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Niños y niñas en situación de calle: Invisibilizados en la pobreza

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A seis años del primer catastro, el Gobierno de Chile, en colaboración con distintas instituciones privadas, realizará durante esta semana el Segundo Catastro Nacional de Personas en Situación de Calle.

El Catastro de Personas en Situación de Calle en Chile tiene por objetivo visibilizar a un grupo de personas en situación de extrema pobreza que aparece como invisible a las estadísticas censales (Jouannet, 2008).

Este catastro aportaría información necesaria para diseñar una política pública para Personas en Situación de Calle, la cual incluiría un componente específico orientado a la generación de una estrategia de abordaje integral para prevenir, mitigar y erradicar la situación de calle en la población infanto adolescente en el país.

El ministro Joaquín Lavín, para este último grupo, ha adelantado que se estima la existencia de aproximadamente 2.000 niños,  niñas y adolescentes viviendo en situación de calle en nuestro país; si bien las investigaciones sobre la magnitud del problema son una tarea difícil. Las estimaciones de los números de niñas y niños en situación de calle se constituyen en un dato oculto,  toda vez que las encuestas de hogares no registran adecuadamente su existencia. Es difícil contarlos porque están siempre trasladándose de un lugar a otro.

Tampoco es fácil explicar el porqué algunos niños, niñas y adolescentes terminan en las calles. A veces los padres mandan a sus hijos o hijas a las calles para mendigar, robar, etc. Otras veces son los niños o niñas quienes eligen irse de casa para escapar de situaciones de violencia doméstica.

Algo de historia acerca del fenómeno de los niños /as en Situación de Calle en Chile

En la década de los 30 se calculaba que el número de los niños y niñas en las calles de Santiago era cerca de siete mil, pudiendo llegar hasta los cuarenta mil en todo el país. Asimismo, para el año 1933, la Dirección General de Protección de Menores calculaba que “…el número de los menores que se encuentran en estado de total abandono puede estimarse en la suma de 5.000 en el departamento de Santiago y de 12.500 en el resto de los departamentos de la República; lo que hace un total de 17.500”.

A mediados del siglo pasado,  los niños y niñas de la calle erraban por la ciudad, concentrándose bajo los puentes, en los espacios públicos de la Quinta Normal, en los parques del centro o en las cuevas del Cerro Blanco. Realizando trabajos de lustrabotas o suplementeros, de “canillitas”, y en el caso de las niñas, algunas ejercían la prostitución de forma habitual u ocasional.

La mayoría había empezado su vagar antes de los siete años, y tendían a agruparse en pandillas de “palomillas” que inquietaban siempre a los comercios establecidos. Adicionalmente, “En las aceras y en las puertas de las iglesias, de los teatros y de los restaurantes, se ven mujeres con sus caras sucias y el pelo desgreñado, vestidas con andrajos, que muestran niños, siempre de pocos meses, que les sirven de motivo para pedir una limosna”.

En los 1980s, “Una y otra vez encontramos a niños o niñas en las calles pidiendo una limosna, o a la salida de los salones de té, de las tiendas, de las carnicerías, de las panaderías, de los supermercados; o a las mujeres con sus hijos, en el Centro de Santiago o en cualquier calle aledaña. O a niñas que miran entre provocativas y angustiadas hacia el interior del auto; o a niños, jóvenes o adultos abordando los buses para pedir una moneda “solidaria”, o cantando al rasgueo de una peineta, o repartiendo tarjetas… o revolviendo la basura que ha quedado en tachos o en asépticas bolsas plásticas. Y a tantos otros que insisten con el timbre de nuestras casas para “una ayudita, por favor”.

Los niños y niñas fueron actores importantes de este proceso hasta finales de los ochenta. En Santiago, cerca de la Estación Mapocho, la Vega Central y el centro, se agrupaban niños, niñas y adolescentes de diversas edades para defenderse y subsistir en la calle.

A partir de los 90s, se inició un proceso de valoración y reforzamiento de las políticas sociales que ha implicado un significativo crecimiento del gasto social per cápita en todos los sectores sociales, especialmente en educación, salud, vivienda y previsión, entre otros. El aumento del gasto social y la puesta en marcha de un conjunto de nuevas intervenciones programática, entre las que se incluye un sistema de protección social para favorecer a los sectores más vulnerables, han tenido como resultado un importante descenso en los indicadores de pobreza.

En este contexto, adquiere especial relevancia una comprensión del fenómeno de las personas en situación de calle, que si bien representan porcentajes bajos en comparación a antaño, requiere de intervenciones complejas y altamente especializadas.

Comprendiendo el Fenómeno de los niños /as en Situación de Calle
Según los informes de UNICEF, existen 100 millones de niñas y niños abandonados en todo el mundo, de los cuales 40 millones pertenecen a América Latina. Con edades que oscilan entre los 10 y 14 años, son condenados a intentar sobrevivir en el único “hogar” que tienen disponible: las calles.

El Catastro de Personas de calle en Chile, realizado en julio del año 2005, mostró que de las 7.254 personas que vivían en la calle ese día, 674 eran menores de 18 años, es decir el 9,3% (MIDEPLAN, 2005). Respecto de la población infantil en situación de riesgo social, esta cifra representa un bajo porcentaje de casos a nivel nacional, pero requieren de intervenciones complejas y de alta especialización para un abordaje adecuado (Montes, 2008; SENAME, 2001). Y,  es deseable ponerse como meta que nuestro país no tenga niños /as en situación de calle.

Respecto a los niños y niñas en situación de calle en nuestro país, a marzo del año 2009, de los 78.330 niños vigentes en programas de SENAME, 1.832 esto es el 2.3%, eran niños y niñas en situación de calle (SENAME, 2009). De ellos, el 31,1% eran mujeres y el 68,9% eran hombres; en tanto, 1.475 eran niños, 80.5% en la calle y 314 o el 19.5% eran niños que habitan en la calle (op. cit.).

UNICEF distingue entre dos grupos de niños según la situación de sus familias: La niñez “en” la calle y la niñez “de” la calle.

Las niñas y niños “en” la calle, son el grupo más grande (aproximadamente un 75%) trabajan en las calles pero mantienen relaciones cercanas con sus familias. La mayoría mantiene sus vínculos familiares, y aunque pasan mucho tiempo lejos de ellos, sienten que tienen un hogar. Esta podría ser la situación de las niñas que venden flores en Providencia, de los niños que venden calendarios en los buses del Transantiago o en restaurantes del Centro, o de los adolescentes que realizan malabarismo en las esquinas de calles del sector alto.

Las niñas y niños “de” la calle (aproximadamente el 25%) están sin hogar y tienen los vínculos familiares rotos debido a la inestabilidad o a la desestructuración en sus familias de pertenencia. En algunos casos han sido abandonados por sus familias y en otros casos ellos mismos decidieron irse. Comen, duermen, trabajan, hacen amistades y juegan en la calle.

Lejos de disfrutar del derecho “a un nivel de vida adecuado para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral y social”, la niñez en situación de calle sufre los efectos acumulativos de la pobreza, el hambre, la disolución de las familias, el aislamiento social y, con frecuencia, la violencia y el abuso.

El consumo de drogas es omnipresente en la calle (Lucchini, 1996) y para los niños, niñas y adolescentes se constituye en un elemento que cumple diversas funciones: alimento, analgésico, amnésico, elemento de socialización y pasatiempo.

Obligados a valerse por ellos mismos, antes de adquirir una identidad personal o de madurar, las niñas y niños en situación de calle corren grave peligro de caer en la prostitución, el consumo de drogas y varias formas de conducta criminal. Estas actividades se constituyen a veces en los únicos medios de supervivencia de los que disponen y usualmente les generan una serie de problemas físicos y psicológicos (como por ejemplo: alucinaciones, parálisis o falta de coordinación motora, edemas pulmonares, fallos en los riñones y daños cerebrales irreversibles, por nombrar algunos).

Indudablemente, que la dureza del fenómeno de los niños y niñas en situación de calle exige políticas públicas eficaces, certeras e inmediatas, como lo ha insinuado la actual administración de Mideplan.

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