Periodismo Interpretativo
«Pasaron sus vidas en la miseria y mueren en la miseria»
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7 años agoon
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LA REDACCIÓNCadáveres se deshacen a la espera de un entierro en Haití, donde la mayoría no puede pagar ni siquiera modestos servicios funerarios.
Primera entrega
Los 10 hombres se ponen sus overoles de polipropileno blanco, cierran las cremalleras y luego se ponen los guantes de látex. Algunos se amarran bolsas de plástico alrededor de sus tenis. Otros fabrican mortajas blancas con gorros médicos improvisados.
Estos son sus “blouz mÚ”. Sus batas de la muerte.
Un trabajador saca un paquete de cigarrillos mentolados del bolsillo y se los ofrece. Vueltas de mano abren una botella de ron, echa la cabeza hacia atrás tomando un trago y se lo da al hombre que está a su lado, que hace lo mismo. Se están preparando para la espeluznante tarea que les espera.
Son las 11 de una calurosa mañana de septiembre y los hombres han venido a recoger a los muertos no reclamados, abandonados en las morgues de la principal funeraria de la Rue de l’Enterrement, el Camino del Entierro, en el centro de la ciudad.
La calle está llena de bares y solares vacíos, donde hombres con sandalias plásticas observan madera para los ataúdes hechos a mano, así como las enormes paredes de la prisión más grande del país y el perímetro pintado de vivos colores de College Bird, una escuela privada donde el exdictador FranÁois Duvalier envió a sus hijos.
Al igual que el país en sí, el Camino del Entierro se extiende entre aquellos que lo tienen todo y aquellos que no tienen nada. Incluso las funerarias más modestas ofrecen servicios a partir de 1,100 dólares, mucho más allá de la capacidad económica de la mayoría de los haitianos, que viven con 2 dólares al día o menos.
No importa qué tan rico en amor puedan ser, la mayoría de las personas no pueden pagar esas tarifas. Y así, los cuerpos de sus hijos y madres esperan aquí tanto tiempo que sus rostros se derriten, su piel se deshace. Están apilados uno encima del otro en montones horribles y húmedos que se asemejan a las pinturas medievales del purgatorio. Los hombres que finalmente han venido a rescatarlos no son amigos o parientes. No conocen sus historias individuales. Pero reconocen la pobreza. “No tuvieron oportunidad”, dice RaphaÎl Louigene, el líder fornido y de suave voz del equipo funerario. “Pasaron sus vidas en la miseria, murieron en la miseria”, agregó.
Fundación St. Luke
Louigene y los demás hombres trabajan para la Fundación St. Luke para Haití, una organización caritativa que comenzó en el año 2000 para ayudar a los más pobres del país. Fue iniciada por el jefe y figura paterna de los hombres, Rick Frechette, un sacerdote y médico católico estadounidense.
Durante la última década, el equipo ha venido a recoger a los muertos abandonados para enterrarlos en un cementerio distante. No hay lápidas. Pero San Lucas está tratando de ofrecer un mínimo de dignidad: una mortaja, un ataúd, una tumba, algunos himnos edificantes y oraciones solemnes. Antes de que el equipo funerario interviniera, los cuerpos desordenados eran arrojados al desierto, en pozos gigantes o simplemente quedaban a la intemperie.
Para la mayoría de los hombres, esta es una pequeña parte de su trabajo. Participan en las escuelas de fundaciones, supervisan trabajos de construcción y responden a emergencias como el devastador huracán del año pasado que son endémicas en Haití. Louigene, de 35 años, es un trabajador social en el peor barrio indigente del país, ayudando a las mujeres a abrir pequeños negocios en el mercado y arreglar los techos que gotean en sus casas. Su teléfono suena incesantemente con llamadas para solicitar ayuda. Pero una gran parte de sus días los dedica a atender a los muertos. Él lo ve como otra responsabilidad de su llamado a la justicia social.
“¿Cuántos años hemos hecho esto? ¿Pueden imaginarse?”, dice. “Los ponen como si fueran basura. No es justo.”
Como la mayoría de los haitianos, los hombres están íntimamente familiarizados con la muerte en formas en que los norteamericanos no lo han estado durante casi un siglo. Conocen a personas cuyas vidas se ven truncadas por la violencia o las enfermedades de fácil tratamiento: disentería, neumonía, desnutrición y, más recientemente, cólera. Las complicaciones del embarazo y el parto aumentan el costo.
Este ha sido el caso en Haití por décadas. Después del devastador terremoto de 2010, que causó la muerte de 220,000 a 316,000 personas, los líderes mundiales prometieron finalmente ayudar al pequeño país a “reconstruirse mejor” y cambiar eso. A pesar de la ayuda de miles de millones de dólares, Haití se ha reincorporado a su estado de profundo desempleo, una red de seguridad social raída y hecha jirones, corrupción y pobreza cáustica. Uno de cada cuatro haitianos sufre de hambre crónica.
Todos los hombres en el equipo funerario crecieron pobres. Muchos eran huérfanos. Se ven a sí mismos en los cuerpos que recogen, especialmente en los niños.
Esta mañana de septiembre, hay 14 niños en la morgue. No hay repisas, los cadáveres están amontonados uno encima del otro en el piso de una habitación tipo mazmorra. En una esquina se levanta una pila de siete. Algunos usan pañales. Otros, como el niño pequeño con una camiseta azul y pantalones cortos a rayas, parecen vestidos para una salida dominical. Los hombres sacan sus cuerpos descongelados, uno por uno, mientras las moscas vuelan. Los colocan como piezas de rompecabezas en tres ataúdes. Es una decisión económica, pero verlos abrazados les da un consuelo extraño: no están solos.
“A veces, lloro”, dice Louigene, deteniéndose para darse otro trago de ron. “Estos niños… no tenían dinero para medicamentos, para comida. Eso me hace triste. Esto es lo que ocurre cuando no hay desarrollo “. Todos esos niños tenían nombres, familias e historias, sin importar cuán cortas fueran sus vidas. Uno de ellos era Mackenley Joseph. Tenía solo 10 meses y era amado por sus padres. Los hombres nunca lo sabrán. Para ellos, él es solo una víctima más de “mizè”, la miseria.
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LA FUNERARIA ZENITH
Unas pocas puertas más abajo se alza la gran dama de la calle: el Funeraria Zenith, de color rosa y con pilares. Los deudos que cruzan sus puertas tintadas son recibidos por una recepcionista delgada como un lápiz de nombre Dieula (Dios está aquí) y hay una sala con cristales de ataúdes con olor a amoníaco. En la parte posterior del edificio se encuentra la oficina de administración, donde, dependiendo de la hora del día, se sientan el señor o la señora Louis, los esposos dueños del negocio. Ambos son ruidosos y obesos, y regularmente ambos explotan con una risa estruendosa.
Una campana de botones de oro se encuentra al final de un escritorio de banquero desordenado, y lo hacen sonar con gusto para convocar al personal. Al lado hay una escultura de piedra rota que dice: “Bienvenidos todos”. El negocio de la funeraria ha tratado bien a los Louis. Tienen otros dos salones en el norte del país, y están criando a tres hijos y construyendo un nuevo hogar en el exclusivo barrio de Peguy Ville. La muerte es un recurso particularmente abundante aquí. La esperanza de vida de los haitianos es solo de 63.4, casi 12 años por debajo del promedio de América Latina y el Caribe. La funeraria ofrece muchos paquetes para los dolientes. El servicio más caro viene con una limusina y un autobús para los huéspedes. Cuesta alrededor de 8,000 dólares. Pocos en Haití tienen esa cantidad de dinero.
La mayoría toma una opción más barata, que todavía incluye fotos profesionales, un coche fúnebre, flores y una pequeña banda de música llamada “fanfa” para dar una serenata al cadáver en su ataúd abierto y llevar la procesión al cementerio. Incluso con la opción más barata, muchas personas pobres se endeudan para pagar el funeral de un ser querido.
Otros optan por la vergu¨enza en lugar de una deuda devastadora, el lugar de aceptar el servicio. Los Louis siempre han tenido problemas de clientes que abandonan a sus seres queridos en los cuartos fríos de la funeraria. La pareja solía enviar los cuerpos abandonados a la morgue pública de la ciudad, en el hospital general, a dos cuadras de su negocio. Una vez que el hospital se cerró en 2015, el arreglo se revirtió.
El hospital ahora envía cuerpos a la sala fúnebre de la pareja. En teoría, el hospital le paga a la pareja hasta 20 dólares para almacenar cada cuerpo.
listindiario.com
Periodismo Interpretativo
Los altos niveles de la espiritualidad se constituyen en un dique de contención de la vocación delincuencial.
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7 años agoon
marzo 21, 2018Por Elba García
La sociedad dominicana es amenazada por una descomposición social y ético moral que pone en peligro su integridad en todos los aspectos, principalmente porque el Estado no está en capacidad de preconizar y promover valores, sino anti-valores.
La posibilidad de contrarrestar en mayor medida el fenómeno de la descomposición social y moral descansa, principalmente, en el Estado porque cuenta con las herramientas para imponer un régimen de consecuencia y de hacer la inversión económica requerida para crear las oportunidades de empleos y disminuir la desigualdad, lo cual ataca una de las razones que más genera, por ejemplo, la delincuencia, como lo es la exclusión social.
Sin embargo, frente a la incapacidad del Estado para diseñar políticas públicas que priorice la inversión social, el papel protagónico para enfrentar el fenómeno recae en las organizaciones que trabajan y conectan con la gente, sobre todo en las comunidades más carenciadas del país, donde tiene nacimiento la vocación delincuencial.
El trabajo, por ejemplo, de las iglesias, tanto católica como protestante, juega un papel decisivo en muchos jóvenes para no caer en las garras de las bandas o de la vocación de una conducta al margen de la ley, porque proporcionan fortaleza espiritual que sin dudas se convierte en un dique de contención para impedir que entre a sus vidas una inclinación delincuencial.
Está más que demostrado que aquellas comunidades donde hay una mayor integración a las labores de las iglesias, sobresale una conducta apegada al respeto de la ley y de mejor convivencia social, donde ésta juega un papel importante en la formación que se adquiere a través de estas instancias.
La iglesia católica acaba de comprobar en un estudio que la Sierra es uno de los lugares donde menos delincuencia se produce, pero todo el mundo sabe que esos pueblos tienen un fuerte apegamiento a valores cristianos desde los tiempos coloniales, pese a que los niveles de pobreza y analfabetismo son muy altos, aunque no tan críticos como los de otras zonas del territorio nacional.
Sin embargo, otra razón para que tal vez la delincuencia no haya impactado tanto a los pueblos de la Sierra se debe a las remesas que reciben del exterior, principalmente de los Estados Unidos, lo cual se convierte en una válvula de escape para que no se desarrollo la vocación delincuencial.
Pero la revelación al respecto confirma que se hace más que necesario que el trabajo de las iglesias vaya más allá de los templos y toque el corazón de aquellos jóvenes excluidos y golpeados por el desempleo y el hambre y que en consecuencia no escojan el camino equivocado.
La mejor dosis que pueden recibir los jóvenes desorientados y con el solo camino de la delincuencia, el tráfico y consumo de drogas es la espiritual, la cual necesariamente tiene que estar revestida de un componente profundamente humano.
Esta sería una respuesta que siempre será necesaria y vital para el mejoramiento social, pero hará falta la refundación del Estado que para el restablecimiento de valores también cuente con la fuerza institucional pública y de ese modo incorporar otros elementos importantes como los medios de comunicación y el sistema educativo nacional, a fin de que el esfuerzo sea tan integral como el mal que nos aqueja.
Se impone una gran jornada nacional, pueblos por pueblos, para trabajar por una transformación total de aquel que ve la vida sólo desde la perspectiva del dinero, pero que ojalá se puedan incorporarse recursos a través del Estado para además crear empleos y mejorar las condiciones de vida de la gente.
Sólo de esa manera podría producirse una verdadera transformación social y convertir a la República Dominicana en una sociedad más habitable y humana, donde la delincuencia y la degeneración sea un fenómeno aislado y no general como pasa actualmente.
Periodismo Interpretativo
Será la frontera la excepción en corrupción en la República Dominicana?
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7 años agoon
marzo 7, 2018Por Elba García
La emigración haitiana, con implicaciones socio-económicas como prácticamente todas en el mundo de hoy, continuará aunque el Gobierno haya anunciado una serie de medidas en la frontera para evitar la entrada ilegal desde el vecino país.
La llegada masiva de haitianos ha creado una verdadera alarma nacional, sobre todo porque en opinión de muchos esta inmigración implica un aumento de la delincuencia y la promoción de una serie de enfermedades que son consustanciales a la pobreza y que afectan a pueblos como el haitiano.
El presidente de la República anunció un aumento de los militares que vigilan la zona fronteriza e incluso la medida habla de la incorporación de drones para monitoreal al haitiano hambriento que tiene como norte establecerse en el país.
La migración haitiana tiene un componente que forma parte de una cultura como la corrupción, ya que la entrada de éstos está determinada porque hay de por medio el pago de un peaje a los responsables de vigilar la frontera.
El hecho de que haya un elemento prácticamente cultural en el pueblo dominicano que motiva esa inmigración haitiana, permite colegir que es un problema no tan fácil, aunque no imposible, de detener.
Lo primero que habría que analizar es si el presidente de la República Dominicana, licenciado Danilo Medina, tiene moral para exigirles a sus subalternos lo que él y su Gobierno no pueden dar.
La pregunta que se impone es si podrán los militares de la frontera parar el cobro del peaje a los haitianos ilegales si quien se lo pide anda en lo mismo en otras instancias de la administración pública?
Realmente tiene moral un presidente involucrado en el caso Odebrecht y en otros escándalos para pedir que la frontera y los encargados de vigilarla sean éticos y decentes?
Podría el Gobierno pedir un cambio en la actitud de los militares que cuidan la frontera, mientras el presidente nombra como cónsul a un traficante con haitianos ilegales?
Se trata de un mensaje dual, porque con palabras se expresa preocupación por el fenómeno, pero con los hechos se promueve.
Es una doble moral que su fin no será otro que el fracaso.
El otro elemento es que la inmigración, incluida la haitiana, está motivada en el hambre y la pobreza y no hay muro que la detenga, no importa que sea físico, institucional o de cualquier otra índole.
Mientras los funcionarios hacen fiesta con los recursos públicos, los militares de la frontera harán lo mismo para permitir la entrada no sólo de haitianos ilegales, sino de todo lo demás, como drogas y el contrabando de mercancías.
Que nadie se llame a engaños con las palabras huecas del presidente Danilo Medina, experto en la simulación y la mentira.
Periodismo Interpretativo
Líderes de las izquierdas que usan como herramienta las armas de la derecha.
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7 años agoon
enero 30, 2018Por Elba García
Son varios los líderes latinoamericanos que luego de llegar al poder se convirtieron en híbridos, porque a pesar de que se vendían como una cosa en realidad eran otra.
El mejor ejemplo es Ignacio Lula da Silva, quien cuenta con dos condenas judiciales y está al borde de terminar en la cárcel por corrupción como consecuencia de aliarse a la derecha y promover un neoliberalismo desde el poder que no encajaba con su proyecto político original.
Lula da Silva fue rechazado por el ala más radical de su Partido de los Trabajadores (PT), ya que ese sector no le perdonaba su coqueteo con grupos económicos que apoyan su crecimiento en la corrupción y en las malas artes para depredar patrimonios públicos.
El proyecto político de Lula da Silva a pesar de sus logros en el gobierno, porque sin dudas los hubo, se desnaturalizó a tal punto que hoy éste es un ejemplo a tomar en cuenta como protagonista de una corrupción que lo marcó para siempre y que le quita moral para criticar el flagelo que ha sumergido en la miseria a los pueblos latinoamericanos, como lo es la corrupción administrativa.
Sin embargo, las izquierdas latinoamericanas se resisten a ver los pecados de uno de los suyos y en cambio recurren a la acusación de que se trata de una persecución de la derecha.
Lula da Silva sólo depende para hacer su entrada a la cárcel de solicitar la no ejecución de la sentencia mediante una figura que consiste en una explicación de la misma y de interponer un recurso de amparo ante la Suprema, cuyos especialistas observan muy pocas posibilidades de éxitos del otrora obrero metalúrgico.
Ese triste cuadro no exclusivo de la izquierda brasileña, sino que igual descrédito se ha producido con la de El Salvador, donde el primer presidente de izquierda, Mauricio Funes, está en el exilio por acusaciones de la comisión de actos de corrupción mediante la apropiación de recursos públicos, igualándose a ex presidentes de la derecha como Francisco Flores y Elías Antonio Saca.
Lo propio ha ocurrido en el izquierdista Alianza País de Ecuador de Rafael Correa y del actual presidente Lenín Moreno, ya que por lo menos este último se ha aliado a la derecha para promover las ideas neoliberales que preconizan los grupos económicos.
Otros líderes que llegaron al poder a través de un partido de izquierda, como el de la Liberación Dominicana, que han sido promotores y defensores del neoliberalismo son Leonel Fernández y Danilo Medina, cuyos gobiernos están muy manchados por la corrupción y son abiertamente neoliberales, pasando en la práctica de la izquierda a la derecha, tanto así que su perfil es más conservador que el más radical de esta corriente.
El cuadro que presentan las izquierdas latinoamericanas es definitivamente desconcertante.
Tanto es así, que el propio gobierno chavista aunque promovía y practicaba el anti-neoliberalismo nunca ha tenido una crítica en contra de un híbrido y camaleón como Leonel Fernández, que sabía presentarse como un no alineado en una cumbre en Cuba y luego aterrizaba en Washington como un defensor del neoliberalismo y la derecha internacional.
Todo este panorama ha erosionado la credibilidad de las izquierdas latinoamericanas, cuyas consecuencias no han sido peores porque algunos pueblos están gravemente enfermos fruto de la promoción de una serie de anti-valores que han dejado como secuela el corrompimiento de la gente, que le da más valor a un peso que al aspecto humano de la vida, lo cual se traduce en un problema político porque hemos pasado de una política ideológica a una clientelar y asistencialista.
Las izquierdas ahora no tienen como justificarse, porque además la gran mayoría de los llamados partidos alternativos, que siempre son más de izquierda que derecha, están seriamente comprometidos con la micro-corrupción promovida por la derecha, por lo menos en lo que tiene que ver con la República Dominicana