Estas residencias reciben entre RD$30,000 y RD$270,000 mensuales en subvención, dependiendo de su capacidad.
La mayoría son dirigidos por religiosas que durante años han librado batallas para mantenerlos a flote, debido a las históricas limitaciones económicas con que operan.
De ahí que encontrar cupos en uno de estos hogares es cada vez más difícil para las familias de escasos recursos. “No hay cupo, manténgase viniendo hasta ver”, es un consejo muy común en estos centros.
Una muestra de esto lo constituye el Hogar San Francisco de Asís, el centro de referencia para este tipo de servicio en la capital. Allí viven 300 envejecientes, muchos de ellos desligados de sus familias, por lo que el costo de la atención depende del hogar. Con frecuencia son abandonados en su puerta adultos mayores, como “una presión estratégica” para que sean acogidos.
29 centros
A nivel estatal, República Dominicana cuenta 29 hogares de ancianos o residencias permanentes y 30 hogares diurnos. En conjunto cubren una población de 2,106 adultos mayores, bajo la dirección desde el 2015 del Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape), cuyo presupuesto general para este año es de RD$380 millones.
En el sistema hacen vida unas 11 Organizaciones No gubernamentales (ONG) que reciben subsidios para desarrollar programas a favor del adulto mayor. Existen, además, residencias geriátricas privadas y han empezado a proliferar servicios médicos domiciliarios privados, que incluyen visitas de especialistas o geriatras, servicios de enfermería y de laboratorio clínico.
“VIVO EN CONSTANTE ESTRÉS”
De las dificultades de acceso sabe muy bien María (nombre ficticio a solicitud de la protagonista), quien tiene sus dos padres envejecientes y enfermos, y cuyo sustento en alimento y medicina depende de su sueldo como secretaria y la pensión de RD$5,000 mensuales que recibe su padre. Dice que sólo en medicamentos su papá requiere de RD$12,000 y otra cifra similar se debe destinar a la madre que padece de Alzheimer, entre otras complicaciones.
“No tengo para pagar una persona que los cuide de manera permanente, con frecuencia recibo en mi trabajo llamadas de los vecinos diciéndome que uno de los dos se ha puesto malo y tengo que salir corriendo. La verdad que eso te da estrés y te quita la paz”, lamenta.
Dice que ha querido buscar espacio en hogares de ancianos del Estado para su madre, que es la que mayor vigilancia requiere, pero en todos ha recibido la misma respuesta, de que no hay cupo.
“Fui al San Francisco de Asís, me reuní con la monjita, le expliqué la situación y me dijo que me mantenga asistiendo porque no hay cupo. Llamé a otros cuatro y me dicen lo mismo. De comparona he llamado a hogares privados y los costos, hacen imposible esa posibilidad”, narra.
Explica que su madre de 70 años tiene Alzheimer, enfermedad que desarrolló luego de una fuerte depresión tras la muerte repentina de una de sus hijas, entre otras complicaciones que les obligan a usar incluso pañales desechables, y su padre, a quien define como un volcán en materia de salud, tiene 76 años, está ciego, hipertenso, sufrió trombosis, es asmático y presenta flebitis.
Viven en la casa paterna, donde ella le paga a una persona para que le cocine; otra de sus hermanas, enferma de lupus, acude interdiario a atenderlos, pero cuando tiene la defensa muy baja no puede ir; su otra hermana acaba de recién graduarse y su hermano es buhonero, por lo que no tienen recursos económicos para pagar una atención permanente.
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PRESUPUESTO EN CENTROS
Inversión
De acuerdo a estudios hechos por el Conape, la inversión mensual en cada adulto mayor que vive en un hogar de anciano permanente se estima en un promedio de RD$15,000, mientras en los atendidos en los hogares diurnos es de RD$7,000 mensuales, sin contar con otras inversiones que se hacen a estos centros, incluyendo donaciones.
Sus datos indican que en suministro para los 29 hogares permanentes Conape destina RD$6.5 millones en nómina para el pago de los 437 empleados, unos RD$7.5 millones, para una inversión general mensual de RD$14.7 millones, equivalente a unos RD$183 millones mensuales.
El costo por envejeciente ronda entre los RD$5,000 y RD$33,000 para un promedio mensual de RD$15,000. El costo anual por envejeciente estimado por Conape va entre los RD$57,000 y los RD$425,000.
Nathalie María, directora del Conape, reconoce las limitaciones que todavía mantienen esos servicios, aunque considera incuantificable la inversión que se hace.
Explica que el presupuesto que recibe trasferido del Ministerio de Salud Pública en un 80% va dirigido al pago de nómina del personal que labora en esos hogares, pero que ahora el Conape está haciendo otras acciones a favor de la población envejeciente.
Cambios
La directora de Conape reveló que en el diagnóstico que se hizo tras recibir la transferencia de esos hogares, que anteriormente estaban bajo la responsabilidad del Ministerio de Salud Pública, se determinó que tenían infraestructura deteriorada y personal con horarios desorganizados.
Ante esa realidad, asegura, se empezó a trabajar con la capacitación del personal, que era una de las debilidades encontratadas. Se ha querido cambiar la imagen de pedir ayudas, y que se vea como una responsabilidad del gobierno.
“Vimos casos de un centro que podía tener 20 envejecientes y 25 personas nombradas”, destaca, tras señalar que se ha estado reubicando personal de acuerdo a las necesidades.
Licencia para cuidar
Conape tiene en carpera, de acuerdo a su directora, hacer inversión en la capacitación del personal. “Aspiramos a que los cuidadores de las casas tengan capacitación y licencia, que sería emitida por Conape y que toda persona que cuide un adulto mayor sea en la casa, en los hogares, en Haras Nacionales deberá tener esa licencia”.
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