De portada
Civilización sin democracia es una utopía que sólo puede ser posible con retórica política.
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Los imperios históricamente se han caracterizado por recurrir a la fuerza y a la irracionalidad para imponer su deseo o voluntad, sobre todo en pueblos pequeños y débiles, lo cual constituye una acción descabellada y al margen de la civilización y la democracia.
Nadie puede imponer su voluntad porque posea los más grandes recursos económicos y tecnológicos, porque entonces se procede al margen de la razón y de los valores cívicos y democráticos, los cuales la mayoría de las veces se enharbolan demagógicamente.
Pero ese comportamiento se repite en las diferentes épocas de la historia, el cual ha generado guerras muy cruentas y dañinas para la humanidad, mientras los discursos sobre la paz se reproducen con mucha mentira y demagogia.
Desde esta perspectiva habría que preguntarse por qué los Estados Unidos se atribuye el derecho de escoger antojadizamente a presidentes que no han sido elegidos democráticamente por los pueblos donde estos títeres se les imponen.
Desde hace algunos años se observa como el país más poderoso del mundo se empeña en declarar o reconocer como presidente de Venezuela a un pelafustán que tiene un perfil de un sinvergüenza que se aprovecha de la circunstancia que vive su país para sacar provechos personales.
Juan Guidó, recibido en la Casa Blanca como todo un jefe de Estado, constituye una vergüenza para una época que ha sabido sacar de sus entrañas el colonialismo ofensivo y denigrante, porque no puede haber nada más ilógico y anti-democrático que alguien querer ser presidente de un país sin nadie haberlo elegido.
Estas son de las cosas que deja a los Estados Unidos sin moral para hablar de democracia y para fiscalizar a otros pueblos que tal vez han fallado en el mantenimiento de un régimen que se ajuste a esta forma de vida política, pero cuyo error no le da autorización a la nación más poderosamente del mundo para hablar lo que a este país le conviene.
El proyecto político Juan Guidó fracasó hace tiempo, porque no tiene poder de convocatoria y en realidad no gobierna a nadie en Venezuela, cuya decisión de los Estados Unidos se convierte en una vergüenza para los pueblos libres del mundo.
Guido es un invento de los Estados Unidos, pero también él es el resultado de la torpeza de Nicolás Maduro y de los que no le hacen entender que ya debía promoverse un cambio en Venezuela para parar el sufrimiento de ese pueblo mediante una forma verdaderamente democrática.
Ambos sectores, es decir, Estados Unidos y el gobierno de Maduro, crean las condiciones para que se produzca un fiascos como Juan Guiadó, un vividor que se aprovecha de la circunstancia para sacar ventajas personales de la crisis que vive esta nación suramericana.