Siempre este periódico ha sostenido que los Estados promueven valores o antivalores y que en el caso del dominicano este sólo preconiza los segundos, no los primeros.
El Estado es una expresión de la visión de los dirigentes del partidarismo nacional y en consecuencia cuando sus líderes promueven antivalores, el poder público reproduce esa forma de ver la sociedad y los resultados siempre serán catastróficos.
La partidocracia dominicana ha parido una serie de personajes que parecen traídos de un escenario donde los pantanos están por doquier, porque se apoyan en una doble moral que manda madre, para utilizar una expresión popular.
Dos de estos personajes son Julio Cesar Valentín y Abel Martínez, ambos con una procedencia muy parecida y además con una falta de talento que habla muy claro del sendero que ha tomado la sociedad dominicana.
Los dos muy pobres, hicieron fiestas en la Cámara de Diputados, cuyo presupuesto se maneja como prácticamente todos los de la administración pública.
El segundo ahora candidato presidencial del partido más corrupto que tiene la sociedad dominicana y el segundo pontifica en favor de una corriente progresista luego de haber barrido en la administración pública.
Estos dos, conjuntamente con muchos otros, son, sin lugar a dudas, sólo una muestra de la gran desgracia nacional, porque ambos, pese a que algunos comentaristas les atribuyen condiciones presidenciales, no articulan bien sus ideas y son portadores de una doble moral que simboliza el fracaso que ha tenido la política nacional.
Abel Martínez y Julio Cesar Valentín son una verdadera expresión del bochorno nacional, no por otra cosa, que no sea por su conducta, propia de los peores vividores que se insertan en la actividad política partidista, a fin de dotarse de lo que nunca podrían conseguir con sus profesiones, porque carecen de las herramientas intelectuales para llegar a un punto de decencia y respeto.
De manera, que ver en estos momentos a Julio Cesar Valentín hablar de moral y de postulados boschistas, lo proyecta como un verdadero bochorno nacional cuando en realidad debía dedicarse a explicarle a la sociedad de donde provienen los recursos económicos que tiene.
Lo propio debía decirse de Abel Martínez, ya que antes de buscar dirigir el país debiera apostar a la transparencia, lo cual parece muy difícil, para dejar lo suficientemente claro cuál es su fortuna y de dónde proviene.
El caso de estos dos personajes presentan un argumento muy importante para elaborar una película que no es de ciencia de ficción de cómo se puede pasar de cajero de una tienda a ser una figura con una gran fortuna económica y para colmo sin talento convertirse en candidato presidencial.