En momentos en los que se habla de las parturientas haitianas que vienen a dar a luz en República Dominicana, LISTÍN DIARIO se interesó por conocer de cerca cómo viven los niños y las niñas de las comunidades vulnerables cercanas a la frontera entre ambos países.
Su interés obedece a que una de las posibles causas que llevaría a las madres haitianas a parir aquí, podría estar vinculada a que aunque aquí sean igual de pobres, la realidad para sus niños de este lado, es diferente.
Para tratar el tema con peso fue necesario realizar un recorrido por seis comunidades vulnerables de la frontera (tres dominicanas y tres haitianas). Los puntos estratégicos escogidos para ello fueron Jimaní, Elías Piña y Pedernales, por ser los más deprimidos de los lugares que hacen frontera con Haití.
En Jimaní, el caso fue identificado en el barrio Invi, mientras que en Haití fue localizado en Po Ploom. En Elías Piña fue hallado en el barrio Las Aduanas, en tanto que el de nacionalidad haitiana fue localizado en Navandel, San Pedro. En la frontera con Pedernales se identificó en Los Altagracianos, y del otro lado en Anse-a-Pitre.
Los pequeños no fueron escogidos al azar. Para lograr lo buscado, se estableció un criterio que comprendió un rango de edad, sexo, similitud en la supervivencia, tipo de trabajo de los padres, entorno familiar y grado de pobreza en que viven en los puntos de la frontera visitados por el equipo de LISTÍN DIARIO.
Dos niñas de aproximadamente cuatro meses de nacidas, dos niños de tres, y dos de siete años (uno de cada lado con la misma edad), permitieron observar que la delgada línea que divide la isla en dos, también se encarga de poner distancia en la supervivencia de sus habitantes, y que los niños no escapan a esta realidad.
Después de una ardua búsqueda en cada punto, Rosiel, Wilmer y Jonathan (dominicanos), y Danise, Jecson y Rutnel (haitianos) se convirtieron en los protagonistas de esta historia, representando a los miles de infantes que viven en una extrema miseria en los dos países que componen la isla.
Sin lugar a ser pretenciosos, palpar literalmente la gran diferencia que existe entre un caso y otro aun siendo igual de pobres, podría ofrecer una de las tantas respuestas a por qué las madres haitianas vienen a dar a luz aquí.
Voces y respaldo
En Jimaní, Adela Matos lidera el programa de Visión Mundial en la provincia. Ella admite que son realidades diferentes las que viven los niños pobres de ambos países aun estando en la misma isla. “Es tan distinto que puedo decirte, sin lugar a exagerar, que los niños pobres de aquí pueden ser hasta ‘buzos’ como se les llama a los que buscan en la basura, mientras que los de Haití ni eso pueden hacer porque no tienen dónde”, dice mientras admite que no es un ejemplo halagador.
No quiere justificar la acción de que madres haitianas vengan a tener sus hijos aquí, pero asegura que esas mujeres entienden que en República Dominicana pueden darles una mejor vida a sus pequeños aun en la pobreza extrema.
Matos entiende que hay voluntades externas que trabajan por la niñez haitiana. “Pero no es suficiente. Debe haber una respuesta oficial, un sistema de protección seguro para esos niños, pues algunos son dejados por sus madres aquí y luego son víctimas de violaciones, de tráfico de niños y de cuantas cosas puedan afectar a un niño desamparado”, comenta con una aparente tristeza.
Sobre la cantidad de infantes que habitan los alrededores de la frontera por Jimaní, asegura es difícil de establecer porque los niños que hoy pueden censar en ese punto, al siguiente puede que estén ya en otro lugar.
Considera que República Dominicana y Haití deben tener una respuesta conjunta para resolver esta situación que cada vez empeora más y afecta a los inocentes. “Todos queremos que cada quien esté en su país, pero nosotros cuando asistimos a un infante, no nos detenemos a ver que sea haitiano o dominicano: vemos un niño”, enfatiza Matos.
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MISIÓN HUMANITARIA QUE NO DA ABASTO
Daniel Koon es un estadounidense que a través de la iglesia Nueva Visión asiste a la comunidad de Po Ploom. En la actualidad están trabajando con una planta para potabilizarles el agua, tienen una iglesia, una pequeña clínica y una escuelita.
Sin embargo, entiende que hace falta más respaldo para que esta pequeña comunidad salga de la miseria extrema en que vive.
Están siempre a la espera de que haya un mayor respaldo al lugar, pero eso no los hace desmayar en la búsqueda de un mejor porvenir para los niños y las niñas que, aunque son igual de pobres que algunos dominicanos, enfrentan una realidad menos promisoria.
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