Leí que a los voluntarios no se les paga, no porque no tienen valor, sino porque son invaluables. En Semana Santa los voluntarios son nuestros héroes anónimos. Los vemos en las actividades religiosas, avenidas, ríos y playas.
Laboran sin hacer mucho ruido, pero con efectividad. Son verdaderos héroes en Semana Santa.
Una sociedad tiene más valores morales en la medida que su gente sirve desinteresadamente por una causa. Uno de los símbolos del voluntariado lo fue el padre Ramón Dubert en la ciudad de Santiago. Formó grupos que trabajaban simplemente por amor al prójimo. Nada más. Una de sus aspiraciones era la creación del Banco de Horas, donde voluntarios profesionales le entregarían a la comunidad, a los más pobres, una hora semanal de su tiempo. La idea ojalá algún día sea realidad. Dubert la agradecería desde el cielo.
El sociólogo italiano Ivo Colozzi nos dice sobre el voluntariado: “La característica fundamental del trabajo voluntario consiste en el hecho de ser una actividad desarrollada sin ninguna remuneración de tipo financiero, o con una remuneración mínima, como reembolso de gastos y de todas formas sin relación con la cantidad y calidad o la complejidad del trabajo desarrollado. Esta característica convierte el trabajo voluntario en una paradoja, es un trabajo porque exige el desarrollo de tareas encaminadas directa o indirectamente a ofrecer un servicio a terceros en el ámbito de una estructura que tiene, sin embargo, un cierto grado de formalismo y contemporáneamente es utilización del tiempo libre. Es decir, algo que uno escoge hacer cuando le es posible y en cuando le resulta personalmente gratificante”.
El voluntariado me fascina, enriquece el espíritu, nos hace sentir útiles. Es una expresión de la gente noble y solidaria, de esa que sirve en silencio, sin bulla, como es debido. En las naciones donde se vive con mayor dignidad, es común el voluntariado, sin importar la edad. Quien visita algún país europeo, observa a voluntarios ayudando a los estudiantes a cruzar la calle, colaborando en hogares de ancianos, contribuyendo al desarrollo integral de los ciudadanos de distintas maneras.
Aquí el voluntariado, a veces reunido en forma de patronato, se hace cada día más común, abarcando diversas áreas. Hoy quiero destacar a los jóvenes de la Defensa Civil, Cruz Roja y de varias instituciones públicas y privadas, y felicitarlos de corazón por su trabajo en Semana Santa para salvar vidas, prevenir accidentes y educar a la población. Su presencia es notable y oportuna y, sin dudas, evitará el luto en muchas familias dominicanas.
Ojalá continúen así, pues necesitamos hombres y mujeres que no vivan para ser servidos, si no para servir. Honor a los voluntarios en Semana Santa.
EL CARIBE.