La contaminación político-partidista representa un factor que impide que la nación camine, con cierta seguridad, por el sendero de la institucionalidad y el adecentamiento nacional.
Ahora es la Cámara de Cuentas, pero permanentemente las inconductas de partidocracia hace su aparición en cualquiera de los estamentos públicos y privados del país.
Siempre este batallar se da entre varios bandos, pero en todos no existen diferencias de fondo, sino de forma, de nombres de personajes y de partidos que tienen como propósito alzarse con el patrimonio público.
Es un fenómeno que indica hasta dónde los partidos políticos no tienen hiel y que muy poco les importa el bienestar general de la gente, de toda la población.
Lo más complejo del asunto es que todo el sistema legal y de la democracia descansa en la figura jurídica de los partidos políticos, porque son el instrumento para ejercer la llamada democracia, principalmente de la representativa.
Por esta razón, el problema que se presenta en la Cámara de Cuentas es el de nunca acabar, porque es el órgano que juega un papel de primer orden para detectar quién se roba los dineros del erario nacional.
Y entonces como el principal propósito de los partidos es llenarles los bolsillos a sus dirigentes y seguidores mediante el fraude, tiene un gran valor controlar y colocar en su pleno a gente que responda a esos intereses.
Que nadie se llame a engaño de que los partidos buscan que la Cámara de Cuentas cumpla con su función, sino que se ponga al servicio de sus mezquinos intereses y en tal virtud ninguno de los partidos tiene la razón, porque además nadie sabe cuál realmente es el portador de por lo menos una media verdad del asunto.
Lo que sí se puede asegurar que en esa lucha el único que sale perdedor es el pueblo dominicano por ser el que tiene la mayor carga mediante el pago de impuestos.
De manera, que nadie se llame a engaños de que de la confrontación entre los partidos por el control de la Cámara de Cuentas saldrá beneficiada la sociedad, aunque sí los grupos que se mueven en el entorno del partidarismo y que tienen intereses comunes con el bajo mundo y la corrupción generalizada.