El sistema de justicia de la República Dominicana, judicatura y Ministerio Público, probablemente constituyen el principal fracaso del Gobierno de Danilo Medina y de Leonel Fernández.
Nadie puede negar que durante los gobiernos del doctor Joaquín Balaguer la justicia era manipulado cuando de juzgar a un político de oposición se trataba, pero en lo que respecta al delito común las cosas eran un tanto diferente.
Fueron numerosos los casos de jóvenes que recibieron condenas severas o sencillamente eran mantenidos en prisión sin ser llevados a juicios durante décadas, fenómeno muy propios de los regímenes dictatoriales o neo-dictatoriales como el que encabezó Balaguer.
Sin embargo, en la actualidad, aunque la manipulación de la justicia no es por razones política-ideológicas, pero si por el vínculo de los dirigentes del partido de gobierno con la corrupción y los fraudes que se cometen en contra del Estado.
Ahora el problema es mucho más complejo, porque no se sabe si por esa misma causa, la delincuencia común se mueve a sus anchas, ya que parece que el Ministerio Público y los jueces entienden que sólo si hubiera justicia en el caso de los robos en contra del Estado legitima perseguir al ratero o al delincuente común.
Eso parece tener cierta lógica, porque hay un principio jurídico que dice que la ley es igual para todos, por lo que, si hay archivos definitivos en favor del delincuente de cuello blanco, también debe haberlo para los de baja monta.
Ese comportamiento de lo jurisdiccional y del Ministerio Público socava todo el estado de derecho y en consecuencia la estabilidad jurídica, económica y social del país, lo cual se lleva de paro también la armonía y la convivencia nacional.
Se impone la ley de la selva a través de lo que se conoce en el ámbito jurídico como la vía de hecho, porque la gente si los tribunales no funcionan para resarcir los daños, entonces recurre a hacer justicia con sus propias manos.
En ese preciso momento la sociedad dominicana regresa a la edad de piedra, a la prehistoria, donde nadie podría vivir porque se impone el más fuerte.
Sería como imponer por acción o por omisión la ley de la selva y parece que la nación no está muy lejos de esa realidad.
Sin embargo, frente al cuadro tan feo que presenta el sistema de justicia del país, el Tribunal Constitucional envía un mensaje de tranquilidad, de esperanza de que todavía queda país, de que se puede recuperar mucho de lo perdido.
!A buena hora!.