Periodismo Interpretativo
La Institucionalidad Norteamericana: Mito o Realidad?
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7 años agoon
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LA REDACCIÓNPor Elba García
Nadie puede poner en duda que el comportamiento de Donald Trump cuestiona profundamente los altos niveles de institucionalidad que adornan a la sociedad norteamericana, cuyo atributo ha servido para imponer determinada política pública a los gobiernos de los países pobres del tercer mundo.
Sin embargo, la presidencia caricaturezca de Trump ha llevado a muchos países a preguntarse si se trata de una imagen falsa y carente de una sustentación real la llamada institucionalidad de la democracia norteamericana.
Sociologicamente hablando nadie puede negar su desarrollo capitalista con el más alto Producto Interno Bruto del mundo, pero en la época Trump parece que la vida de la sociedad norteamericana está revestida de mucha politiquería y que las pocas vergüenzas del mandatario norteamericano depende con el cristal con que se mire, muy al estilo de las sociedades con poco desarrollo.
Esto así, porque el Rusiagate ciertamente tiene mucha similitud con el Watergate de Richard Nixon, pero la diferencia consiste en que en la época Trump el Congreso está controlado por los republicanos, mientras que cuando por primera vez renuncia un presidente en los Estados Unidos el Senado y la Cámara de Representantes eran de mayoría demócrata.
Esa diferencia parece ser la única razón para que en el caso Rusiagate no haya un desenlace similar al del Watergate, lo cual nos dice que más que un problema institucional se trata del posicionamiento de los dos partidos en las instancias que pueden degenerar en tal situación, lo cual ubica el asunto en la politiquería en vez de la institucionalidad.
Peor aún, si revisamos minuciosamente la historia encontraremos que son muy pocos los republicanos y de igual los demócratas que han votado en favor de sacar de la Casa Blanca a un presidente de su corriente que haya cometido faltas muy graves.
En este aspecto la democracia norteamericana se parece mucho a aquella que se vive en los países pobres y con poco desarrollo de la conciencia social, donde las clases sociales no juegan un papel determinante, sino los grupos que rayan en lo mafioso con vínculos muy estrechos con el poder a través de la politiquería, que generalmente se produce a través de la donación de dinero y la cercanía con los mandatarios de turno.
El caso Rusiagate parecía antes de las declaraciones del cancelado jefe del Buró Federal de Investigaciones (FBI) que terminaría en el procesamiento del presidente Trump, pero el partidarísmo se ha constituido en el paño tibio del asunto, lo cual parece ser una puñalada, sino mortal, muy peligrosa para una nación que pretende seguir siendo la que tiene la potestad de juzgar a todos los demás, sólo por su condición de imperio.
El caso Rusiagate luce con muy pocas posibilidades de que Trump pueda ser sometido a un impeachment o proceso de destitución, sólo porque su partido controla ambas cámaras, las cuales son la instancia clave para que se pueda producir la destitución o renuncia del presidente.
En el Senado tendrían que sumarse 19 senadores republicanos a los 48 del Partido Demócrata para que el presidente sea sometido a un juicio de destitución, es decir dos tercios de sus miembros, lo cual parece difícil por no decir imposible.
Esta realidad contrasta con el escándalo de Watergate, el cual tenía características muy parecidas al Rusiagate, pero la diferencia consiste en que Richard Nixon se vio acorralado porque el Congreso estaba controlado por los demócratas.
Incluso otra demostración de que parece ser un mito la institucionalidad de la sociedad norteamericana lo constituye el hecho de que los tropiezos de Trump con sus órdenes ejecutivas parecen ser el resultado, no de las violaciones contenidas en las mismas de la Constitución de los Estados Unidos, sino del hecho de que los jueces, naturalmente con algunas excepciones, son demócratas y no republicanos.
De manera, que todo parece indicar que las teorías sobre la fortaleza del Estado norteamericano y su conciencia social por tratarse de una sociedad con un alto desarrollo capitalista como resultado del crecimiento de sus fuerzas productivas, no pasa de ser un mito, ya que está más que demostrado que la partidocracia es la responsable del manejo de todas las instancias públicas de la potencia del norte.
No ha importado qué tanto Donald Trump haya lesionado el orgullo de los estadounidenses, el asunto tiene importancia y consecuencia dependiendo de cuál de los partidos tiene la posibilidad de sancionar en función del privilegio de contar con la mayoría en las cámaras legislativas o de la tendencia del juez que conoce el caso en discusión.
Parece ser definitivamente un mito los altos niveles de institucionalidad de que tanto se ha hablado sobre la sociedad norteamericana, porque la ridícula y violatoria del estado de de derecho de la época Trump ha borrado todos los paramentos.
Periodismo Interpretativo
Los altos niveles de la espiritualidad se constituyen en un dique de contención de la vocación delincuencial.
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7 años agoon
marzo 21, 2018Por Elba García
La sociedad dominicana es amenazada por una descomposición social y ético moral que pone en peligro su integridad en todos los aspectos, principalmente porque el Estado no está en capacidad de preconizar y promover valores, sino anti-valores.
La posibilidad de contrarrestar en mayor medida el fenómeno de la descomposición social y moral descansa, principalmente, en el Estado porque cuenta con las herramientas para imponer un régimen de consecuencia y de hacer la inversión económica requerida para crear las oportunidades de empleos y disminuir la desigualdad, lo cual ataca una de las razones que más genera, por ejemplo, la delincuencia, como lo es la exclusión social.
Sin embargo, frente a la incapacidad del Estado para diseñar políticas públicas que priorice la inversión social, el papel protagónico para enfrentar el fenómeno recae en las organizaciones que trabajan y conectan con la gente, sobre todo en las comunidades más carenciadas del país, donde tiene nacimiento la vocación delincuencial.
El trabajo, por ejemplo, de las iglesias, tanto católica como protestante, juega un papel decisivo en muchos jóvenes para no caer en las garras de las bandas o de la vocación de una conducta al margen de la ley, porque proporcionan fortaleza espiritual que sin dudas se convierte en un dique de contención para impedir que entre a sus vidas una inclinación delincuencial.
Está más que demostrado que aquellas comunidades donde hay una mayor integración a las labores de las iglesias, sobresale una conducta apegada al respeto de la ley y de mejor convivencia social, donde ésta juega un papel importante en la formación que se adquiere a través de estas instancias.
La iglesia católica acaba de comprobar en un estudio que la Sierra es uno de los lugares donde menos delincuencia se produce, pero todo el mundo sabe que esos pueblos tienen un fuerte apegamiento a valores cristianos desde los tiempos coloniales, pese a que los niveles de pobreza y analfabetismo son muy altos, aunque no tan críticos como los de otras zonas del territorio nacional.
Sin embargo, otra razón para que tal vez la delincuencia no haya impactado tanto a los pueblos de la Sierra se debe a las remesas que reciben del exterior, principalmente de los Estados Unidos, lo cual se convierte en una válvula de escape para que no se desarrollo la vocación delincuencial.
Pero la revelación al respecto confirma que se hace más que necesario que el trabajo de las iglesias vaya más allá de los templos y toque el corazón de aquellos jóvenes excluidos y golpeados por el desempleo y el hambre y que en consecuencia no escojan el camino equivocado.
La mejor dosis que pueden recibir los jóvenes desorientados y con el solo camino de la delincuencia, el tráfico y consumo de drogas es la espiritual, la cual necesariamente tiene que estar revestida de un componente profundamente humano.
Esta sería una respuesta que siempre será necesaria y vital para el mejoramiento social, pero hará falta la refundación del Estado que para el restablecimiento de valores también cuente con la fuerza institucional pública y de ese modo incorporar otros elementos importantes como los medios de comunicación y el sistema educativo nacional, a fin de que el esfuerzo sea tan integral como el mal que nos aqueja.
Se impone una gran jornada nacional, pueblos por pueblos, para trabajar por una transformación total de aquel que ve la vida sólo desde la perspectiva del dinero, pero que ojalá se puedan incorporarse recursos a través del Estado para además crear empleos y mejorar las condiciones de vida de la gente.
Sólo de esa manera podría producirse una verdadera transformación social y convertir a la República Dominicana en una sociedad más habitable y humana, donde la delincuencia y la degeneración sea un fenómeno aislado y no general como pasa actualmente.
Periodismo Interpretativo
Será la frontera la excepción en corrupción en la República Dominicana?
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7 años agoon
marzo 7, 2018Por Elba García
La emigración haitiana, con implicaciones socio-económicas como prácticamente todas en el mundo de hoy, continuará aunque el Gobierno haya anunciado una serie de medidas en la frontera para evitar la entrada ilegal desde el vecino país.
La llegada masiva de haitianos ha creado una verdadera alarma nacional, sobre todo porque en opinión de muchos esta inmigración implica un aumento de la delincuencia y la promoción de una serie de enfermedades que son consustanciales a la pobreza y que afectan a pueblos como el haitiano.
El presidente de la República anunció un aumento de los militares que vigilan la zona fronteriza e incluso la medida habla de la incorporación de drones para monitoreal al haitiano hambriento que tiene como norte establecerse en el país.
La migración haitiana tiene un componente que forma parte de una cultura como la corrupción, ya que la entrada de éstos está determinada porque hay de por medio el pago de un peaje a los responsables de vigilar la frontera.
El hecho de que haya un elemento prácticamente cultural en el pueblo dominicano que motiva esa inmigración haitiana, permite colegir que es un problema no tan fácil, aunque no imposible, de detener.
Lo primero que habría que analizar es si el presidente de la República Dominicana, licenciado Danilo Medina, tiene moral para exigirles a sus subalternos lo que él y su Gobierno no pueden dar.
La pregunta que se impone es si podrán los militares de la frontera parar el cobro del peaje a los haitianos ilegales si quien se lo pide anda en lo mismo en otras instancias de la administración pública?
Realmente tiene moral un presidente involucrado en el caso Odebrecht y en otros escándalos para pedir que la frontera y los encargados de vigilarla sean éticos y decentes?
Podría el Gobierno pedir un cambio en la actitud de los militares que cuidan la frontera, mientras el presidente nombra como cónsul a un traficante con haitianos ilegales?
Se trata de un mensaje dual, porque con palabras se expresa preocupación por el fenómeno, pero con los hechos se promueve.
Es una doble moral que su fin no será otro que el fracaso.
El otro elemento es que la inmigración, incluida la haitiana, está motivada en el hambre y la pobreza y no hay muro que la detenga, no importa que sea físico, institucional o de cualquier otra índole.
Mientras los funcionarios hacen fiesta con los recursos públicos, los militares de la frontera harán lo mismo para permitir la entrada no sólo de haitianos ilegales, sino de todo lo demás, como drogas y el contrabando de mercancías.
Que nadie se llame a engaños con las palabras huecas del presidente Danilo Medina, experto en la simulación y la mentira.
Periodismo Interpretativo
Líderes de las izquierdas que usan como herramienta las armas de la derecha.
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7 años agoon
enero 30, 2018Por Elba García
Son varios los líderes latinoamericanos que luego de llegar al poder se convirtieron en híbridos, porque a pesar de que se vendían como una cosa en realidad eran otra.
El mejor ejemplo es Ignacio Lula da Silva, quien cuenta con dos condenas judiciales y está al borde de terminar en la cárcel por corrupción como consecuencia de aliarse a la derecha y promover un neoliberalismo desde el poder que no encajaba con su proyecto político original.
Lula da Silva fue rechazado por el ala más radical de su Partido de los Trabajadores (PT), ya que ese sector no le perdonaba su coqueteo con grupos económicos que apoyan su crecimiento en la corrupción y en las malas artes para depredar patrimonios públicos.
El proyecto político de Lula da Silva a pesar de sus logros en el gobierno, porque sin dudas los hubo, se desnaturalizó a tal punto que hoy éste es un ejemplo a tomar en cuenta como protagonista de una corrupción que lo marcó para siempre y que le quita moral para criticar el flagelo que ha sumergido en la miseria a los pueblos latinoamericanos, como lo es la corrupción administrativa.
Sin embargo, las izquierdas latinoamericanas se resisten a ver los pecados de uno de los suyos y en cambio recurren a la acusación de que se trata de una persecución de la derecha.
Lula da Silva sólo depende para hacer su entrada a la cárcel de solicitar la no ejecución de la sentencia mediante una figura que consiste en una explicación de la misma y de interponer un recurso de amparo ante la Suprema, cuyos especialistas observan muy pocas posibilidades de éxitos del otrora obrero metalúrgico.
Ese triste cuadro no exclusivo de la izquierda brasileña, sino que igual descrédito se ha producido con la de El Salvador, donde el primer presidente de izquierda, Mauricio Funes, está en el exilio por acusaciones de la comisión de actos de corrupción mediante la apropiación de recursos públicos, igualándose a ex presidentes de la derecha como Francisco Flores y Elías Antonio Saca.
Lo propio ha ocurrido en el izquierdista Alianza País de Ecuador de Rafael Correa y del actual presidente Lenín Moreno, ya que por lo menos este último se ha aliado a la derecha para promover las ideas neoliberales que preconizan los grupos económicos.
Otros líderes que llegaron al poder a través de un partido de izquierda, como el de la Liberación Dominicana, que han sido promotores y defensores del neoliberalismo son Leonel Fernández y Danilo Medina, cuyos gobiernos están muy manchados por la corrupción y son abiertamente neoliberales, pasando en la práctica de la izquierda a la derecha, tanto así que su perfil es más conservador que el más radical de esta corriente.
El cuadro que presentan las izquierdas latinoamericanas es definitivamente desconcertante.
Tanto es así, que el propio gobierno chavista aunque promovía y practicaba el anti-neoliberalismo nunca ha tenido una crítica en contra de un híbrido y camaleón como Leonel Fernández, que sabía presentarse como un no alineado en una cumbre en Cuba y luego aterrizaba en Washington como un defensor del neoliberalismo y la derecha internacional.
Todo este panorama ha erosionado la credibilidad de las izquierdas latinoamericanas, cuyas consecuencias no han sido peores porque algunos pueblos están gravemente enfermos fruto de la promoción de una serie de anti-valores que han dejado como secuela el corrompimiento de la gente, que le da más valor a un peso que al aspecto humano de la vida, lo cual se traduce en un problema político porque hemos pasado de una política ideológica a una clientelar y asistencialista.
Las izquierdas ahora no tienen como justificarse, porque además la gran mayoría de los llamados partidos alternativos, que siempre son más de izquierda que derecha, están seriamente comprometidos con la micro-corrupción promovida por la derecha, por lo menos en lo que tiene que ver con la República Dominicana