La República Dominicana es un país en el que se vive más de la percepción que de la realidad.
Aparentar en el país puede traer consigo una serie de beneficios, pero también serios tropiezos en la vida.
En el ámbito público y particularmente en el referente a los partidos políticos, en la Republica Dominicana siempre se habla de unos avances que nunca han existido, sobre todo en el orden institucional.
Esa debilidad del Estado no sólo pare fenómenos como la impunidad, sino también grandes posibilidades de que el sistema democrático, el vulnerable sistema democrático, pueda colapsar.
En las condiciones en que se encuentra el país nadie puede poner en dudas que en la nación pueda instaurarse una dictadura con características muy parecidas a la de Trujillo.
En realidad, todo el sistema institucional nacional está profundamente deteriorado y no tiene ninguna credibilidad, desde el Poder Ejecutivo, hasta el Poder Legislativo y el Judicial.
No hay que hacer una investigación muy profunda para darse cuenta de eso, pero el asunto da más miedo cuando se analiza el comportamiento de los partidos políticos, pequeños y grandes, de izquierda y de derecha, los cuales se entretienen con las migajas que distribuyen los que controlan el poder.
La corrupción es rampante, se trata de una cultura nacional, lo cual propicia que aparezcan sujetos como Ranfis Domínguez Trujillo, un hombre que nunca ha trabajado y que ha trascendido que en sus andanzas políticas ha engañado a mucha gente, con el propósito de vender una esperanza que no puede garantizar.
Pero que nadie se llame a engaño, porque en el país cualquier cosa puede ocurrir por las razones citadas más arriba.
Es más, este periódico ha planteado en reiteradas ocasiones que otra amenaza que se cierne sobre el país es su posible conversión en otro Haití, porque si bien en la hermana nación existe un Estado de derecho, pero no de hecho, mientras que en la República Dominicana existe en los dos contextos, pero profundamente corrompido, donde el bajo mundo y la ilegalidad juegan un papel de primer orden.
Pero qué se puede esperar de un país donde un senador deportado por drogas de los Estados Unidos es el vocero del partido de gobierno y es uno de los que someten y aprueban las leyes nacionales.
Para un buen ejemplo sólo basta un botón, por lo que la entrada formal de Ranfis Domínguez Trujillo al escenario político nacional es sólo otro elemento más de los tantos que justifican la creencia de que en la nación cualquier cosa puede ocurrir.