Por fin, luego de mucho bregar por todo el país, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) obtuvo su registro como partido político ante el Instituto Nacional Electoral (INE). Cumplido el requisito, el nuevo partido podrá participar en los comicios federales de 2015. Y si en este proceso electoral obtiene al menos el tres por ciento del total de sufragios emitidos, podrá contender en las elecciones presidenciales de 2018.
Obtener ese tres por ciento no es difícil, pues significaría más o menos un millón de votos. La verdadera dificultad radica en que la autoridad electoral los reconozca, pues ésta, el INE, no es más que una agencia del Estado para controlar y determinar de modo ilegal los cómputos de sufragios.
La experiencia es añosa y amarga. No se olvide que el INE es el antiguo IFE (Instituto Federal Electoral), órgano gubernamental responsable de las escandalosas manipulaciones comiciales, verdaderos fraudes electorales, de los años 2000, 2006 y 2012. Y lo que se dice de los comicios de 2015 puede afirmarse para los de 2018. Porque una cosa es ganar las elecciones y otra muy distinta que la autoridad electoral, es decir el gobierno, el sistema político lo reconozca.
De todos modos y sabiendo que en México, como en España, Estados Unidos, Francia o Inglaterra está cerrada la vía electoral como medio para transformar o cambiar el sistema político imperante, el registro de Morena debe recibirse como una buena noticia. No tanto porque sus miembros, simpatizantes y votantes confíen en la honradez de la autoridad electoral, sino porque se tratará de un partido político independiente del gobierno. Y eso en México es una gran conquista política.
Alguna vez el Partido Acción Nacional (PAN), es decir, la ultraderecha o derecha fascista, fue un partido independiente. Insignificante, pero no subordinado al gobierno. Y una cosa semejante puede decirse del PRD (Partido de la Revolución Democrática): un tiempo fue independiente del gobierno, aunque no tardó mucho en subordinarse.
Subordinar a los opositores (partidos, sindicatos, organizaciones sociales o personas en lo individual) por la vía de la cooptación y la corrupción es la alta especialidad de los operadores políticos del sistema. Saben hacerlo y lo hacen muy bien. Ahí están como pruebas irrefutables de su eficacia corruptora los casos ya señalados de PAN y PRD.
En las época de Cuauhtémoc Cárdenas como candidato presidencial perredista y como presidente del PRD el binomio cooptación-corrupción no funcionó. Y tampoco funcionó con López Obrador como líder del partido y como candidato presidencial. No pudieron comprar al partido y a a esos dos dirigentes. Ya con Cárdenas y con López Obrador fuera, la meta fue conseguida.
Esa imposibilidad de cooptación-coprrupción de ambos líderes explica sobradamente las campañas de desprestigio, de calumnias, de satanización, de auténtico lodo que en su momento se enderezaron contra Cárdenas y López Obrador, campañas sucias que siguen desarrollándose contra este último, cual puede observarse en una buena parte de los medios de comunicación. Y que arreciará, sin duda, a partir de ahora en que Morena ha logrado obtener su registro como partido político.
Al menos por el momento, nadie sensatamente piensa que a Morena le serán reconocidos sus logros y triunfos. Contra el nuevo partido se lanzará toda la poderosa artillería del sistema buscando destruirlo desde la cuna.
Pero la primera victoria ya fue conseguida. En México un partido independiente del gobierno es la primera piedra en la construcción de un nuevo sistema político. Y Morena es independiente del gobierno. Y por eso la derecha y sus voceros se muestran tan preocupados y tan agresivos con el nuevo partido y con López Obrador, su incorruptible dirigente.