Opinión
Nuestro peculiar concepto de la corrupción
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Por Miguel Guerrero
En 1988, mientras corría por la candidatura del Partido Demócrata, el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se vio precisado a abandonar el esfuerzo mientras lideraba las encuestas para evitar un escándalo después que se publicara que había copiado parte de un discurso del líder liberal Neil Kinnock. Su decisión evitó que se le acusara de plagio y el caso se ventilara en la justicia. El asunto fue recreado en los medios años después cuando Biden fue escogido por Barack Obama como su vicepresidente.
En la República Dominicana ocurren a diario cosas similares y peores, sin consecuencia alguna. En un importante órgano del Estado hay denuncias graves de acoso y salvo algunas menciones en los medios, originadas en denuncias de las afectadas, es como si el ejercicio de una posición de mando concediera a alguien a usarla para dar riendas a sus incontrolables debilidades.
Lo cierto es que la principal traba en la lucha contra la corrupción nace del concepto que esta sociedad tiene sobre ella. Todo aquel que maneja fondos públicos y no se beneficia personalmente de ello, es un pendejo. Por eso, la corrupción es la única esfera donde hay continuidad con los cambios de gobierno. Donde la dejó uno la toma el que le sigue.
Se da así la fórmula perfecta. La corrupción nueva protege a la pasada.