Nuestra permanente exposición a los efectos de la naturaleza

Estamos permanentemente expuestos a catástrofes climáticas  y telúricas y este es el momento crítico para esas eventualidades.

Ocupamos nada menos que un poco envidiable tercer lugar mundial en exposición a los desastres naturales.

Esa situación debería poner a pensar a quienes toman decisiones importantes.

El país no puede seguir en ese tipo de crisis que amenaza absolutamente todo su componente social y natural.

Ya se ha advertido por ejemplo que Santiago es vulnerable a un terremoto de magnitud en cualquier momento.

Pero hasta ahora no se conoce qué  iniciativas importantes se han implementado  para mitigar las consecuencias funestas de este tipo de eventos terribles con su secuela de destrucción de vidas y de estructuras.

Lo peor es que a quienes se hallan más desamparados son los que van a sufrir la doble consecuencia de la crisis posterior a una tragedia de alcance colectivo provocada por los reajustes que hace la naturaleza en sus movimientos permanentes.

Este es el momento fundamental para echarle manos a la obra respecto a la situación.

Lamentablemente, no tenemos una cultura de la prevención.

Todo se hace con los eventos encima de la cabeza y por ello casi siempre sale mal y a veces peor.

Hay que imponerle a la gente, a través de la educación y de manera civilizada, la necesidad de prever el porvenir o por lo menos lo más evidente en sus sesgos más dramáticos.

De lo contrario, seguiremos en el mismo carro de las improvisaciones y la búsqueda de remedio a última hora cuando el paciente agoniza.