Los partidos tradicionales han motivado a mucha gente a que entre a la actividad política porque permiten desarrollar diversas actividades ilegales e inmorales sin contratiempo.
Los que tienen vocación delincuencial tienen abiertas las puertas anchas de la politiquería y de esa manera aprovechan el Estado para el lavado de activos, el narcotráfico y las demás vertientes de la corrupción.
En la politiquería caben los riferos o banqueros, los llamados empresarios del transporte, acompañados de sus respectivos sicarios y aquellos que buscan robarse el patrimonio público.
Las opciones son muy variadas, desde los grandes partidos hasta las pequeñas franquicias que sirven de bizagras a los que tienen reales posibilidades de llegar al poder.
Desde el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el Partido Reformista social Cristiano (PRSC) y el Partido Revolucionario Moderno (PRM), éste último no considerado tradicional por su reciente formación, pero si por su composición y su conducta, han promovido una forma de hacer proselitismo sobre la base de captar las peores lacras y crápulas del escenario nacional.
En estos partidos no importa como se ha conseguido una fortuna, ya sea a través del narcotráfico, el lavado de activos o a través de cualquier otra vertiente de la corrupción, ya que sólo tiene valor que se tenga los bolsillos llenos de dinero.
Por esta razón entrar a la actividad política partidista es para bellacos, para personas que no creen en que la República Dominicana debe tomar un camino diferente.
En la presente contienda electoral es quizás o sin quizás el escenario que nos revela la grave crisis que afecta el país, ya que el transfuguismo se ha constituido en la regla del juego en la competencia electoral.
Este cuadro advierte que la República Dominicana seguirá su recorrido por el camino de la corrupción generalizada, la violencia y la delincuencia, consecuencias de la exclusión social y el desempleo entre la población en edad productiva del país.
Definitivamente, hemos tocado fondo, sin mucha esperanza de que por lo menos en el futuro inmediato pueda prenderse una lucesita al final del túnel.