo ha servido para estafar a los que llevan este apellido, sino a otras personas con otros muy diferentes, ya que como bien se sabe se establecen lazos de familiaridad con otros individuos a través del matrimonio y de los vínculos pasionales.
Este detalle permitió que el abogado que encabezaba este plan de vender una utopía de una fortuna que realmente no existía, generó que él enganchara en su falso sueño a otras personas como los Peña y los Díaz, es decir, no sólo a la familia Rosario, entre otras, lo cual aumenta la dimensión del engaño.
Los dominicanos siempre han vivido de historias que se traducen en utopías que generalmente sólo han servido para promover entre la familia la idea de que había un abuelo o un bisabuelo que era poseedor de una gran fortuna y cuando no es que tenía los ojos azules para justificar la negación de su negritud, pero quien supuestamente fue despojado de su riqueza o de sus tierras por personajes del poder.
Lo ocurrido con la familia Rosario es parte de esas historias de los abuelos y los bisabuelos que en la cabeza de la gran mayoría de la gente pobre poseían fortunas y de las que fueron injustamente despojados por personas con mucho poder.
El asunto es tan complejo que la mayoría de las víctimas del abogado Portorreal todavía creen que el estafador no es el profesional del derecho, sino funcionarios gubernamentales que han aprovechado su poder para quitarle lo que es suyo.
Hay muchos de ellos que están firmemente convencidos de que el dinero, la extraordinaria fortuna, fue transferida a bancos nacionales desde Europa y que personaros del Gobierno se la han robado.
Es una fábula que no tiene ninguna evidencia de ser cierta, sólo parte de una historia para engañar a partir de los inventos que han existido históricamente en la cabeza de la gente pobre de la República Dominicana.
Sin embargo, los sueños y las utopías, que son parte de la idiosincrasia del subdesarrollo, han sido utilizados por los “vivos” que también se dedican a la actividad política nacional con fines de estafar a la gente a través del clientelismo y mantenerla sumergida en la peor de las miserias.
No hay muchas diferencias entre el abogado Jhonny Portorreal y los que tienen décadas creándoles sueños irrealizables a la mayoría del pueblo dominicano sobre la base de la mentira y la estafa política.
Ahí está la explicación de que en la República Dominicana haya tantas bancas de apuestas y de loterías que tienen su base de sustentación en las mismas utopías, utilizadas por este profesional del derecho para engañar a miles de personas provenientes de una diversidad de familias.
El caso del abogado Portorreal es una trampa que sigue armada en los estratos más bajos de la sociedad para darle una vida de felicidad transitoria, alimentada por una historia ficticia e utópica que al final se convierte en un motivo de frustración y de indignación social.