Periodismo Interpretativo

Política y factores económicos decide la sociedad injusta

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Una sociedad sin los referentes dinámicos que emergen del seguimiento puntual de sus integrantes respecto del comportamiento de sus dirigentes-con las correspondientes sanciones a sus equívocos y desviaciones-no puede funcionar adecuadamente y acaricia con frecuencia los bordes del abismo.

La “gobernabilidad”, como una Erinia cruel y paradójica o una Furia enviada por los dioses, no puede pender eternamente de que alguien amenace con abrir la caja de Pandora de todos los males y para calmarlo permitirle los excesos que nadie quiere.

Una sociedad política en la que algunos de sus integrantes encumbrados se sienten intocables por el principio de aplicación de la Justicia sin distingos, anda a tientas, si es que anda.

Los políticos no pueden creerse en ninguna parte del mundo llamado civilizado (y habría que ver si en el ámbito selvático pueden permitírsele, sin sanción, arbitrariedades a cualquiera) como si pertenecieran-cuan ocurre en la República Dominicana-a una casta divina de modo que no puedan ser efectivamente alcanzados por el relámpago iluminador que mana de un tribunal legalmente constituido. Los diálogos, la búsqueda de consensos, las negociaciones, no pueden ser para discutir y para repartirse impúdicamente las impunidades como si fuesen regalos del cielo.

La atadura de la gente al factor económico que deriva del ejercicio político ha determinado el repliegue de las propuestas serias y acabadas sobre el ejercicio de un poder transparente.

La fuerza del dinero ha impuesto su clima promiscuo en una sociedad que, ominosamente, no es proclive, por no tener lazos históricos fuertes con ella, a favorecer la ética política.

En todos los episodios que les ha correspondido lidiar con sus factores convergentes y divergentes “papeleta mató a menú”.

Todavía pervive en la sociedad dominicana ya entrado el siglo XXI, un cierto espíritu caudillesco que se creyó extinguido a partir de la experiencia de 1978 con la revocación del ejercicio unánime del último de ellos.

El factor económico ha sido decisivo para estandarizar una práctica seria y consistente que sólo se invoca para ganar adeptos en tiempos de campaña y obtener el poder, no necesariamente para ejercerlo.

Ahí, los esquemas de transparencia se quiebran con una facilidad no sólo asombrosa sino desconcertante, como ha mostrado la historia de pos tiranía y aún antes de ella.

La Tiranía misma sobrevivió a su efemeridad  basada en una combinación de represión intensa y halagos del poder a la élite en principio resistente a como asimismo se producía una fuerte vinculación de la ciudadanía con los magros recursos que a modo de síntesis de las sobrevivencias, repartía el poder entre los más necesitados en una escala irregular, en una pirámide invertida de “merecimientos” y de privilegios en cuya cima se hallaban el tirano, sus familiares y sus relacionados más cercanos.

Los desafectos no eran adeptos y por tanto, perdían de forma automática su derecho a sobrevivir y en cambio, adquirían el de la enfermedad sagrada de los artistas y escritores del siglo de las luces: la  divina tuberculosis.

El Partido Dominicano devino en una  maquinaria irregular de empleos por adhesión.

Los demás pasaron a ser o contribuyentes al estatus quo maldito creado por el Jefe o desertores muertos o vigilados  y en último caso, con alguna suerte, exilados.

Esa realidad apenas ha cambiado en más de medio siglo.

El poder patrimonialista se ha mantenido incólume en su estilo paternalizado, haciendo depender de la voluntad del gobierno a millones de necesitados y a unos cuantos privilegiados, convirtiendo el  Estado en una feria de oportunidades y al poder en sí en una fuente de vinculaciones utilitarias de las que se puede abusar cada vez más impunemente, cada vez más bienhechora para unos cuantos integrantes del bloque de poder actuante en cada caso y desprendida de la voluntad de las mayorías en todos los restantes.

Estas disfunciones del poder, ese tramado inexacto y por demás injusto, conspira permanentemente contra un ordenamiento verdaderamente democrático, capaz de organizar un régimen de equidad y un ordenamiento participativo de los beneficios que debe acordarle toda sociedad organizada a sus miembros sin las lacerantes discriminaciones y lastres históricos que perviven en la República Dominicana.

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